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Paker: de Cabaret a las contorsiones de un desdichado
"Estoy al borde de la esquizofrenia", bromea el actor que en septiembre retomará las funciones de "El Principito" (como el aviador) y poco después comenzará a ensayar el musical "Priscilla, la reina del desierto" junto a Pepito Cibrián y Juan Gil Navarro. El debut está previsto para enero de 2014 con dirección de Valeria Ambrosio.
Periodista: Después de "Cabaret" y "Casi Normales" decidió volver al teatro de prosa...
Alejandro Paker: Hice muchos musicales, algunos más agradecidos que otros, pero después de interpretar a Emcee, el maestro de ceremonias de "Cabaret", busqué un personaje que tuviera esa misma densidad y lo encontré en "El hombre elefante". Yo había representado una escena cuando estudiaba con Carlos Gandolfo y quedé fascinado. Después vi la película de David Lynch que me resultó demasiado hollywoodense. Al comienzo parece una película de terror clase B. La obra es muy superior y siempre quise hacerla.
P.: ¿Se entrenó mucho para este papel?
A.P.: Sí, para cuidar mi espalda. Miguel Angel Solá me contó que tuvo muchos problemas físicos cuando estrenó esta obra. Durante una hora y veinte hay que sostener una tremenda contorsión física; ya que la deformidad del personaje está marcada por la composición actoral. Sin maquillaje especial, porque así lo pide el autor. Hace un año empecé a trabajar con una preparadora física que ejercita a acróbatas, bailarines y contorsionistas. Yo siempre hago estas locuras. En "Cabaret" bajé casi 15 kilos. Ahora me rapé la cabeza y adelgacé unos 8 ó 9 kilos. Sin ropa soy impresentable.
P.: ¿Quiso acentuar la fealdad del personaje?
A.P.: Sí, al principio el personaje debe dar repulsión y luego se va revelando como un ser muy puro y espiritual que pregunta y cuestiona con una inteligencia tan inocente que deja a todos sin respuesta. La obra está basada en un caso real que nos permite abordar un tema tan vigente como el de la discriminación. Todos -el poder político, la monarquía, la sociedad, el poder económico, la ciencia y la iglesia- intentan utilizar a este ser en beneficio propio. Es una obra que invita al debate y donde no hay buenos y malos, a diferencia de la película que es bastante maniquea
P.: "Company" le debe resultar un agradable divertimento, al lado de este drama.
A.P.: Es más que un divertimento, porque habla del compromiso en el amor y de las ventajas y contras de vivir en pareja.Yo interpreto a Bobby, el eterno soltero que entra en crisis el día que cumple 35 años. Para él es un momento bisagra porque todos sus amigos ya están en pareja.
P.: Pero no existe el matrimonio perfecto...
A.P.: Así es. Cada uno encontró su manera de relacionarse y firmó acuerdos explícitos e implícitos que son contradictorios y bastante molestos. Pero todos tienen momentos en los que se detestan y otros en los que se aman y necesitan. Es un círculo constante. Mi personaje es un espectador de todas estas situaciones y cuando están con él, todos se permiten ciertas libertades.
P.: ¿Cuál es el conflicto de Bobby?
A.P.: Teme quedarse solo de por vida sino se compromete y a la vez teme que una relación estable lo vuelva demasiado vulnerable. Es bastante mujeriego y pasa de la fobia, al terror y del pánico a la desesperación, al extremo de pedirle casamiento a alguien que no quiere por miedo a la soledad. Es una obra divertida, no porque nos hagamos los graciosos, sino por la identificación que despiertan todos estos personajes. Son ejemplos de lo patéticos que podemos ser en nuestra vida conyugal.
P.: Es una obra de 1970...
A.P.: El autor renovó el libreto en 1990 y la obra no dejó de reponerse nunca. Es muy vigente. Cada matrimonio aporta distintos temas. Está la pareja de compulsivos -él con el alcohol, ella con la comida-; la pareja con problemas de violencia; los que se vinculan por interés económico, los que conviven desde hace tiempo y entran en pánico el día que tienen legalizar su unión y los que después de divorciados siguen viviendo bajo el mismo techo. ¿Quién no pasó por alguna de eso alguna vez? Hay escenas en que uno se ríe por no llorar.
Entrevista de Patricia Espinosa
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