11 de julio 2016 - 00:00

Wall Street, de fiesta: la Fed no sube la tasa

El mercado accionario reaccionó al sorpresivo dato de empleo. El S&P marcó récord en 2.130,82 puntos. Pocos creen que Janet Yellen actúe en setiembre.

Wall Street, de fiesta: la Fed no sube la tasa
Wall Street no cree en lágrimas. Mucho menos después de desayunarse con la creación de 287 mil nuevos empleos netos en los EE.UU. en junio. Fueron 100 mil más que los esperados. Y brotaron en el momento justo ya que mayo, revisado a la baja, apenas había sumado 11 mil. La sorpresa catapultó al S&P 500 a un frenesí que lo ubica apenas un punto por debajo de su cierre récord de todos los tiempos. Las 2130.82 unidades del 20 de mayo del año pasado (y el máximo histórico intradiario de 2134 puntos) están a un tris del sobrepaso.

Wall Street tiene razones que la razón, y los bonos del mundo, desconocen. El "brexit" y su secuela de consecuencias adversas espantan al profano (y a una legión de grandes inversores). La insólita huida de los líderes pro-"brexit" (Johnson y Farage a la cabeza) de sus lógicas responsabilidades tras el triunfo en el referendo, el súbito "corralito" en los fondos inmobiliarios londinenses (ante la previsión de un declive de dos dígitos en los precios de oficinas y centros comerciales), las dudas renovadas por la suerte de los bancos italianos (o, como se defienden en la península, de los bancos europeos en general), y hasta la presión destemplada que ejerce Alemania sobre España y Portugal para sancionarlos por sus incumplimientos fiscales en hora tan sensible, componen un cuadro nada alentador. La incertidumbre es grande y los bonos de todos los Tesoros comparten una única certeza. Nada bueno le espera a una economía mundial postrada en la anemia, a la intemperie de una inflación bajísima (imposible de elevar a la modesta meta anual del 2% por ningún medio de los muchos intentados). Es la era del hielo. Más de la mitad de los bonos soberanos de la eurozona rinden bajo cero. Cuando se suman las obligaciones que prometen retornos negativos en el mundo (en Japón y Suiza las hay a montones) la cifra total orilla los 12 billones de dólares. En Gran Bretaña y en los EE.UU. las tasas de interés todavía son positivas pero ya han traspasado los mínimos que albergaba la historia. El oasis se consume rápido.

¿Cómo explicar la extraña dualidad de máximos en la Bolsa de Nueva York y tasas largas en un piso, con frecuencia, bajo cero? ¿Qué saben las acciones que los bonos no quieren ver? El informe de empleo, en principio, ratificó que la economía de los EE.UU. conserva pujanza. ¿Deflación? ¿Adónde? Un aumento de los salarios por hora del 2,6% confirma el leve repunte que, por otras vías, denotan los índices de inflación. Todo indica que el PBI nominal se abre paso a una tasa que triplica -cuanto menos- el rendimiento del bono del Tesoro a 10 años. ¿Quizás se tema la emboscada de algún traspié crediticio? A decir verdad, el aplanamiento de las curvas de rendimiento atiza susceptibilidades, pero las canastas de bonos basura y de préstamos apalancados, ambas entusiastas, cotizan también en la cumbre (si se computa la reinversión de intereses).

Una clave de la convivencia pacífica (y duradera) de visiones tan disímiles estriba en el rol que se avizora para la Fed. Ningún analista espera que en la reunión del 26 y 27 haya intervención. Algún observador avezado -como John Hilsenrath, del Wall Street Journal- puede especular que si la data económica sigue con el pie derecho podría influir en un cambio de actitud en septiembre, pero después de tantas marchas y contramarchas nadie más lo creerá. Quizás sea el mejor de dos mundos, uno en el que la economía repunta (y las acciones apuestan a una inminente recuperación de la rentabilidad) aunque la incertidumbre y la fragilidad del contexto persisten (dando pasto a los bonos). Un mundo que requiere una Fed de brazos cruzados -y un dólar calmo- para convalidar el anchísimo espectro de las expectativas. Parecería mucho pedir, pero sólo hay que rogar que no cambie, es lo que tenemos hoy en día. Con los balances empresarios en las gateras, Wall Street no va a titubear. Facturará con gusto y al contado toda mejoría que pueda acreditarse.

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