24 de diciembre 2013 - 00:00

La renta, un asunto sensible

Universidad de Stanford. De aquí partió el estudio que indica que la renta neta que se calculaba de 10% en obras de arte no es verídica, siendo que no supera en la realidad al 6.95%.
Universidad de Stanford. De aquí partió el estudio que indica que la renta neta que se calculaba de 10% en obras de arte no es verídica, siendo que no supera en la realidad al 6.95%.
En noviembre, la euforia llegó a su pico máximo en las subastas de Nueva York cuando el martillo del subastador dio por terminada la puja por el tríptico "Tres estudios de Lucien Freud", de Francis Bacon, en el momento en que las ofertas llegaron a los u$s 142,5 millones. La obra, compuesta por tres lienzos, originalmente vendidos por separado y reunidos después de veinte años por un coleccionista italiano, fue adquirida por William Acquavella, un galerista que lo compró a nombre de un cliente cuya identidad se desconoce.

En contraposición a esta espìral ascendente y aparentemente imparable de cifras que llegan a los nueve ceros, se presentó un estudio hecho por la Universidad de Stanford, junto a la Escuela de Finanzas de Luxemburgo y la Universidad Erasmo de Rotterdam, que aunaron recursos para analizar una muestra de 20.538 pinturas que se vendieron repetidamente en subastas entre 1972 y 2010, y que arrojó un resultado que difiere mucho de los índices publicados por Mei Moses, o ArtNet, y más recientemente por la Universidad de Valencia, en los que el arte tiene una renta neta de 10 %.

El núcleo del asunto es que los indicadores "dan por sentado que las pinturas que no se comercializan tienen un rendimiento similar a las que sí, dice Arthur Korteweg, profesor de Stanford, y uno de los autores del estudio. Observadores de todas las latitudes agregan que sólo las obras que ganan valor son nuevamente llevadas a subasta. Las que no, se pierden en el camino o se revenden en operaciones particulares, con una rentabilidad difícil de medir por la naturaleza misma de estas transacciones. Así, la renta neta que se calculaba de 10% no es verídica, siendo que no supera en la realidad al 6.95%.

"La cifra es de por sí más creíble", comentó un coleccionista de arte moderno, que quiso preservar su identidad, "y eso entusiasma, porque el capital se mantiene y da una renta razonable y hasta buena dentro de las opciones conservadoras, ilíquida por naturaleza, pero confiable, segura, sin costo de mantenimiento, y con una tasa de disfrute incomparable con cualquier otra colocación financiera", culminó, cerrando con una frase no exenta de humor y realismo.

Mientras tanto, en las salas de las casas de remate, las caras de los compradores se repiten: François Pinault (magnate francés); Eli Broad (mago de las finanzas estadounidenses); Steven A. Cohen ("el depredador" de los fondos de alto riesgo); Peter Brandt (dueño de un imperio editorial); David Geffen (empresario de origen discográfico), Jose Mugrabi (el mayor coleccionista particular de Warhol del mundo); Michael Ovitz (representante de actores top de Hollywood), Dakis Joannou (industrial griego); Larry Gagosian (galerista top en tres continentes), y la nueva estrella de las compras, Sheikha Al-Mayassa Al-Thani (hermana del nuevo Emir de Qatar y funcionaria de Museos del Emirato, que a los 30 años destina más de u$s 600 millones al año a la compra de arte).

Las motivaciones de los inversores son variadas y responden a situaciones personales, y algunas arrancan en los años 80 cuando Japón volcaba sus excedentes de dinero en el mercado norteamericano y llevaba la pintura impresionista a la barrera de los u$s 90 millones para obras que, dos décadas después, volverían a los u$s 40 millones, sólo para retornar a la contienda, años después y trepar con un principio de mayor realidad. Los nuevos actores, provenientes de Medio Oriente, Chinos, son otra vez japoneses, indios y últimamente brasileños.

Una diferencia notable: asi como el derrumbe financiero de Japón en los noventa llevo a los ex magnates a desprenderse de sus obras a precios menores en poco tiempo, el fenómeno fue el opuesto cuando se produjo el crack del 2008, cuando el Támesis parecía dividir dos ciudades distintas.

En una de sus márgenes, Lehman Brothers despedía una multitud y provocaba una crisis de consecuencias gigantescas, mientras en el margen opuesto Sotheby´s subastaba una colección de Damien Hirst en una cifra millonaria. A partir de ahí, la seguridad de la inversión en arte se volvió incuestionable, aun para aquellos que colocan activos en las opciones de mayor riesgo pero básicamente para el pequeño inversor que, lejos de esas turbulencias, disfruta del placer de la contemplación y resguarda su patrimonio.

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