17 de octubre 2017 - 00:00

Doura: un artista a la captura de la energía del paisaje

Inmensidad. Con el formidable influjo del cine, el artista presentará desde diciembre sus pinturas monumentales como si fueran pantallas. La película que pintó el artista arrastra hasta el presente la historia de un arte que hunde sus raíces en el vedutismo italiano.
Inmensidad. Con el formidable influjo del cine, el artista presentará desde diciembre sus pinturas monumentales como si fueran pantallas. La película que pintó el artista arrastra hasta el presente la historia de un arte que hunde sus raíces en el vedutismo italiano.
En su taller de París, Adrián Doura, un artista argentino radicado en Francia desde hace más de tres décadas, habla sobre las inmensas pinturas que exhibirá en diciembre en el bello Museo Caraffa de Córdoba. El procedimiento es el sello del artista y pone en evidencia los desplazamientos desde la fotografía a la pintura y el cine. Tres disciplinas coinciden en la obra.

Con el formidable influjo del cine, Doura presentará sus pinturas monumentales como si fueran pantallas. Para acercarse aún más a esta disciplina, las imágenes de los ríos y riachuelos, los campos con cardones, lagos, montañas y cielos, estarán dispuestas para configurar una instalación. A semejanza de los antiguos panoramas, el espectador debe caminar para recorrer el paisaje. La mayor parte de las pinturas se exhibieron el año pasado en el Museo de Bellas Artes de Salta y para esta ocasión, Doura acaba de realizar cuatro paisajes de Córdoba. A pesar de la distancia, una obra fundamental representa una profunda grieta que divide el territorio.

La película que pintó el artista arrastra hasta el presente la historia de un arte que hunde sus raíces en el vedutismo italiano. En efecto, la teatralidad del paisaje ostenta la elocuencia expresiva del comic. Pero resulta atemporal la ausencia del hombre en esos espacios vacíos donde reverbera el pasado o se advierte que algo extraño puede acontecer. De este modo el artista logra su propósito y el espectador pasa a ser el protagonista de la obra. El artista expresa de este modo su intención: "La diferencia con Friedrich, una figura emblemática del romanticismo, es que él pinta en primer plano al espectador, lo coloca adentro de sus paisajes desolados. Entonces ocurre que uno mira al espectador y hay un doble espectador. Hay alguien adentro de sus cuadros, uno no está solo". En mis pinturas el espectador esta solo, no tiene compañía".

El recorrido por estos escenarios activa la imaginación. Una roca con la forma de un puño, es real, la llaman El Centinela porque rompe la superficie de la tierra y se eleva hasta dominar el paisaje. No obstante, la realidad es el punto de partida de un universo que al ser transportado a la tela se vuelve artificial. Doura altera y simplifica las formas, pone el acento en el dinamismo, los ritmos y tensiones. Así captura la energía del paisaje. El artista va en busca de la conmoción que, en ocasiones, provoca el encuentro con la naturaleza y, con este propósito, zarandea estilos y tendencias.

En la charla con Doura surge el tema de las alteraciones que muchos artistas le imponen al paisaje y que se reiteran en la historia del arte. Canaletto altera en sus vedute la perspectiva, amplía el campo de visión, eleva los puentes y, cuando pinta la torre de la plaza San Marco, logra un efecto monumental. Doura suplanta hoy los bocetos previos de Canaletto con numerosas fotografías que manipula hasta forjar su propio paisaje. Liberado de la atadura al modelo rescata las imágenes que afloran de su inconsciente estético, pinta una "super realidad" y, aspira -como quería Andre Breton- a la expansión del mundo sensitivo y expresivo. El paisaje parece revelar entonces, cualidades que permanecían en estado latente.

El teórico estadounidense David Jacobson, señala en el texto que prepara para la muestra cordobesa: "Doura simplemente ha aplicado los principios compositivos del Iluminismo europeo a la vertiginosa vastedad del Nuevo Mundo".

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