Es importante destacar la participación de los artistas argentinos en la II Bienal de Arte de Buenos Aires, ya que la presentación tan valiosa y variada de creadores de otros países generó un diálogo enriquecedor en esta II Bienal que presentó a 25 argentinos sobre un total de 190 artistas. «Ojos que no ven», la video-instalación de Luis Campos, que el jurado Internacional distinguió con el premio Latinoamericano al Video, presenta la mirada y la percepción de la realidad. Una bala se dirige a la sien de una persona que aparta su visión de lo que tiene delante, de lo que ve. Hernán Dompé expuso «El rayo», materializando una perspectiva que debe entenderse como apoyada en la certeza de que la vida humana ha disuelto las relaciones orgánicas que vinculaban al hombre con la naturaleza. Su remisión al universo precolombino, en este caso con una forma totémica, aspira al rescate de cánones que participan de un código. Norberto Gómez presentó dos obras en resina poliéster, «La nave» y «Quemado», fragmentos de vísceras y otros órganos del hombre (interior/exterior) que aluden a mutilaciones terribles. Gómez ideó una particular anatomía, producto de inéditas inter-venciones quirúrgicas, ausentes de todo manual de medicina pero sí a través de su admiración por artistas como Francis Bacon o Jackson Pollock, en el terrero de las dos dimensiones de la tela pintada.
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En la video-instalación «Querer... poder... hacer... girar... nuestro propio mundo», Marie Orensanz integra dos líneas constantes de su trabajo durante las últimas tres décadas: la fragmentación y el diálogo entre palabra, pensamiento y objeto. La magia y la ciencia ofrecen su aporte a la creación estética, a la multiforme imaginería de Orensanz, permitiéndole universalizar su mensaje. No hay posibilidad de contemplación pasiva frente a sus obras.
La escultura de Miguel Harte conjuga artificio y naturaleza en una imagen singular. Despersonaliza lo visual y presenta una obra en poliéster uniendo la abstracción y una figuración inquietante. Literal o metafóricamente, el hombre tiene presencia protagónica en su universo de seres, formas y materiales inusitados. Luis Fernando Benedit presentó «Sur-Sur, un rancho de madera incluido en otro de acrílico, y también de madera. La evocación y la memoria histórica son elementos claves en su obra. Benedit conjuga el arquitecto con el diseñador: la casa como espacio de protección surge en distintas versiones. Al relevar el mundo campesino del país en su etapa agrícola, cuando aún no se había iniciado la transformación tecnológica, refleja con talento como ciertos elementos, como el rancho, todavía se utilizan en la actualidad: un resabio impuesto por la pobreza o por las costumbres.
• Correas
La obra de Nora Correas tematiza el tema del poder en «Panorama de hoy y de mañana», utilizando diversos materiales: vidrio, resina, plomo, madera, acero inoxidable, petróleo y agua. Sobre dos recipientes de vidrio, con agua uno y con petróleo el otro, siete cabezas de acrílico representan el vacío, la velocidad, el dinero y la violencia, generadores de la presente guerra por el petróleo, y germen de las futuras por el agua. En su instalación «ADN», Mónica van Asperen construye un lenguaje abstracto que representa el archivo del patrón genético. La obra, que plasma la relación entre belleza y fragilidad, está materializada con aire que expanden burbujas de cristal, sostenidas por agujas. AnankeAsseff señala un área de fascinación consumista, a través de sus fotografías digitales. Las obras dejan de ser un mero lugar de tránsito, para resignificarnos mediante sujetos/objetos, el vértigo y la desintegración. «Decir sin gritar» --frase que caracteriza a Asseff en estas obras-universaliza un discurso, relacionado con el «medio que habitamos», a través de una manipulación digital.
El eje del friso de Martín di Girolamo es la imagen de la mujer según algunos cánones contemporáneos. «Trei Weigel», «Draghixa» y «Zara White», son fragmentos de una instalación de siete rosetones, con representaciones de actrices pornográficas. «Desconocido sobre fondo rojo» y «Desconocido naranja», son dos telas con cabezas y vendajes vacíos, en los que Daniel García vuelve a recurrir a la simbología de la enfermedad. Las partes del cuerpo que García abstrae y realiza fuera de toda proporción, convocan a múltiples referencias simbólicas: lo que está enfermo es el mundo, enfermo de angustia, de soledad de miedo. «Quién lo sigue», el tríptico de dibujos de Luis Marzoratti no expone un solo significado sino varios, a modo de fragmentos, en cada uno de los cuales hay preguntas sin respuestas y respuestas sin preguntas: la suma no entraña un mensaje, sino distintas vías de interpretación.
En torno al devenir, la incertidumbre y los límites de la nada, Andrea Juan desarrolla su Teoría de una catástrofe con imágenes redundantes y ruidos ensordecedores de los glaciares. Median-te el uso de valores: blancos, grises y negros, la obra digital de Marta Cali alude a una sala de guardia de un hospital. El ritmo creado por la luz sugiere la sensación de profundidad y movimiento. «26 de junio de 2002, las lanzas», el homenaje a Velázquez de Tomás Espina aborda la temática de la violencia en la sociedad actual, elaborada a partir de una imagen publicada en varios medios de comunicación. Desde el título, el joven artista de 27 años, hace una alusión a una creación significativa de la historia del arte, «La rendición de Breda», de Diego Velázquez, que representa la entrega simbólica de las llaves de la ciudad de Breda a Spinola (se refiere a las luchas entre España y Holanda en la XVII). «Lily's bijou», «Ilusión Champ d'Elisse» y «Berta's book», son las tres obras de Alejandro Kuropatwa. Aunque cada foto sea un hallazgo del momento, la obra surge de una composición. «El crimen perfecto», son las fotografías de Facundo de Zuviria que despliegan en imágenes las reflexiones de Jean Baudrillard sobre «el asesinato de la realidad». El exterminio de la ilusión vital, la ilusión radical del mundo. El pensador francés observa que si no existieran las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin víctima y sin móvil.
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