11 de enero 2010 - 00:00

Fernán Mirás : “Nadie sabe cuánto de animal lleva dentro de sí”

Para el actor, que ya protagonizó «Tres versiones de la vida» de la autora de «Art», lo que «hace única a Yasmina Reza es que parte de conflictos muy pequeños para armar situaciones muy complejas».
Para el actor, que ya protagonizó «Tres versiones de la vida» de la autora de «Art», lo que «hace única a Yasmina Reza es que parte de conflictos muy pequeños para armar situaciones muy complejas».
La diplomacia y los buenos modales vuelan por los aires en «Un dios salvaje», la nueva obra de la famosa dramaturga Yasmina Reza (la autora de «Art»). El título original en francés, «Le dieu du carnage», alude a una «masacre»; si bien, en escena, hasta las situaciones más violentas adquieren un rasgo humorístico.

Los protagonistas son dos matrimonios que se reúnen para resolver, amigablemente, una pelea entre sus hijos que dejó como saldo dos dientes rotos. Las intenciones son buenas, pero la charla cordial deviene en discusión y de allí en más todo se va descontrolando.

La pieza fue estrenada en París, Londres, Nueva York y Madrid, siempre con elencos de primer nivel y muy buena repercusión de público. En los roles femeninos se han destacado Isabelle Huppert, Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón y en los masculinos: Ralph Fiennes, James Gandolfini («Los Soprano») y Jeff Daniels, entre otros.

El debut porteño tendrá lugar el 15 de enero en el Paseo La Plaza, con dirección de Javier Daulte y la actuación de Fernán Mirás, María Onetto, Florencia Peña y Gabriel Goity. Dialogamos con Mirás, confeso admirador de la obra de Reza.

Periodista: Ya actuó en «Tres versiones de la vida» y ahora en «Un dios salvaje». Parece que le gusta esta autora.

Fernán Mirás: También disfruté mucho con «Art». La vi como tres veces, dos cuando trabajaba Oscar Martínez y la tercera en Nueva York, protagonizada por Alan Alda. Creo que hay una gran crisis de dramaturgia en el mundo. Cuesta encontrar buenas obras. Reza es uno de los pocos autores interesantes de hoy. Lo que la hace única, es que suele partir de un conflicto muy pequeño y absolutamente cotidiano para armar situaciones muy complejas. En «Art» era la compra de un cuadro, acá una reunión de padres. Uno no diría que son grandes conflictos. Es como si la autora partiera de una reunión de consorcio ¿qué tiene eso de interesante? y sin embargo hay que ver todo lo que provoca en sus personajes.

P.: Reza sostiene que hasta la persona más civilizada lleva un salvaje dentro ¿Está de acuerdo?

F.M.: Yo creo que, en general, uno es consciente de su conducta civilizada y no tiene el más mínimo registro de cuando pierde los estribos. Nos gusta pensarnos como seres sociales y civilizados y así tratamos de educar a nuestros hijos, pero al menor incidente, esa buena voluntad se nos pianta, porque hay una pulsión que se opone a ella. Nadie sabe cuánto de animal lleva adentro.

P.: Hay quienes se sorprenden de que una obra «tan violenta» haya sido escrita por una mujer.

F.M.:
Para mí lo curioso es que este planteo sobre la violencia haya surgido en una sociedad como la francesa, que siempre ha hecho un culto de la civilización y el intelecto. Tengo la sensación de que no me sorprendería tanto, si fuera una obra norteamericana. Por tratarse de una sociedad mucho más violenta y con gran predilección por las armas de fuego.

P.: ¿Cómo es su relación con la violencia?

F.M.:
Rehúyo las situaciones violentas. Les tengo mucho miedo. Siempre fui muy pacífico. En relación a la obra, creo que hay gente que tiende más a la violencia que otra. Pero a la vez hay otras formas de ejercer violencia. Mi personaje, por ejemplo, es un abogado que está acostumbrado a pelear y no tiene ningún problema con eso. En cambio, los padres del otro chico tienen un espíritu más conciliador. Pero esto empieza a modificarse y van apareciendo distintos aspectos de esa cosa más salvaje que todos tenemos.

P.: ¿Todos? ¿Incluso los que detestan la violencia?

F.M.:
Una cosa es que no te guste la violencia y otra es favorecerla con conductas negativas. Hay situaciones que caen como un bombazo en las que uno debería decir algo o, incluso, gritar. Pero hay gente que no lo hace y eso a veces resulta mucho más violento. El personaje de María Onetto es el que sostiene esa bandera de lo racional contra la barbarie, pero nunca se baja de ahí. Y está tan aferrada a ese discurso que termina generando más violencia e irritación que si se pusiera a gritar. Esto es algo que también veo en mi propia manera de ser civilizado.

P.: ¿Usted es de los que canaliza la violencia a través del humor negro y la palabra filosa?

F.M.:
Es un código que sólo comparto con un par de amigos. Ya no me siento bien haciendo humor negro.

P.: Sin embargo, hace poco lo escuchamos contar, en la radio, algunas anécdotas negrísimas. Por ejemplo, aquella vez que le dijo a otro actor, señalando las cenizas de un sahumerio: «Ojo, que hoy vino a verme mamá».

F.M.:
Sí. Ese código lo heredé de mi vieja, justamente. Ella compartía con sus amigos esa clase de chistes. Yo siento que el humor negro es una salida ante lo inevitable, algo que nos permite sobrellevar mejor un hecho doloroso. En los momentos más difíciles de mi vida he hecho los mejores chistes. Pero ese humor sólo puedo ejercerlo con gente muy querida y muy cercana. Me ayuda a cerrar heridas. No se hace humor sobre temas que uno no tiene resueltos.

P.: ¿Va a hacer televisión este año?

F.M.:
En marzo empiezo a grabar «Para vestir santos» con Gabriela Toscano, Celeste Cid y Griselda Siciliani. El libro es de Javier Daulte y ya me dijeron que tengo historia con Toscano. No sé más que eso.

Entrevista de Patricia Espinosa

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