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Una colección excepcional actualiza el tema patrimonio

Esta vista de altura de la Aduana Taylor, una de las joyas de la arquitectura que han perdido los porteños, integra la irrepetible colección de más de 1000 fotografías de la colección de Mike Kessler.
Para los especialistas, la colección de Mike Kessler, forjada con empeño y sobre todo una gran intuición, es "algo nunca visto, dada la calidad y cantidad de las piezas reunidas". Para el lego en la materia, visitar la muestra y recorrer la historia a través de las imágenes, es un privilegio. Por momentos, la realidad confronta el imaginario y, en ocasiones, las visiones del pasado resultan sorprendentes o sencillamente conmovedoras.
Si bien es cierto que los medios masivos de comunicación inundan con un torrente inagotable de imágenes de todos los tiempos los ojos de todos, también es preciso reconocer la cualidad indiscriminada de ese caudal: un mix donde lo real y lo virtual se confunden; difícil de situar en algún contexto histórico o territorial.
Entre los álbumes fotográficos del Río de la Plata, figura el de Antonio Pozzo, quien acompañó a Julio Argentino Roca en la Campaña del Desierto y regresó con testimonios visuales, un documento imprescindible. Luego, en otro orden de cosas figura el álbum de Tomás Bradley con las fotografías de un acontecimiento único: el paso a paso de la construcción de una gran ciudad. Las imágenes revelan cómo fue cobrando forma el diseño de La Plata, los planos que hoy son patrimonio de la humanidad (y no la ciudad cuya arquitectura se ha degradado), un modelo que años más tarde se repitió en Belo Horizonte, Brasil.
Hay en la exposición algunas rarezas, como el álbum de fotografías de Christiano Junior seleccionadas por un coleccionista que ostenta entre sus piezas algunas hasta hoy desconocidas de excepcional calidad. A la lente de Junior no escapaban "las bellas cualidades morales que adornaban a la sociedad", ni mucho menos la psicología de una burguesía provinciana que miraba confiada hacia adelante, como si viera el país creciendo frente a sus ojos.
La exhibición se denomina "Fotografías Antiguas Rioplatenses", está curada por el presidente de la Sociedad Iberoamericana de la Fotografía e historiador en la materia, Abel Alexander, comienza con los pioneros de esta disciplina y llega hasta las primeras décadas del siglo pasado.
Hay imágenes de una Argentina que con paso firme se encaminaba hacia el progreso. En fotografías se divisan los campos de extensión desmesurada, las poblaciones aborígenes; las provincias, los ranchos y las estancias; las bellísimas quintas y las primeras fábricas de un país que supo soñar con la industria; las expresiones incipientes de una arquitectura elegante; los teatros, las iglesias y escuelas y el ferrocarril. Están las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, cuando todavía eran aldeas y cuando comenzaron a gestar su grandeza. Entre las joyas de la arquitectura que han perdido los porteños figura una vista de altura de la Aduana Taylor que se mantuvo en pie tan sólo 40 años y fue demolida en 1894, o la estación Central, destruida por un incendio en 1897.
Pero éstos son unos pocos títulos apenas del nutrido catálogo. El antecedente de la Colección Kessler, dada su importancia, fue la de González Garaño, que se dispersó de la noche a la mañana sin que quedaran registros. El catálogo razonado publicado por Hilario es, en sí mismo, una obra de referencia para el estudio de la fotografía antigua.
Ante estas reliquias que deberían formar parte de la memoria colectiva de las nuevas generaciones que pueblan este mismo suelo, el valor patrimonial de la colección es un tema ineludible. ¿A dónde irán a parar estos testimonios históricos insoslayables para el investigador? Frente a las imágenes que rinden cuenta del pasado y resultan tanto o más elocuentes que las palabras, surge el interrogante: ¿quién protege el patrimonio fotográfico cuando es único e irrecuperable? Una política de preservación patrimonial, ya sea pública o privada, debería encontrar el justo equilibrio entre los intereses sociales, culturales y económicos.
En su ensayo "El patrimonio de los dragones", Italo Calvino analiza en 1980 la muestra del Gran Palais de París, "Ayer Mañana: Artes, Tradiciones y Patrimonio", exposición que rescata la época en que la Enciclopédie valora y cataloga las "artes mecánicas". "La conciencia de algo que está por perderse es siempre lo que mueve a la veneración por estos humildes vestigios", sostiene Calvino. Agrega que la exposición destaca el papel que han desempeñado las colecciones privadas y el mercado de antigüedades. Y concluye: "La palabra 'patrimonio', cara al viejo corazón de la Francia balzaciana y ahorrativa, crea la impresión de algo insólito, sustancioso, capitalizable (mientras que los italianos decimos 'bienes culturales', expresión carente de cualquier connotación de posesión y concretez); tal vez sólo el reflejo del interés material puede contrabalancear la tendencia a cumplir el gesto instintivo del hombre contemporáneo: el gesto de arrojar a la basura".
La trayectoria de Mike Kessler pone en evidencia el papel crucial y determinante para la protección del patrimonio que pueden cumplir los coleccionistas.
Al cabo de tres décadas de búsquedas y hallazgos, Kessler reunió los principales protagonistas de la fotografía antigua de la región del Plata que comprende Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, extendiéndose hasta Chile y Bolivia. Álbumes del siglo XIX con fotografías originales, álbumes de impresión fotomecánica y un conjunto de fotografías individuales. Convertido en un especialista, formó parte del grupo fundacional de la Western Photographic Collector Association (WPCA), entidad afiliada a The Californian Museum of Photography de la Universidad de California. El gesto del estadounidense al enviar su colección codiciada sin duda por la Universidad de California- de vuelta hacia el Sur, debería leerse como un mensaje.
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