Lo del martes resultó jubiloso; lo del miércoles fue «de guardar». Así es como prosiguen los eslabones en los mercados y con tanta falta de raíces serias, que cuanto más gana en altura, más frágil queda ante cualquier brisa que se aparezca. Hubo que oír, y leer, que en la rueda del miércoles «no gustó lo que se anunció sobre el desempleo» -en Estados Unidos- y tal dato queda revolcado frente a un tema mucho más dramático, y de índole más seria, como es el caso de Egipto y lo que se propaga por su región. Tal parece que en las evaluaciones se perdió el calibre, tanto pesa y causa efecto lo trivial y puntual, como un asunto de fondo capaz de marcar alguna página en la historia de los pueblos (y de las economías). Ya da para verlo desde la humorada, como para que dijéramos sobre el martes: «Volvió a llover sopa». Como para el miércoles: «Tras la sopa, la digestión...». Sepa el lector disculpar la falta de formalidad en el tratamiento de los desarrollos bursátiles, pero es que aplicar rigurosidad y seriedad en la observación queda cada vez más fuera de foco, más holgado frente a una realidad de juego de azar adquirida, por lo que debería ser una inversión y la formación de capitales, para asistir a los sistemas económicos y sus empresas. Si hubo que leer, sin romper el diario, que los simples jugadores de las acciones se quejaran por el «monopolio» del NYSE. Y diciendo que ahora todo es «más competitivo»: cuando se aprovechan de los precios que se forman, y se conducen con las normas de una institución con varios siglos de vida, para sacar partido con su tecnología de «alta frecuencia». Si algo está dejando como cruel «resaca» la explosión de la crisis -tras la formidable borrachera de banqueros y financistas, como funcionarios- es que la escala de los valores -no los que se transan, sino los que deben amparar las prácticas que se utilizan- ha también estallado. Y cuando se juntaron los pedazos, se intercalaron de cualquier manera. La legión de «parabursátiles» no expresa recato ni mínimo respeto por nada. El asunto es volver a montar una gran mesa de apuestas y dedicarse a esperar una siguiente crisis: corregida y aumentada. El titular del FMI advirtió sobre los peligros, en economías, y que en vez de mejorar y sanar, el mundo vaya a rodar en una recaída. Nada importa, solamente apostar y ganar, aunque sea con turbios instrumentos. Así vamos.
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