26 de agosto 2015 - 00:00

Magistratura busca aval para presupuesto 2016

Axel Kicillof, Ricardo Lorenzetti y Ricardo Recondo
Axel Kicillof, Ricardo Lorenzetti y Ricardo Recondo
El Consejo de la Magistratura discutirá mañana el presupuesto del Poder Judicial para 2016. En caso de aprobarse en el plenario, el mismo será remitido a la Corte Suprema para su validación final antes de remitirse al Ejecutivo. Gran parte del presupuesto está destinada a gastos de sueldos de todo el personal judicial. El proyecto de presupuesto contempla alrededor de 17.000 millones de pesos y un incremento estimado, respecto de 2015, del 27%. Hace tres semanas la Corte había apurado al cuerpo colegiado a partir de esta definición necesaria para la economía futura del ámbito judicial.

En 2013, en pleno fragor por la reforma judicial, el kirchnerismo ultra había bosquejado la posibilidad de que el presupuesto definido por la Magistratura no requiera la firma final de la Corte. No llegó a concretarse. Las avanzadas en materia judicial nunca han sido el fuerte de Carlos Kunkel, que por ese entonces también había denunciado a media Cámara de Casación con éxito nulo. Sin embargo, el móvil había sido anticipatorio: la subrogancia de Luis Cabral.

El presupuesto es uno de los principales puntos de fricción entre la Magistratura y Ricardo Lorenzetti. Esto se debe a que mientras el cuerpo colegiado es deficitario, la Corte con su propia partida tiene la posibilidad de ahorrar. El 90% de los fondos del Consejo se utilizan para pagar sueldos que están atados a una de las mejores paritarias, que nunca baja del 30% y que es definida por el máximo tribunal.

Esta discordancia genera enconos porque mientras los funcionarios de la Magistratura dependen de giros del Tesoro para afrontar obligaciones mensuales, observan cómo desde la Corte se operan elevados plazos fijos en moneda extranjera en el Banco Ciudad. Un cuadro que se termina de completar con cierta renuencia del ministro Axel Kicillof cada vez que tiene que firmar un giro del Tesoro para los magistrados. El funcionario rara vez se priva de manifestar el malestar que le ocasionan estas transferencias.

Sucede que los sueldos judiciales son una cuestión permeable en todas las jurisdicciones. Recientemente un juez porteño se quejaba en la Magistratura de la Ciudad de que, a su entender, sus ingresos estaban retrasados en comparación con los jueces nacionales. Para graficar la situación procedió a explicar que a diferencia de sus colegas magistrados, para él era cada vez más difícil mantener su propiedad en Punta del Este. El titular de ese organismo, el peronista Juan Manuel Olmos, que lo escuchaba atentamente, le recomendó que a futuro se abstuviera de recurrir a esos ejemplos.

Además del presupuesto, el Consejo debería discutir mañana quién será el representante del organismo en la comisión bicameral que debe monitorear la implementación de la reforma procesal penal.

Ya se sabe que por la Asociación de Magistrados serán Manuel Caminos y Ricardo Recondo y que por la Cámara del Crimen la responsabilidad recaería sobre Rodolfo Pociello Argerich, firme opositor a ciertos aspectos de la reforma.

La comisión será un espacio de tensiones especialmente después de diciembre, porque ni en los equipos técnicos del macrismo ni en los del peronismo que disputa la presidencial hay demasiada confianza en la reforma tal como está ahora. En ambos campamentos es recurrente la idea de que el cambio hacia el modelo acusatorio tiene pocas chances porque, elementalmente, no cuenta con el apoyo de los jueces.

En esas conversaciones se recuerda la llegada de los juicios orales en la década del 90, cuando todavía la expectativa era que los procesos de instrucción fueran veloces. En el fuero federal nunca sucedió. Las investigaciones de primera instancia siguen durando años, lo cual garantiza, a partir de la matriz judicial, que se extienda el coqueteo habitual entre magistrados y poder político.

Por estos días es una postal común la dedicación que los jueces le entregan para acertar en los resultados electorales, tarea a la cual dedican largas veladas con quienes podrían ser futuras terminales, según sea el destino político. Como esos interlocutores son volátiles, se trata de una faena compleja que, por fortuna para algunos, ya se encuentra en los últimos dos meses.

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