17 de diciembre 2013 - 00:00

Scioli-De la Sota, una foto que perfila los pactos que vendrán

Daniel Scioli, José Manuel de la Sota, Francisco “Paco” Pérez, Luis Beder Herrera
Daniel Scioli, José Manuel de la Sota, Francisco “Paco” Pérez, Luis Beder Herrera
El fuego K sobre José Manuel de la Sota no intimó a Daniel Scioli. Este mediodía, en La Plata, con protocolo de ocasión, el bonaerense recibirá entre pompa y honores a su par cordobés en un movimiento que anticipa, sin dobleces ni ocultamientos, el ajedrez peronista de 2015.

El estallido policial que germinó en Córdoba y se viralizó a las provincias -entre ellas, Buenos Aires- llevó a un estado de incandescencia el ánimo K contra De la Sota. Gestual, en el peor momento de la relación entre el mediterráneo y la Casa Rosada, Scioli lo recibirá en su despacho, abrazado a una tesis incómoda para los ultra K: que la aventura presidencial de 2015, que tiene como escala una interna grande en las PASO, impone ensanchar el universo peronista por encima de las estrechas fronteras del kirchnerismo.

Adepto a los trucos de autonomía, Scioli se arriesga a un pase mágico difícil. De la Sota anotó una mala elección en octubre, fue perforado por el escándalo de los narco-policías y no supo administrar el conflicto con los uniformados. Los tres estiletazos dañan, sino aniquilan, la ilusión del "Gallego" de tener su revancha presidencial luego del fallido intento en 2002 de la mano de Eduardo Duhalde que, antes de bendecir a Néstor Kirchner, probó con el cordobés. Scioli recibe a un De la Sota escorado con el único propósito de ostentar empatías extrabonaerenses para el duelo de 2015.

Lo hizo, antes, cuando visitó a Luis Beder Herrera en La Rioja y cuando pasó varias horas con Francisco "Paco" Pérez en Mendoza. Los dos, a diferencia de De la Sota, orbitan en el dispositivo K. Integran, además, la Liga de gobernadores, entidad que resucitó en los últimos meses y sobre la que pivotea Jorge Capitanich, hoy por hoy el rival previsible de Scioli.

Cancilleres

La postura anti-K de De la Sota es un matiz que no altera la lógica brutal del bonaerense que, cada tanto, a veces por espasmos, avanza sobre el mapa nacional. En ese cajón de arena, sus límites son el panperonismo no el perímetro del peronismo K. Así como el año pasado cenó a solas con De la Sota, tiene contactos fluidos con él y lo invitó a La Plata, Scioli mantiene en reserva contactos con Hugo Moyano y el chubutense Mario Das Neves, o permite que Jorge Yoma, el "Negro", habitué comensal de La Ñata, lleve su nombre como bandera.

Distinto desempeño, formal y blanqueado, tiene otro caballero andante del sciolismo. Santiago Montoya, con la oficina mayor en el grupo BAPRO, recorre las provincias con un Power Point y establece vínculos y enlaces. En las últimas semanas, Montoya estuvo en Salta, Catamarca y Tucumán. Scioli es, dicen en La Plata, su propio operador con los demás gobernadores, pero habilita, cada tanto y sin exclusividad, a cancilleres como correo. Junto a Montoya reapareció José "Pepe" Scioli.

Si fuese lector de Houellebecq, Scioli podría citar el título de una de sus novelas para explicar la tesis política que propone una ampliación del campo de batalla. Simple: el voto K rondó el 33% a nivel nacional y expulsó peronismo -dirigentes y votos, que no son lo mismo- que son necesarios para encarar, con chances, un eventual balotaje en 2015. Scioli ve a De la Sota como una pieza de ese puzzle.

Hay algo más. La entronización de Capitanich como jefe de Gabinete, aunque esté sometido a un goteo que vuelve incierto su futuro, fue leída por el bonaerense como una certificación de que el kirchnerismo tiene -por ahora- otro preferido, pero no lo expulsará de la galaxia K.

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