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Sólo Messi puede repetirse
El matrimonio Messi-Barcelona se formalizó oficialmente el 16 de octubre de 2004, enfrentando en el clásico catalán al Espanyol. Desde ahí, no dejaron de darse alegrías y festejos mutuamente. El club culé ganó cuatro ligas, una Copa del Rey, tres supercopas de España y a nivel internacional alzaron dos Champions League con Messi a nivel estelar (de las tres que consiguieron los catalanes en su historia), una Supercopa europea y el Mundial de Clubes en diciembre pasado venciendo a Estudiantes de La Plata ganándole 2 a 1 con un gol de..., obvio, Messi. El total dice que, en cinco años y medio del rosarino como figura del plantel, se han ganado doce títulos, una verdadera hazaña de difícil comparación.
Alguna vez los detractores, que en la Argentina están a la orden del día, le han apuntado a «Leo» por individualista dentro del campo de juego. Es casi imposible enumerar en estas líneas los premios que ganó en los últimas temporadas, sólo remarcar que a fines de 2009, la revista France Football y la FIFA le dieron carácter oficial a lo que él plantea y cree desde hace más de un año: el mejor futbolista de la Tierra. Ayer cerró una voracidad goleadora sin precedentes en su carrera, quedó primero en la tabla de goleadores de la liga española con 34 goles en 35 partidos jugados (si sumamos la Copa del Rey y la Champions llegaría a 43 tantos), quince años después de que el argentino (nacionalizado español) Juan Pizzi se consagrara como máximo artillero del campeonato español. Pero Messi no se iba a quedar «sólo» con eso: se consagró como Botín de Oro europeo por ser el goleador de todas las ligas del Viejo Continente, siendo el único futbolista en la historia en ganar en la misma temporada también el título de mejor futbolista. Por si fuera poco, el último Pichichi que había llegado a 34 goles fue el brasileño Ronaldo, en la temporada 1996/97 con la camiseta de Barcelona. «Este chico es irrepetible». Las palabras le pertenecen a Pep Guardiola, en obvia referencia a Lionel. Un par de días atrás había declarado con contundencia: «Leo nunca juega mal». Una suerte de padre futbolístico o, quizás, quien mejor haya interpretado dónde, cómo y cuándo utilizar al crack. Indudablemente, ahora en el horizonte del rosarino sólo aparece un objetivo: el Mundial de Sudáfrica; ahí tampoco dependerá todo de él; cómo se lo rodeará, qué expectativas se ponen encima de su figura es una tarea para nada sencilla, pero forma parte de las obligaciones de Diego Maradona como seleccionador. Probablemente, uno de los grandes desafíos que tiene en vistas a la Copa del Mundo: sacar lo mejor de Messi vestido de celeste y blanco. «Leo» acaba de sumar millaje en su registro sin límites de vueltas olímpicas; en el festejo, con haz de luz y micrófono en mano, el 10 tuvo un toque de catalán, pero sin perder su génesis argenta: «Este año no voy a decir nada raro. Simplemente quiero darles las gracias a todos. ¡Visca el Barça! Visca Cataluña! ¡Aguante Argentina, la concha de su madre!». Aguante la madre de Messi, Celia, por hacer un futbolista irrepetible.
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