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“Mi muerte va a desenmascarar al régimen de los Castro”
Periodista: ¿Cómo se encuentra de salud?
Guillermo Fariñas: Estoy recuperándome del colapso de la semana pasada. Lo que más preocupa a los médicos que me atienden es el soplo que está sufriendo la válvula vitral de mi corazón. Ambos dicen que se colapsará dentro de unos días.
P.: ¿Cuáles son las razones de su huelga de hambre y sed?
G.F.: En primer lugar, estamos tratando que el asesinato de Orlando Zapata Tamayo no pase impune como un asesinato más del Gobierno de los hermanos Castro. En segundo lugar solicitamos al Gobierno cubano que libere a los 26 presos políticos y de conciencia más enfermos diagnosticados por los mismos médicos del Ministerio del Interior. Estos mismos expertos han recomendado la licencia extrapenal a estos prisioneros.
P.: ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar con su huelga?
G.F.: Hasta las últimas consecuencias. Raúl Castro tiene que comprender que ya estamos en el siglo XXI y que el terror de Estado él no lo puede aplicar. Otra cosa es que la gente lo pueda asimilar. Pienso que el asesinato de Orlando Zapata estuvo premeditado y planificado, porque cualquier indicación o decisión sobre los presos políticos y de conciencia la toma la máxima dirección de este país. Eso me lo han dicho a mí los propios oficiales de la seguridad del Estado ya que he estado preso en tres ocasiones. Creo que Raúl Castro y su aparato de Gobierno están tratando de aterrorizar a la oposición pacífica cubana, a los periodistas independientes, a los blogs independientes y a la sociedad civil en general.
Así es el todo por la patria de Fariñas el rebelde. Hijo de revolucionarios castristas que vivieron en la clandestinidad antes de 1959, Guillermo Fariñas nació en 1962 en la ciudad de Santa Clara, a 270 kilómetros de La Habana. Se crió con sus abuelos paternos ya que sus padres estaban comprometidos con el proceso revolucionario. Su madre formaba enfermeras en barrios pobres y su padre participó en la crisis del Congo, en 1965, junto a las tropas lideradas por el Che Guevara. «Crecí en un barrio marginal. Me codeaba con delincuentes, aunque nunca cometí hechos delictivos. Mi padre, al ver el matonismo y la violencia que me rodeaba, decidió mandarme al Ejército», cuenta Fariñas. Por eso, a los 12 años entró en la escuela militar Camilo Cienfuegos, donde se forman los oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
En 1979, cuando tenía 17 años y se disponía a viajar a la URSS para formarse como cadete militar, recibió una oferta del mismísimo Raúl Castro. «Entró en una taberna donde estábamos y nos propuso a mí y a otros compañeros ir destinados un año a Angola», asegura. Durante esos años, el país africano vivía una cruenta guerra civil librada entre el Gobierno comunista, secundado por la URSS y Cuba, y la guerrilla liderada por Jonás Savimbi que contaba con el apoyo de Estados Unidos y Sudáfrica.
«En Angola viví mi primer desengaño. Pude ver las muchas atrocidades y torturas que cometían las tropas cubanas con el enemigo. Si mis compañeros no obedecían las órdenes y se negaban a ejercer crueldades eran ejecutados por insubordinación. Las atrocidades que cometimos las comparé en ese momento con las que hicieron los nazis en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial».
P.: Granma ha dicho recientemente que usted es un mercenario de EE.UU. y que está a sueldo de su Oficina de Intereses en Cuba.
G.F.: A mí la Oficina de Intereses de EE.UU. lo único que me ha ofrecido son zumos. Además, tiene por norma no ofrecer ningún tipo de financiamiento. No soy un mercenario. Eso es una falacia del Gobierno cubano.
Cuando terminó su servicio en el sur de Angola, a Fariñas lo destinaron a la capital, Luanda, donde fue escolta personal del general Arnaldo Ochoa, mítico guerrillero cubano y héroe de guerra de la revolución castrista cuya sombra marcaría la vida de Fariñas años después.
Terminada su misión en África, lo destinaron a La Habana en 1980 a custodiar la Embajada de Perú. El 5 de abril de ese año vivió como testigo directo el primer episodio del célebre éxodo del Mariel, cuando más de 10.000 ciudadanos cubanos irrumpieron en la embajada peruana de La Habana para solicitar asilo diplomático con el objetivo de abandonar la isla. Al final, más de 100.000 cubanos dejaron el país por el puerto de Mariel, en el noreste de Cuba. El destino elegido por la mayoría fue el estado de Florida. «Este hecho tuvo un gran impacto sobre mí. Yo creía que la mayoría de los cubanos estaba a favor del régimen castrista», asegura Fariñas.
P.: Ha acusado a Raúl Castro de ordenar que lo dejen morir.
G.F.: Sí. Fui carmelito durante seis años, precadete y cadete dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, formé parte de la guardia personal de Fidel Castro, también de la seguridad de las sedes diplomáticas, formé parte de los comandos de las tropas especiales que sirvieron en Angola, fui cadete en la URSS cuando existía todavía. Tengo toda una serie de compañeros de armas que, independientemente de mi posición ideológica, me deben la vida y yo les debo la vida por las circunstancias de guerra que vivimos. Algunos de ellos son personas cercanas a Raúl y me han mandado a través de terceras personas que ha dado órdenes para que me dejen morir. Ha dicho textualmente que «se acabe el circo que tiene montado el negro de mierda ése».
Tras su baja militar, le ofrecieron hacer la carrera de Psicología. En la Universidad de Las Villas comenzaron los problemas. En 1985 lo acusaron de ser seguidor de Freud y de tener ideas cercanas a la Perestroika. Por otra parte, le ofrecieron colaborar con la seguridad del Estado y se negó. Además, su tesis de graduación criticaba los planes de reeducación de menores llevados a cabo por el Ministerio del Interior.
Hasta 1989, año en que la sombra de Ochoa lo apartó para siempre del régimen castrista. Fidel ordenó el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, héroe de guerra en las múltiples intervenciones cubanas en el exterior, por sus vínculos con el narcotráfico. Un episodio que se interpretó como un golpe en la mesa para dejar claro a los militares quién mandaba en Cuba. Tras ser sometido a varios interrogatorios por Seguridad del Estado, Fariñas se posicionó en contra del fusilamiento de Ochoa. «No estaba de acuerdo en legalizar un asesinato».
En 1991, ejerce como psicólogo de los hijos de los opositores políticos. Traumatizados tras ver las palizas, apaleamientos y actos de repudio que sufren sus padres por no comulgar con la revolución.
Comienza a trabajar en el Hospital Pedro Castro de La Habana en 1993. Ese mismo año, en pleno debate sobre la posibilidad de cerrar el centro hospitalario y despedir a todos sus trabajadores, Fidel visitó lo visitó rodeado de corresponsales extranjeros y prensa nacional. Ante ellos, emplaza al comandante en jefe a no cerrar el centro hospitalario. Fidel entra en cólera, Fariñas cava su tumba, pero se gana el respeto de sus compañeros que lo eligen secretario general del sindicato del hospital. Durante dos años, ocupa ese cargo. Denuncia ante la Justicia por corrupción a la directora del centro médico por apropiarse de los fármacos que enviaba como donación la Unión Europea y venderlos en el mercado negro.
P.: Cuba le ha pedido al Gobierno español que le reciba. ¿Usted estaría dispuesto a exiliarse en España?
G.F.: No. El pasado 8 de marzo el consejero político de la Embajada de España, Carlos Pérez, me pidió que valorara una petición del Gobierno cubano para que España me acogiera. Me negué porque nunca he tenido intenciones de salir de Cuba. No acepto ese condicionamiento porque nunca he pretendido ser un exiliado, sino ser o un prisionero político o un opositor dentro de Cuba.
P.: ¿Cómo valora la posición del Gobierno de Zapatero respecto de la muerte de Orlando Zapata?
G.F.: Creo que el Gobierno de Zapatero está pasando por un momento de crisis de credibilidad, porque no se puede ser demócrata y totalitario a la vez. No se puede ser amigo de Dios y del diablo. Si ellos pasaron la dictadura de Francisco Franco, el Generalísimo, donde hubo muchos fusilados, muchos perseguidos -creo que la familia de Zapatero entre ellos- parece que el jefe del Gobierno español tiene una corta memoria al querer hacerle el juego a la dictadura de Fidel Castro debido a las presiones y a los intereses económicos de empresarios españoles en La Habana.
En 2007, Reporteros sin Fronteras concedió a Fariñas el premio Ciberlibertad 2006. También ese año, la ciudad alemana de Weimar le entregó el premio de Derechos Humanos. Fariñas donó el importe al grupo que reúne a todos los presos políticos y de conciencia.
Ahora, vuelve a estar en huelga de hambre. Lleva sin comer ni beber durante casi tres semanas. Su familia -está casado y tiene tres hijos-, su madre y todos los opositores políticos cubanos le piden que ponga fin a su protesta. «Mi hija pequeña me ha pedido llorando que lo deje, pero le he dicho que el amor por la patria está por encima del que pueda sentir por ella y toda mi familia», dice.
P.: ¿Cree que le queda mucha vida al régimen de los Castro?
G.F.: No lo sé, pero sí le puedo asegurar que hay un grado de descontento importante dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y dentro del Ministerio del Interior, que son los aparatos más importantes de represión. También dentro del Partido Comunista de Cuba, donde se habla de la necesidad de hacer reformas. También hay descontento dentro de la intelectualidad cercana a la dictadura. Creo que con mi fallecimiento, el régimen va a quedar desenmascarado.
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