"Fue una catarsis necesaria para este país acostumbrado a la división y al enfrentamiento, y una cachetada a los sectores radicales del chavismo y de la oposición que no creen en el diálogo. Pero es sólo un aperitivo, hay que ver si se concreta", dijo el politólogo Carlos Romero, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Reconfortado por su reciente triunfo en las municipales, pero todavía con el recuerdo de su ajustada victoria en las presidenciales de abril, Maduro mantuvo la noche del miércoles, por primera vez, una reunión de cinco horas con alcaldes y gobernadores opositores, en la que ambas partes olvidaron insultos y reproches y se volcaron en un ánimo conciliador.
El escenario fue el Palacio de Miraflores, que muchos de los asistentes no pisaban desde 1999, cuando el fallecido mandatario Hugo Chávez llegó a la presidencia con su socialismo bolivariano. Y entre los asistentes estaban figuras opositoras denostadas por el propio Maduro, como el alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, a quien llama "el vampiro"; o Miguel Cocchiola, alcalde de Valencia -tercera ciudad del país- a quien semanas atrás había acu-sado de usura y de fugarse de Venezuela.
"Fue una reunión saludable, pero el diálogo tiene que ser una realidad que ambos sientan si quieren avanzar en los temas planteados, como el de los gobiernos paralelos chavistas en entidades opositoras o los presos políticos", explicó el politólogo Omar Noria, profesor de la Universidad Simón Bolívar.
El gesto no es nuevo en los catorce años de chavismo. El mismo Chávez tuvo contactos al menos tres veces con la oposición: al llegar a la presidencia, después del golpe de Estado en su contra en 2002 -urdido entre parte de la oposición, del empresariado y del sector militar- y tras derrotar en las urnas a Manuel Rosales en 2006. Pero todos terminaron frustrados.
"La experiencia es que estas reuniones siempre son un amago de apertura que no se consolida en el tiempo. La diferencia ahora es que Maduro, excanciller, es más práctico que Chávez. Sabe que tiene a la mitad del país en contra y que se enfrenta a una gran crisis económica, de seguridad, y tiene que tender puentes", agregó Noria.
Por su parte, el jefe de la oposición venezolana, Henrique Capriles, quien fue el gran ausente en el encuentro, aseguró que apoyará cualquier iniciativa al diálogo. A través de su cuenta en Twitter, dijo que espera que la reunión "abra una nueva etapa en un país dividido, lleno de problemas". "La pelota está en la cancha del Gobierno, son ellos los que tienen que demostrar si respetarán o no lo planteado ayer por nuestros alcaldes", escribió.
Los analistas coincidieron en que tanto Maduro como la oposición salieron fortalecidos de la cita.
Según Noria, la presencia de la oposición aglutinada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que se está reformulando tras cuatro derrotas consecutivas bajo el liderazgo de Capriles, es un gesto elocuente de cara a la opinión pública. "Capriles hizo bien al no ir, se mantuvo en una posición de equidistancia. Viene de recorrer el mundo y de denunciar que Maduro es ilegítimo y que él ganó las elecciones. La gente no hubiera entendido que hubiera estado ahí, subordinado a Maduro", explicó.
"El reconocimiento que Maduro hace de los alcaldes opositores elegidos se le endosa en su propia legitimación electoral. Un movimiento inteligente", consideró, por su parte, el analista Luis Vicente León, que agrega que "la decisión opositora de asistir al evento es la correcta" y que "no asistir es peor".
Para Romero, el acercamiento a la oposición le permite al presidente "compartir los costos" de las impopulares medidas económicas que podrían estar en camino.
Agencias AFP y ANSA |
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