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Festín para niñas de 9 a 15 años
Hay una breve escena de esta especie de rockumental teenager que marcará para siempre a millones de espectadoras adolescentes de todo el mundo: en un momento clave, filmado especialmente para lucir a pleno en 3D, Justin Bieber sacude su celebérrimo flequillo hacia cámara en slow motion, algo así como el «shock» de la propaganda que hizo famosa a Susana Giménez en la Argentina de la década de 1970, solo que el producto a publicitar en esta película no es un jabón, sino el mismo Justin Bieber.
Más allá de que el chico tiene talento, sus temas están producidos super profesionalmente por músicos muy creativos, con un énfasis en los matices sonoros y la variedad de estilos. Y las escenas de conciertos en vivo están filmadas con solidez para aprovechar el 3D.
Obvio, para casi toda niña de entre 9 y 15 años, esta película es mejor que la suma de «El acorazado Potemkin», «El ciudadano» y «Monterey Pop» juntas.
Luego, como mezcla de vehículo promocional y subproducto comercial de un ídolo pop prefabricado y difundido vía redes sociales, la película es realmente interesante. Más o menos un tercio de este documental luce como esos «featurettes» publicitarios que rellenan el material extra de los dvds a falta de algo mejor.
El efecto buscado es conseguir que el espectador compre la idea de que Justin Bieber es un talento genuino y que su atractivo sobre millones de niñas histéricas es producto de ese talento y no del marketing.
Hay mensajes perturbadores: para triunfar y lograr un sueño, hay que obedecer a los padres y productores adultos, incluyendo una bruja que lo obliga a no hablar durante días para cuidar sus cuerdas vocales (¡luego de 120 conciertos anteriores y los más de 80 que faltan!).
Por supuesto, jamás se menciona a dónde va a parar la fortuna que genera este chico sin amigos ni novia
ni rebeldía adolescente demasiado visible, pero de golpe se enuncia que sus sencillos padres canadienses andan de aquí para allá en helicóptero. Tampoco se dice qué porcentaje de decisión creativa tiene el chico en lo que hace.
Si el fenómeno perdura, entonces lo mejor de esta película es lo que no muestra, y que podría formar parte de otro documental sobre el lado oscuro de la gira que culminó con el récord de venta de entradas de un show en el Madison Square Garden, agotadas en 22 minutos.
A todo nivel, «Never Say Never» no deja de llamar la atención bien o mal. Empezando por uno de los peores doblajes de todos los tiempos, remedando los horrores de las señales documentales del cable, la película incluye a muy bajo volumen el audio original en inglés, tapado por una impresentable locución en español.
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