8 de enero 2007 - 00:00

Casi nadie compra arte para especular

En muy pocos casos quien compra arte en forma particular o en subastas especula con unaganancia futura; generalmente lo hace por el placer de disfrutarlo o poseerlo, o como unsímbolo de prestigio y ascenso social.
En muy pocos casos quien compra arte en forma particular o en subastas especula con una ganancia futura; generalmente lo hace por el placer de disfrutarlo o poseerlo, o como un símbolo de prestigio y ascenso social.
Cuando una persona tiene satisfechas sus necesidades primarias de alimento, habitación, servicios médicos, educación y entretenimiento, continúa con gratificaciones personales como viajes y cambios de auto. Estos dos rubros son los preferidos por los argentinos.

Se estima que este año cerca de un millón de autos cambiaron de manos y de ellos cerca de 450.000 eran modelos nuevos. En materia de viajes vemos todos los aeropuertos y estaciones de ómnibus colapsados ante la enorme demanda de pasajes para estas vacaciones de verano. Satisfechas estas demandas genuinas, algunos (que no son más de 37.000 personas en nuestro país) piensan en adquirir una obra de arte, por distintos motivos, como el mero placer de disfrutarla y poseerla o bien para decorar su casa u oficina, o también como un símbolo de prestigio y ascenso social.

  • Decoración

  • Generalmente cuando adquiere una obra, el comprador ya sabe dónde la va a colocar, lo cual demuestra que la decoración es la primera de las motivaciones. No existen especuladores en la compra de arte, que atesoren las obras en depósito esperando que el mercado las valorice. Tampoco existen fondos comunes de inversión en gran cantidad, ya que las cargas impositivas por entrar y salir del mercado son muy gravosas y se llevan las ganancias al fisco; en estos casos, superan el 24 por ciento promedio de carga fiscal. Si las compras se hacen en subasta, tienen una carga del 11.2 por ciento en la comisión del vendedor y cuando se vende, una carga superior al 20 por ciento.

    En muy pocos casos, el comprador de una obra de arte considera que la venderá en algún tiempo, y cuando se desprende de ella, en general, es porque la heredó y no la eligio él, o bien porque hace liquidez para afrontar compromisos o nuevas adquisiones de arte o de otros rubros.

    Formar una colección es un deseo de muchos y en pocos casos se concreta. Generalmente el primer responsable es el que desea hacerla y no tiene en claro cómo llegar a formarla. Erróneamente se denomina «colección» a una cantidad grande de obras (por ejemplo, que supere las 30) y el único criterio es el gusto personal o las facilidades económicas que tiene el comprador en un momento dado. Cabe resaltar que aquellos que adquieren obras de arte tienen un valor agregado único e irrepetible que es el valor del disfrute a diferencia de otras adquisiciones que carecen del mismo, como la compra de acciones o colocaciones en bonos o especulación en inmuebles. Aquellos que tienen una obra de arte tienen el placer de contemplarla, compartirla con sus amigos, prestigiar su hogar o despacho, y ver cómo se valoriza en sus paredes sin tener que pagar por ello impuestos o tasas o expensas comunes.

    Vivir con arte es mejorar nuestra calidad de vida y genera un rédito espiritual que en la mayoría de los casos supera el material. También aquellos que coleccionan arte contemporáneo En muy pocos casos quien compra arte en forma particular o en subastas especula con una ganancia futura; generalmente lo hace por el placer de disfrutarlo o poseerlo, o como un símbolo de prestigio y ascenso social.

    Cada vez son más los que se incorporan al mercado y la demanda aumenta, lo cual motiva una suba de los precios. Como se ve, las motivaciones para comprar arte son numerosas; una obra de arte no un bien suntuario; sino parte de una vida mejor.

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