Aunque no gane, que es lo más probable, la nominación de Lily Gladstone como Mejor Actriz de Reparto por “Los asesinos de la luna” tiene importancia: por primera vez en la historia de Hollywood y la tierra de los westerns una mujer nativa americana, de ascendencia indígena, es candidata al Oscar. Sólo otros dos miembros de pueblos originarios llegaron a esa instancia, pero ninguno nacido en los EE.UU.: el jefe Dan George, canadiense, que en 1970 fue nominado como Mejor Actor de Reparto por “Pequeño gran hombre”, y la maestra mexicana Yalitzia Aparicio, candidata a Mejor Actriz en 2018 por “Roma”, de Alfonso Cuarón. Lily Gladstone, de 37 años, desciende de las tribus Pies negros y Nez percé. El único otro antecedente que puede citarse en los Oscar, aunque por razones bien distintas, se remonta a más de medio siglo, cuando la activista por los pueblos originarios Sacheen Littlefeather (fallecida hace poco más de un año), subió al escenario a rechazar la estatuilla de Marlon Brando por “El Padrino” a expreso pedido del actor, en señal de protesta por la conducta de Hollywood hacia esos pueblos y su tratamiento en el cine.
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Gladstone: una nativa americana, nominada
Durante décadas, el cine norteamericano utilizó indígenas verdaderos como extras de sus westerns, pero siempre en planos generales, perdidos en la polvareda. Los papeles de mediana o mayor importancia quedaban para los blancos. Si la película era sobre indios buenos, los encarnaban Richard Dix, Burt Lancaster, Jeff Chandler, Sal Mineo y hasta Tony Curtis. Si los indios eran malos, allí estaban Jack Palance, Anthony Quinn en sus comienzos, también Charles Bronson. Todos “wasp”, white anglo saxon protestant. Y las indias eran encarnadas por chinoamericanas como Aimée Eccles o mexicanas como Kathy Jurado y Dolores del Rio, que hizo de madre de un mestizo en “Estrella de fuego”. El mestizo era Elvis Presley, si alguien puede creerlo. Dicho sea de paso, dos famosos actores muy asociados al western tenían en sus venas un tanto de sangre cheroke: nada menos que Ben Johnson y Will Rogers, algo realmente insospechado.
De a poco, actores indígenas fueron ocupando los lugares que les correspondían. En 1961 podía aceptarse que Tony Curtis interpretara en “The Outsider” al indio Ira Hayes, uno de los cinco marines que izaron la bandera en Iwo Jima, pero cuando en 2005 Clint Eastwood filmó “Bandera de nuestros padres”, ese papel recayó en Adam Beach, nativo auténtico. Para entonces el grandote Will Sampson, compañero de Jack Nicholson en “Atrapado sin salida”, se había convertido en un mito, y Jay Silverheels, el popular Tonto de “El llanero solitario”, ya tenía su estrella en el Paseo de la Fama, de Hollywood. Del cine a la televisión, la lista se expande silenciosamente. Allí están Irene Bedard, nativa de Alaska, como la maestra en la serie “Avatar: el legado”, y Alaqua Cox, protagonista de la serie “Echo”, que codirige otra mujer de raza india, Catriona McKenzie.
Por el lado de México, la cosa es distinta. El éxito de Yalitzia Aparicio provocó notable odio y envidia entre muchas actrices y chimenteras aztecas que hicieron campaña en su contra. Curioso desprecio, en un país de enorme y rica presencia indígena, donde uno de sus más notables actores y realizadores, Emilio Fernández, era largamente conocido como El Indio Fernández. De hecho, su madre era india (y su padre, un coronel revolucionario).
¿Y por casa? ¿Hay indígenas verdaderos en nuestro cine? Los hubo, y de armas tomar, en un film singularísimo de 1917: “El último malón”. La historia es ésta: en 1904 hubo un levantamiento de indios mocovíes cercanos al pueblo de San Javier, provincia de Santa Fe, que fueron repelidos por los propios vecinos. Parece una de cowboys pero pasó de veras aquí en este país, a comienzos del siglo XX. El hecho es que en 1917 Alcides Greca, joven abogado y periodista sanjavierino, que había participado en esa contienda cuando adolescente, juntó a los protagonistas de ambos lados, e hizo una auténtica reconstrucción donde participaron paisanos, parientes y comedidos del pueblo, y el cacique Mariano López con toda su tribu, felices de empuñar de nuevo la lanza, aunque esta vez sin matar a nadie. Única convención, el inventado romance de un indio rebelde y una blanca, que le descubre algo maravilloso para ambos: el beso.
Después hay que esperar hasta 1986. Ese año Luisa Calcumil, actriz, cantante y dramaturga mapuche, debutó como protagonista en “Gerónima”, de Raúl Tosso, ganándose unos cuantos premios y aplausos en festivales internacionales. Apareció después en varias películas, incluso una del alemán Werner Herzog, “Grito de piedra”, y se llamó a retiro. Por su parte, Charo Bogarin, de clara ascendencia guaraní, aparece fugazmente en “Los dioses del agua”. Nada más, por ahora.
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