21 de junio 2010 - 00:00

Un hombre nacido en cuna de oro

Bogotá - Juan Manuel Santos, el economista y administrador elegido ayer presidente de Colombia para el período 2010-2014, nació en cuna de oro y desde siempre conoció de cerca lo que es el ejercicio del poder.

Nacido en Bogotá el 10 de agosto de 1951, Santos es sobrino nieto de Eduardo Santos, presidente de Colombia entre 1938 y 1942, y primo hermano por partida doble del actual vicepresidente, Francisco Santos (son hijos de dos hermanos con dos hermanas). Pero la relación del presidente electo con el poder giró en gran parte en torno al periodismo: su acaudalada familia fue durante décadas propietaria del diario El Tiempo, el principal del país, al que se vio siempre como uno de los grandes sostenes ideológicos de los gobiernos de derecha.

Como lo hicieron su padre y su abuelo, Juan Manuel Santos también pasó por El Tiempo, en el que ocupó cargos directivos y fue columnista. Sin embargo, optó por la actividad política y tecnocrática más directa, con la peculiaridad de que nunca había participado en unos comicios hasta ahora.

A los 22 años, se empleó en la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia e incluso fue delegado del país ante la Organización Internacional del Café, en Londres, en 1981.

Al Gobierno llegó por primera vez con el presidente César Gaviria (1990-1994), quien lo nombró ministro de Comercio Exterior. Más tarde fue un duro opositor al Gobierno del conservador Andrés Pastrana (1998-2002), lo que no fue obstáculo para que terminara convertido en su ministro de Hacienda.

Tampoco se había entusiasmado Santos con Álvaro Uribe, pero luego terminó convertido en uno de sus más fuertes seguidores. Incluso dejó el PL para formar su Partido Social de la Unidad Nacional (de la U), que se convirtió en la principal trinchera del uribismo, lo que explica que al final emergiera como el heredero del popular mandatario.

Santos se posicionó como el sucesor natural de Uribe en su paso como ministro de Defensa, cargo desde el cual asumió y ejecutó la política de mano dura contra la guerrilla, a la que asestó duros y continuos golpes para beneplácito de un país en el que los insurgentes sufren un gran rechazo popular. Esos éxitos, empero, estuvieron empañados por cuestionamientos por violaciones a derechos humanos, en especial por los casos conocidos como «falsos positivos», en los que jóvenes inocentes fueron asesinados por militares que, con el fin de acumular méritos, los hacían pasar por guerrilleros.

No obstante, las acusaciones no hicieron mella y Santos, que no tiene en el carisma su principal fortaleza, ganó. Para los analistas parece claro que, más que por mérito propio, lo hizo por contar con la bendición de Uribe. Su fuerza es prestada, aseguran expertos, y ése será un factor determinante en el rumbo que le dé a su Gobierno a partir del 7 de agosto.

Agencias DPA y ANSA

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