24 de septiembre 2014 - 00:17

Puzzle PJ: el no-candidato, el plan B y un taquillero sin equipo

• El tramo sándwich de la boleta 2015, la gobernación bonaerense, en zona de confusión en todos los campamentos.

Máximo Kirchner, Martín Insaurralde y Felipe Solá
Máximo Kirchner, Martín Insaurralde y Felipe Solá
El desembarco, por ahora un ensayo de laboratorio, de Máximo Kirchner como hipotético candidato a gobernador de Buenos Aires terminó de caotizar la principal plaza electoral, el continente político que aporta un tercio de los votos del país y cobija a dos de los tres presidenciables mejor rankeados.

El factor Máximo, como gestualidad simbólica, fulmina la mínima posibilidad que todavía quedaba de que Martín Insaurralde perdure como candidato K. Congela, además, a los aventurados que se medían el traje de herederos de Daniel Scioli porque la sola insinuación de un Kirchner en la boleta bonaerense desactiva a los Bossios, Mussis y Marriottos que campaneaban en las dos provincias que encierra Buenos Aires.

Máximo, cuya vigencia de hipotético candidato puede caducar en unas horas, o repetir el juego tan Kirchner de transitar la incógnita como recursos de centralidad. En 2005, Néstor Kirchner jugó meses con el acertijo sobre si su mujer sería senadora por la provincia en 2005 y repitió el truco con el "¿pingüino o pingüina?" en 2007. Discípulo de -entre otros- Kirchner, Sergio Massa dilató la definición sobre si sería candidato anti-K en 2013 y reinó, con el menú fijo de la sospecha, durante medio año.

El vaivén como táctica de visibilidad lo ejercita en estos meses Martín Insaurralde aunque su efecto no siempre está garantizado. De hecho, el lomense se enfrenta a la metáfora ardiente de que el pronombre posesivo que eligió de logo, MI, no encaja en las conjugación que recitan en Tigre ni, menos, en la que murmura el peronismo K.

Insaurralde diseñó un plan de zigzageo, una doble nacionalidad en el sciolismo y el Frente Renovador, que le permitiría ocupar el mismo casillero en los dos campamentos y, de ese modo, impedir que surjan competidores firmes y visibles para su ilusión de gobernador. Pero Massa estalló y ordenó mover a Felipe Solá como la variable, sin dejar de darle volumen a Gustavo Posse, el radical de San Isidro. Falta, todavía, que reviva Darío Giustozzi, que asumió como una traición la alfombra roja que el tigrense tendió a los pies de Insaurralde cuando operaba movido por una promesa, real o ficticia, según la cual Massa lo respaldaría como su único candidato a gobernador.

Máximo, por los espasmos de estos días, comparte con Insaurralde el centro de un ring bonaerense volátil y donde, a diez meses del cierre de listas, carece de certezas. Hay una razón básica: la votación 2015 será presindeciable al estreno y el tramo de gobernador parece condenado a ser el jamón del sándwich electoral, por lo cual los candidatos de ese segmento tendrían un protagonismo periférico. La eventual presencia de Máximo en la tira electoral puede alterar ese principio.

En este período, en el entretanto, el tablero bonaerense orbita sobre dos fenómenos curiosos: el "no-candidato" que es Máximo Kirchner y el postulante que mejor mide, Insaurralde, pero que no tiene corpus político y electoral desde el cual encarar, a solas, sin una boleta presidencial, la aventura de la gobernación.

"Con un candiato a presidente, Martín es imbatible. Pero no va a ser fácil tener un candidato", confesó un operador que se mueve a su lado y advierte sobre el escenario complejo que tiene por delante el intendente con licencia. El voto a favor de la Ley de Abastecimiento sumó otro ladrillo a esa pared que lo pone en un no lugar, naufragando entre dos costas opuestas, que arman hojas de ruta que no lo contemplan como un actor.

El massismo redescubrió, mucho por necesidad, a Solá como una oferta atractiva para la provincia. Es el que más mide de los que salieron a andar -es, también, quien tiene el más alto índice de rechazo- pero se topa con el recelo del club de alcaldes más cercanos a Massa. Giustozzi, por su lado, volvió a respirar ante el cambio de clima del tigrense con Insaurralde: ha mandado a ralentizar la campaña y a redefinir su GPS hacia 2015. En Brown entienden, así y todo, que el vínculo entre Massa y el lomense puede, de un chispazo, reverdecer. En el massismo citan a un actor no convencional en ese póker, Marcelo Tinelli, en quien asientan el instrumento para mantener visible y taquillero a Insaurralde o sacarlo del aire.

Ese rol, en el universo K, lo empezó a cumplir el fantasma electoral de Máximo: su sola aparición como hipotético candidato a gobernador, amaga con dejar sin destino las cruzadas electorales de K como Diego Bossio y Patricio Mussi. Mover un dedo, ahora, será sometido al "¿lo sabe Máximo?". En la coreografía K, ayer le tocó a Scioli y a Julio De Vido hablar de la variable Máximo bonaerense, un equívoco donde está prohibido insinuar, siquiera, un desacuerdo.

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