19 de octubre 2018 - 17:53

Un viaje al corazón de Montserrat para degustar los sabores típicos de Calabria

A pocos metros del Congreso de la Nación, mientras el barrio descansa después del ajetreo de oficinistas y comerciantes, cobra vida María Fedele, un ristorante con la impronta del sur de Italia, “escondido” en la sede de la Asociacion Nazionale Italiana.

Imponente. La fachada de la Asociación Nazionale Italiana. Para ingresar al ristorante a comer rico (y mucho), hay que tocar el timbre.
Imponente. La fachada de la Asociación Nazionale Italiana. Para ingresar al ristorante a comer rico (y mucho), hay que tocar el timbre.
No se trata de un polo gastronómico. El paisaje, corporativo, gris, silencioso, al principio desconcierta. Pasadas las seis de la tarde el barrio de Montserrat entra en modo off. Las persianas de los comercios están bajas. Las oficinas dejaron de latir hace un largo rato. En la esquina, un bar sigue abierto, pero sus mesas están vacías.

Encontrar estacionamiento es fácil y eso es sin dudas un valor agregado. Allí, en Alsina 1465, un edificio se destaca, imponente, del resto de la arquitectura de la cuadra. Se trata de la Asociación Nazionale Italiana, institución que atesora en su interior una verdadera joya a descubrir para los sibaritas. Sobre todo aquellos que buscan vivir experiencias distintas. Esa es la premisa de María Fedele, el único reducto con profundos estigmas italianos en la City porteña. Dicho en otras palabras, el mejor restaurante italiano de Buenos Aires.







Antes de hacer la reserva previa (la única manera de conseguir una mesa) es conveniente tener en cuenta algunos consejos. A tomar nota: en María Fedele no existe una carta, el cliente no pide, come lo que propone el chef Ariel Paoletti. El menú cambia todos los días. También es importante dejar el reloj en casa y traer mucho apetito. ¿Por qué?: sirven 18 platos (sí, 18). Es una mixtura de colores, aromas y sabores que pasan por la vista, el tacto, el olfato y, por supuesto, el paladar. "Por este motivo tenemos un solo turno. La idea es que vengan y disfruten. Es una experiencia integral que no sólo pasa por la comida", afirma orgulloso Gonzalo Espinosa, quien es algo así como un gerente general todoterreno. Gonzalo es especialista en administración, le fascina la comunicación y el marketing y es amante del mundo de las finanzas. Aunque él se defina como "un integrante más de este equipo maravilloso que se convirtió con el tiempo en una gran familia". Ese clima familiar se respira desde los minutos previos a ingresar al lugar.



Como en cualquier casa de familia, para ingresar al ristorante hay que tocar el timbre, instalado en el lateral de una antigua puerta de algarrobo de casi tres metros de altura. Caminar esos 15 o 20 pasos hasta el salón comedor es un espectáculo aparte. A la izquierda, dos mujeres hablan en una oficina. En la sala continua, un docente da clases a un puñado de alumnos. De golpe, el sitio se convierte en un pedazo del sur de Italia. Un pasillo mágico con paredes adornadas de banderines, objetos de todo tipo, forma y color, un par de mesas desparramadas casi al azar.

Una puerta introduce a un mundo de antaño, con cuadros y fotos que recuerdan a otras épocas, las de los inmigrantes, la de nuestros abuelos, de barcos a vapor, de la italianidad apenas arribada a la Argentina. El paso siguiente es sentarse y dejarse sorprender. Porque la cocina y la comida son una filosofía de vida para los italianos y María Fedele logra esa atmósfera especial que traslada al comensal a lugares insospechados. Y hay que vivirlo para entenderlo.

EXPERIENCIA FEDELE

Ángel, Fernando, Esperanza y Guadalupe van y vienen. Sirven la comida. Mientras, explican cada detalle sobre la elaboración y los productos de aquello que dejan arriba de la mesa. Así se suceden chacinados y embutidos (algunos imperdibles como la mortadela con pistachos), berenjenas asadas con ricota de oveja, chorizos a la pomarola, cazuela de alcauciles con huevo, polenta frita con salchicha parrillera y tuco, bruscaiola. Luego las pastas y finalmente los postres, donde el cheesecake de pistacho se lleva todos los elogios.



Ariel y Sergio Paoletti son los socios fundadores. Ariel, reconocido chef, está a cargo de la cocina. Trajo de su experiencia en distintos restaurantes europeos todo el know how necesario para llevar adelante este proyecto innovador.

"El que viene acá no puede volver todos los días, pero no por el dinero ($640 los miércoles y jueves y $690 los viernes y sábados, más la bebida), sino porque come mucho", explica Gonzalo, quien agrega que la mejor promoción del lugar "es el boca a boca" y cuenta que "el salón está siempre lleno".

Los ingredientes más característicos de la comida de Calabria son el aceite de oliva, el jamón crudo, la berenjena, el ajo y la canela en todos los dulces. "También hacemos fiambres en la cocina del restaurante, tenemos nuestro propio aceite de oliva y recientemente sacamos un vino", concluye Espinosa.

Pasan las horas. Uno se olvida del reloj. Atravesar la puerta de salida da cierta nostalgia. Pero el comensal sabe que va a volver. Aún con todos los sabores de Calabria revoloteando en su boca y el corazón contento de haber estado cenando como en la casa de la nona.



QUÉ COMER

PARA EMPEZAR


12 variedades por cena: 3 fiambres + 4 calientes + 5 vegetales y quesos.

PARA SEGUIR

2 variedades de pastas: 1 rellena + 1 simple + 2 salsas distintas.

PASO 3

1 carne + guarnición.

MESA DULCE

3 variedades de postres.

IMPERDIBLES

Prosciutto, burrata, antipasto siciliano, longaniza calabresa con pomodoro, osobuco, babá napolitano; canolli; sfogliatella.

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