Inspirándose en una ley italiana que impuso la clausura de los hospitales psiquiátricos, el director de “La prima cosa bella” elabora una historia divertida que poco a poco revela un costado dramático.
Casi al final de esta película, se nos informa que en marzo de 2015 entró en vigencia en Italia una ley que impuso la clausura de hospitales psiquiátricos judiciales, derivando a los internos a posibles comunidades con proyectos de rehabilitación, o, directamente, a casas de familia. El asunto tiene sus bemoles.
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Pero esto es sólo una información que el espectador puede leer, o no. Primero está la película, que comienza con tono divertido en una gran finca, una típica villa toscana convertida en psiquiátrico de mujeres bastante calmas, salvo una rubia de aire elegante que todo lo controla, que en todo se mete, que a todas aplasta con su charla interminable, y que realmente conoce la especialidad médica. ¿Será una médica chiflada? ¿O es una inquilina? Según parece, su familia donó la referida finca, con ella adentro.
Pero ella es demasiado viva para quedarse adentro. Y un día logra escaparse rumbo a una vieja relación que la obsesiona. Y se lleva consigo a una chica que también tiene su obsesión. Su enfermedad. Y su prontuario. Las dos tienen prontuario. Pero una de las dos puede ser peligrosa para alguien. ¿O será al revés? De a poco, el tono divertido va dando espacio a un costado dramático. Un trasfondo que nos revela algunas cosas de la condición humana, y de la sociedad y la familia que se cree humana. No corresponde contar más. Sólo decir que esta nueva obra de Paolo Virzi ("La prima cosa bella") es una destacable comedia "a la italiana", con dos actrices excelentes: Valeria Bruni-Tedeschi, y Micaela Ramazzotti. Esta última, dicho sea de paso, es la mujer del director, y madre de sus hijos.
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