17 de agosto 2010 - 00:00

Un padre del muralismo bien preservado

El enorme mural de Alfredo Guido cubre la parte superior de las paredes del caserón colonial de los Fracassi con el barroquismo más excesivo de América.
El enorme mural de Alfredo Guido cubre la parte superior de las paredes del caserón colonial de los Fracassi con el barroquismo más excesivo de América.
Rosario - El programa «Entre Centenarios» incluye un ciclo de conferencias y visitas guiadas, entre ellas dos importantes para ver los murales que realizó Alfredo Guido en la Escuela Normal número 2, y en la casa del psiquiatra y decano de la Facultad de Medicina, Teodoro Fracassi. El primero tiene una superficie de 200 metros cuadrados y fue realizado sobre tela para la Exposición de Sevilla; el segundo ha permanecido oculto desde 1927 prácticamente hasta hoy, en la casa de una familia que preserva intocables, el arte, los muebles y algunos objetos decorativos. La casa, obra del arquitecto Ángel Guido y el constructor Víctor Avalle, hermano de Sara Fracassi, parece surgida de un sueño fantástico.

En las calles San Luis y Corrientes, Ana Fracassi abre una enorme puerta de hierro que conduce a la década del 20, los años en que sus abuelos construyeron ese inmenso caserón neocolonial. Con sus diferencias, la casa rosarina se asemeja a La Pedrera o la Casa Milá, el edificio modernista de Gaudí que desde 1992 es un Centro Cultural de Barcelona. Su arquitectura es un alucinado pastiche, tiene un patio andaluz con una fuente en un rincón del living, un palco para la orquesta, ventanas con vidrios emplomados y en vez de escudos nobiliarios, adornos incaicos. Además está el mural. La enorme pintura cubre la parte superior de las paredes del comedor con el barroquismo más excesivo de América. Sus colores son tan encendidos que la crítica de arte Beatriz Vignoly los definió como «psicodélicos». El mural muestra las escenas de un viaje a Bolivia sin ocultar la alucinación que provoca la altura, perceptible en las exaltadas tonalidades rojas y naranjas en abierto contraste con las verdes y azuladas. Los ritmos de una pintura del lago Titicaca se extienden como un relato sin fin y sin pausa.

El autor del mural, Alfredo Guido, fue escenógrafo del Colón, de allí la teatralidad de su obra. Cabe aclarar que en esos años le enseñó la técnica al fresco al artista Juan Carlos Castagnino. Las clases de Guido fueron un antecedente que sin duda tuvo en cuenta años más tarde el muralista David Alfaro Siqueiros. En 1933 el mexicano convocó a Castagnino como ayudante, para pintar «Ejercicio plástico» en la quinta de Natalio Botana, junto con el rosarino Antonio Berni. La participación de Berni en Don Torcuato y, sobre todo, los murales que realizó Guido cinco años antes del arribo de Siqueiros, contribuyen a explicar que el más auténtico muralismo argentino surgiera en Rosario.

Como quien libra una batalla contra el destino, Ana Fracassi defiende el patrimonio artístico rosarino que está en manos de su familia, y cuenta que nunca falta alguno que ofrece dinero para llevarse el mural. Eso sí, cortándolo en pedacitos, como a «Ejercicio plástico».

A.M.Q.

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