16 de octubre 2015 - 00:00

“Los monstruos”: padres e hijos bajo una lupa descarnada

Los estupendos Mariano Chiesa y Natalia Cociuffo protagonizan una pieza que hace reír y también golpea.
Los estupendos Mariano Chiesa y Natalia Cociuffo protagonizan una pieza que hace reír y también golpea.
"Los monstruos". Dir.: E. Dionisi, M. Rodríguez. Int.: N. Cociuffo, M. Chiesa. (Teatro El picadero, los miércoles a las 20.30).

Hace algún tiempo se puso de moda abordar la maternidad o paternidad desde un costado canchero y desprejuiciado. Se publicaron libros al estilo manual de autoayuda para primerizos, donde se cuenta el lado "B" de los vínculos entre padres e hijos que puertas para afuera se disimulan y puertas adentro estallan. También surgió una legión de blogs, shows de stand up y programas de humor en TV como "Según Roxy", que se ocupan del embarazo, el puerperio, la crianza de los chicos, generando la identificación del público, que lo ve todo con alivio porque siente que "eso" les pasa a todos.

Algo de esto tiene "Los monstruos", que comienza como alguno de estos exponentes y el sinnúmero de conflictos en el camino sinuoso de la crianza, pero que conforme avanza, deviene en tragicomedia y va enmudeciendo a una platea que primero reía a carcajadas y termina lagrimeando hasta quedar atónita.

Lo interesante de "Los monstruos" es la construcción del argumento mediante monólogos de los estupendos Mariano Chiesa y Natalia Cociuffo, de elogiada trayectoria sobre todo en el musical, por lo que resultan intérpretes ideales para un espectáculo confeccionado, además, a partir de canciones y orquesta en vivo, siendo ése uno de los puntos fuertes. La interpretación de ambos supera a veces el vuelo de las letras o la música, pero en el conjunto resultan piezas cómicas o desgarradoras. Las canciones se intercalan con los monólogos y también hay diálogos entre los intérpretes, como dos padres de chicos que concurren a una misma escuela aunque en grados diferentes. Chiesa y Cociuffo también hacen de los hijos.

La capacidad del texto para introducirse en lo más hermoso y a la vez horroroso del sentir de cualquier padre (de clase media pudiente, capaces de pagar escuela privada y actividades extraescolares, que no deben preocuparse por necesidades básicas sino por conflictos de diván), muestra a la perfección cómo puede convivir el amor más inmenso que pueda sentirse por un hijo junto con las ganas más viscerales y primitivas de "asesinar" a la dulce criatura. La obra destila sarcasmo y muestra situaciones que podrían pensarse como extremas pero que ocurren a diario en instituciones y casas de familia. La nena que no habla demasiado, puede que esconda un secreto espantoso y una tristeza infinita por no haber podido hablar jamás con su madre. El varón corpulento e hiperactivo, también esconde un dolor que sublima en la plaza matando hormigas primero y degollando mascotas después.

El enigma a desentrañar en este buen espectáculo es si los monstruos del título aluden a los padres o a los hijos, o si son lo mismo, engendros monstruosos de sus progenitores.

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