16 de diciembre 2009 - 00:00

Las reservas son de Cristina

Las advertencias se cumplieron. El mérito de esta gestión es que ya no hay economistas agoreros: basta que como profesionales alertemos sobre un riesgo y el Gobierno se encarga de respaldar nuestra palabra con hechos.

El kirchnerismo finalmente va por las reservas del BCRA. ¿Para qué? Para asegurarse 2010, otorgando una suerte de garantía real a los privilegiados titulares de acreencias con vencimiento en 2003 en detrimento de las posteriores (quirografarias), que no sólo no contarán con ese seguro material, sino que ven reducir la masa de activos del deudor en beneficio de los primeros. Esto es gobernar para el corto plazo al costo de hipotecar el futuro. No es el resguardo del crédito de la Nación lo que impulsa la medida, sino el persuadir a los inversores internacionales que, al menos durante el crucial año 2010, la Argentina no defaulteará.

Una fina ironía es el pomposo nombre de bautismo: apela al neologismo «desendeudamiento» cuando la medida pone en evidencia que el Gobierno pretende resolver la alarmante estrechez fiscal tomando más deuda. Lo que sí es indiscutible es el apelativo a la estabilidad. Claro que nos referimos a la del oficialismo y no tanto a la monetaria o financiera.

Para justificar la afectación de reservas, el Gobierno recurre a un artilugio contable. Crea el término «reservas excedentes» -apropiado a un régimen de convertibilidad, pero inadmisible en un régimen de flotación- sobre la base de un engañoso cómputo, no sólo de las reservas efectivas, sino de la proporción en que respaldan el circulante. Es decir, se sigue hablando de un monto de reservas inflado, que no computa los pasivos que lo afectan en una porción relevante.

Las reservas internacionales de los países tienen como fin excluyente la defensa del valor de la moneda local; no sirven ni pueden servir para pagar obligaciones ni gastos del Gobierno de cualquier tipo. Pertenecen al BCRA y no se pueden transferir (sic anuncio) a fondo alguno. Usarlas para pagar deuda es exactamente igual a solventar gasto gubernamental (que originó la deuda). Y transferirlas por decisión del Ejecutivo para el pago de obligaciones del Tesoro es violar la ley. Así de simple.

«Consulté al Parlamento como ningún otro presidente». La jefa de Estado sabe recurrir al humor. El anuncio en ningún momento menciona al Congreso en una cuestión que implica modificar -o de lo contrario, transgredir- la ley y la Constitución. El pago de deudas es competencia del Congreso, y las reservas están protegidas por ley.

La ley orgánica del BCRA establece límites precisos a los recursos que éste puede adelantar (prestar) al Tesoro o que puede aplicar a servicios de deuda externa. Si la mencionada «transferencia» fuera un préstamo, el BCRA debería informar en detalle cómo se cumplirá con esos márgenes.

El Gobierno ha venido construyendo mes tras mes superávits ficticios, resultado de puro juego contable. La Presidente, sin embargo, destaca cuantas veces puede la supuesta solidez fiscal. Si la situación es tan sólida y hay tanta gestión como sugirió, debemos preguntarnos por qué es imprescindible garantizar el cumplimiento de nuestras obligaciones inmediatas. O también: ¿por qué no constituye este fondo de garantía con los gruesos excedentes que informa la contabilidad oficial? ¿Y qué quedó del publicitado fondo anticíclico?

Pagamos con reservas porque ya no tenemos superávit. Las dos gestiones kirchneristas devoraron fondos fiduciarios, recursos del PAMI, de la ANSES, de la Lotería, de la AFIP, de la estatizada empresa de aguas, de las caja de retiros militares, supuestas ganancias no realizables del BCRA, los ahorros previsionales de los afiliados al antiguo sistema de capitalización, y la enorme aunque desconocida masa de deuda flotante con proveedores. Ya se ha esfumado desde el fondo anticíclico hasta los u$s 32.000 millones que se le mordisqueó al campo, pasando por los recortes a la coparticipación, la confiscación del «corralón» y el «tomadeacá» de dos de cada tres dólares (del capital) que nos prestaron.

Ahora les tocó a las reservas. Es que para el oficialismo, las reservas no son resguardo de ese ajetreado símbolo de soberanía que es la moneda argentina. Para esta cultura patrimonialista, las reservas son de Cristina.

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