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“La medicina no se puede ejercer bien si no se es humanista”

Bunge: «Es escandaloso lo que está pasando en la Argentina, y no sólo aquí. En Estados Unidos la mitad de la población se hace tratar por chamanes; acupunturistas, homeópatas, médicos brujos en ropa de calle».
Periodista: ¿Por qué una «Filosofía para médicos»?
Mario Bunge: Porque es un terreno nuevo, que casi no existía. Si se busca, por ejemplo, en el catálogo de Amazon hay sólo un par de libros con el título de Filosofía de la medicina, y ninguno de los dos es adecuado, solamente tratan dos problemas, el problema de qué es la enfermedad y el problema ético. Y qué es la enfermedad, a mi modo de ver, lo tratan mal, y no se ocupan del problema más interesante y difícil, que es el diagnóstico médico, que tantas veces sale equivocado. Eso no es por culpa de estupidez de los médicos sino que es intrínsicamente difícil, es como querer adivinar lo que otra persona esta pensando a partir de sus gestos. Es lo que se llama un problema inverso, va de los efectos a las causas. Y los filósofos pareciera que no se han dado cuenta de que existen esos problemas, que son los más difíciles y por tanto los más interesantes. Tampoco se ocupan del problema de las terapias, del diseño de drogas, del problema de la medicina preventiva. No se han dedicado a reflexionar sobre la transición de la medicina primitiva, por ejemplo de los amazónicos, y arcaica, por ejemplo Hipócrates, a la medicina moderna, que ocurre recién hacia el 1800, que es llamada una medicina basada en evidencias. Que para mí no es nueva porque ningún médico ha ignorado las llamadas evidencias, que no son evidencias sino elementos de prueba. Veo en los trabajos en torno a eso una industria académica. No está mal, pero ponen el acento sobre los datos empíricos y dejan de lado la teoría. Y se saben cuáles son las variables que hay que controlar, que hay que estudiar mejor, sólo a la luz de una teoría. Los datos no vienen primero, lo primero son las hipótesis sobre lo que se va a investigar.
P.: En los últimos 50 años la medicina logró extraordinarios avances. ¿Hacia dónde va la medicina?
M.B.: No sabemos adónde va, sabemos adónde debiera ir, que no es lo mismo. No debemos ser profetas, sino conductores, líderes intelectuales. Los avances se deben a la farmacología, a sus desarrollos inmensos, algo que empezó en Alemania a fines del siglo XIX, y especialmente con la invención de la aspirina, que fue llamada «la maravilla del siglo». En el 1900 casi todos los médicos que se respetaban, los médicos bien formados en su profesión, en los países avanzados, sabían diagnosticar casi todas las enfermedades, pero no sabían qué hacer con ellas. El canadiense William Osler que fue un gran reformador de la enseñanza de la medicina primero en Canadá, luego en Estados Unidos, estaba desesperado porque decía, en 1902, solamente tenemos dos medicamentos confiables, la quinina, para la malaria, y la aspirina. Se tenían sólo dos vacunas, una antirrábica y otra contra la viruela, hoy hay ya no sé cuántas. Yo me pesqué de chico una cantidad de enfermedades infantiles de las que se libraron mis hijos porque ellos ya contaron con las vacunas. Osler estaba desesperado por la falta de medicamentos, y eso yo lo viví en casa porque mi padre era médico y una hermanita mía se murió de gastroenteritis, enfermedad que hoy se cura con sulfamida, con penicilina, con un montón de medicamentos. Mi padre sufría de hipertensión, hoy no es que se cure pero se puede tratar, controlar y mantener dentro de niveles aceptables. En aquel tiempo no había nada, mi padre trataba una cosa tras la otra y eran puras macanas. Y eso era porque no se iba a la raíz del problema. Los farmacólogos descubrieron que había que bloquear los sectores que son afines a lo que se denomina el sistema inmune. Los beta bloqueadores se descubrieron recién hace unos treinta años. Y fue algo impresionante. Hoy si no se las puede curar, se puede tratar a prácticamente todas las enfermedades. Se puede curar el sida, algo que parecía imposible hace cinco años. La extraordinaria transformación de la medicina desde fines de la Segunda Guerra Mundial, desde 1950, asombraría y maravillaría a cualquier médico de épocas anteriores.
P.: Parte de esa evolución es la prolongación de la vida.
M.B.: Hace 200 años la gente vivía en promedio, en Francia, 25 años, hoy los franceses tienen como expectativa de vida casi de 80, en dos siglos se han triplicado las posibilidades de vida y estamos hablando de la población en general, porque hay sectores que siguen avanzando vitalmente. En aquella época no llegaban con más de tres o cuatro dientes a los 30 o 40 años porque sufrían de gingivitis, no se limpiaban los dientes regularmente. Hacia 1830 aparecieron las caries debido a la esclavitud. Hay una red teórica que no ha sido explorada aún: ha que se debe el florecimiento de la profesión odontológica. Se debe a la esclavitud. Los esclavos que llevaban ingleses y franceses al Caribe para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. En Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, se fabricaron dulces, algo que antes era un lujo. Las golosinas se hicieron populares, aparecieron por todas partes fábricas. En una boca llena de azúcar prosperan los bichitos que perforan los dientes. Hoy los padres de chicos en Estados Unidos se ufanan de que sus hijos tienen solo tres o cuatro caries, hace 200 años nadie las tenía. Últimamente a las listas de los alimentos que hay que evitar luego de las grasas y la sal está el azúcar, y para eso se le piensa incrementar los impuestos.
P.: Usted vuelve a recordar la importancia de la mortalidad infantil.
M.B.: El grado de desarrollo de un país se mide en parte por la mortalidad infantil, que es muy superior en Estados Unidos a la de Japón, Gran Bretaña, Alemania, en los países más avanzados, con menos desigualdad, con más servicios públicos. La prevención es un problema médico-político.
P.: ¿Usted busca hacer filosofar a los médicos?
M.B.: Aunque un médico considere que la filosofía le aburre, filosofa todo el día. Cuando razona bien, practica la lógica. Cuando rechaza la hipótesis de que las enfermedades son de índole y origen espiritual entra en una concepción naturalista del mundo, son materialistas sin saberlo. Frente al paciente son realistas, no idealistas. Cuando prestan su ayuda aun sin cobrar, muestran una ética; es una profesión que no se puede ejercer bien si no se es humanista. Tiene que volverse crítico, estar alerta para filtrar la información de la prensa médica y los visitadores médicos, evaluar sobre nuevos tratamientos y medicamentos. Y en todo eso la filosofía puede ayudar a separar el grano de la paja, organizar la información, observar el horizonte. Mi libro no pretende enseñar medicina, sino tan solo estudiar algunos de los problemas que plantean la investigación y la práctica médica. Primero quise entender yo la medicina, luego mostrarle a los médicos que practican modos de la filosofía permanentemente
P.: Y su procedimiento tiene un interés mayor porque se dedica a cada paso a advertir peligros en que puede caer la gente y a cuestionar y descalificar prácticas, como las que considera mágicas, las alternativas, la de los más variados tipos de gurúes y chamanes.
M.B.: Es escandaloso lo que está pasando en la Argentina, y no sólo aquí. En Estados Unidos la mitad de la población se hace tratar por chamanes; acupunturistas, homeópatas, naturistas de todo tipo. A eso contribuye no sólo la incultura sino también los medios y de una cierta seudoizquierda que está acusando a la industria farmacéutica de una cantidad de crímenes, algunos reales y otros completamente imaginarios. Una cosa es criticar los errores cometidos y los precios exorbitantes que cobran, y otra que la farmacología sea dañina. La mayoría de los medicamentos curan, por eso se han hecho ricas las fábricas. Los medicamentos homeopáticos se venden sin control, mientras que para poder vender un fármaco, se necesita el permiso de las autoridades sanitarias. Y ese permiso por ahí tarda 10 años en ser concedido. Es un escándalo lo que está pasando, y son muy pocos los médicos que se animan a denunciar a los farsantes, a los chamanes, a los que son médicos brujos en ropa de calle. Una de las cuestiones que planteo es cómo se explica la supervivencia de medicinas primitivas y tradicionales en la sociedad moderna.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
M.B.: Estoy proyectando un libro sobre Filosofía de la Técnica. Es un tema muy importante, y se ha escrito muy poco. La tecnología ha cambiado el mundo. Y nadie se ocupa de la naturaleza del artefacto. No es lo mismo una piedra que un hacha de piedra, donde hay inteligencia incorporada. En 1962 yo di una conferencia en la Facultad de Ciencias que fue la fundadora de la corriente de la Nueva Filosofía de la Técnica, ahora volveré a pensar sobre ese tema fundamental, ampliando lo que fue un capítulo de mi libro «Investigaciones científicas».
Entrevista de Máximo Soto
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