12 de agosto 2011 - 00:00

Molière con más técnica que ingenio

Ni Enrique Pinti, que interpreta un Monsieur Jourdain aporteñado, puede rivalizar en protagonismo con la ya conocida técnica del «Bluescreen» en «El burgués gentilhombre» de Landin.
Ni Enrique Pinti, que interpreta un Monsieur Jourdain aporteñado, puede rivalizar en protagonismo con la ya conocida técnica del «Bluescreen» en «El burgués gentilhombre» de Landin.
Todo siglo tuvo su Monsieur Jourdain y éste también. La figura del nuevo rico, dispuesto a cualquier artimaña con tal de ser aceptado en la corte de turno, ha sobrevivido a todas las épocas, sin importar los cambios sociales que agitaron el mundo desde la Revolución Francesa en adelante. Basta con hojear las revistas de actualidad para descubrir a cientos de personajes haciendo el ridículo en su afán de mostrarse glamorosos o por creerse miembros de la nobleza. Todos ellos, al igual que «El burgués gentilhombre», terminan por mostrar la hilacha.

Esta pieza de 1670 (escrita para Luis XIV) ofrece un material de amplias posibilidades expresivas y un humor picaresco que admite ser intervenido incluso con anacronismos. En cambio, la trama ideada por Molière resulta algo endeble, casi un guión de actuación antes que una comedia de equívocos. Por eso requiere de un avezado director de actores que explore al máximo la comicidad ligera de la obra e impulse a sus intérpretes a jugar con todo el cuerpo, al igual que en la Comedia del Arte.

En esta ocasión el director Willy Landin confió demasiado en las proyecciones y trucos audiovisuales que ya había utilizado con gran éxito en su anterior Molière, «Las mujeres sabias» (estrenada en 2008 en la misma sala) aquí, sin embargo esos mismos recursos se vuelven reiterativos y compiten con las actuaciones. Las escenas de canto y ballet -incluidas en el original- demoran innecesariamente la acción sin aportar mayor lucimiento.

Enrique Pinti divierte con sus morisquetas y su peculiar modo de expresarse (un Jourdain inocentón, terco y aporteñado), pero el verdadero protagonista de la puesta es el sistema de grabación Bluescreen, ya utilizado con el mismo criterio por el famoso videoartista francés Pierrick Sorin, en «La pietra del paragone» de Rossini (Théâtre du Châtelet, 2007).

El truco consiste en filmar a los actores sobre un fondo azul con varias cámaras digitales y proyectarlo en tiempo real, al igual que los decorados de dos pequeñas maquetas ubicadas a los costados del escenario. Esta técnica obliga a los intérpretes a estar pendientes de la cámara y a moverse entre paneles y asistentes de escena cubiertos de azul para no ser vistos. Así, cuando el protagonista golpea una pelota con su raqueta, ésta se eleva y rebota por obra de un ayudante invisible (la misma escena, ideada por Sorin, puede verse en Youtube).

Lo más destacable de la puesta: las discusiones entre Jourdain y su esposa (Lucrecia Capello, una excelente partenaire); las disputas entre los profesores de música, baile, esgrima y filosofía y el ostentoso vestuario del burgués (con simpáticos guiños a varias marcas de moda).

Falta (y se extraña) la escena en que Jourdain es ungido «mamamuqui» por un grupo de falsos musulmanes y derviches amigos del novio de su hija, que aprovechan el ritual para castigar con sus sables al necio burgués. Todo por haber rechazado a un yerno honesto y adinerado, pero sin abolengo.

«El burgués gentilhombre» de Molière. Dir., Esc., Vest. y Luces: W. Landin. Int.: E. Pinti, L. Capello y elenco. Coreog.: E. de Chaperouge. (Sala Martín Coronado- Teatro San Martín).

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