José Cura
debuta
mañana en
el Coliseo en
la versión de
concierto
de «Sansón
y Dalila»,
de Camille
Saint-Saëns.
Señala a la mezzosoprano Cecilia Díaz, al barítono Luis Gaeta y (por supuesto) a sí mismo, y exclama: «Lo más importante, para mí, es esta Selección Nacional». Así inició ayer el tenor argentino e internacional José Cura su reunión con el periodismo. Cura está nuevamente en el país (llegó con el tiempo justo) para sumarse desde mañana a las representaciones de «Sansón y Dalila», ópera de Camille Saint-Saëns con la cual continuará en el Coliseo, aunque en versión de concierto, la acotada temporada lírica del año.
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Continuando con sus metáforas futbolísticas, Cura continuó: «Hace unos años, cuando los jugadores eran buenos la gente gritaba «¡Al Colón! Al Colón!». En eso estamos: Sansón sin Dalila. y sin el Sumo Sacerdote que confabule, no sirve para nada. Me encanta estar con mis colegas, haciendo esto juntos». Y, dirigiéndose a Gaeta, agrega como al pasar: «¿Te acordás, Luis, cuando hicimos 'La Hacienda' de Pompeyo Camps? Yo hacía un papel mudo. Hablando en serio: desde la habitación de mi hotel yo miraba al Teatro Colón, y tuve una sensación similar a la que se tiene cuando en un hospital cuando se visita a un ser querido que va a ser intervenido, con la bolsa de suero, entubado. Así veía hoy al Colón. Esta es la impresión que tuve. En esos casos los médicos dicen: 'háblele al enfermo'. Por eso, hay que hacer lo posible para que el Colón sobreviva a este momento de terapia intensiva. Cuando pase todo, y le saquen los tubos, el Colón va a ser el gran centro de la música que siempre fue y estará a full».
«Sansón y Dalila» es una de las óperas favoritas de Cura. Existe en el mercado una muy buena grabación en CD, dirigida por Colin Davis. Y ahora también ha aparecido un libro que se presenta en el Patio Bullrich el sábado 30: «José Cura, un titán de la lírica en Sansón». Esta vez, sin embargo, la versión de concierto no le permitirá lucir su musculatura para derribar las columnas del templo.
Cura continuó hablando de la restauración: «Cuando un teatro se cierra por los motivos que se cerró el Colón hay que seguir trabajando. Así pasó en el Covent Garden, que estuvo inactivo cuatro años, y que se transformó en uno de los teatros más importantes del mundo desde el punto de vista edilicio. Es chapa y pintura, no es cambio de corazón. En el mundo están diciendo que les parece bien que se estén tomando las riendas del Colón, para que todos tengan ganas de viajar allí y no ocurra como antes, cuando se decía: 'no te metas con el Colón porque no sabés cómo vas a terminar'. Sé que cada vez que abro la boca genero polémicas, pero bueno, sé que cuando el Colón se reabra estará más lindo que nunca. Lo único que lamento es que en el año del centenario, por cuestión de agenda, no voy a poder viajar. Pero algo vamos a hacer».
Periodista: ¿Qué sería ese algo? José Cura: Podría ser un concierto, pero nada grande ni nada serio. Mi regreso sería en 2010. Y una de las cosas que deseo es que continúe Marcelo Lombardero en la dirección artística del teatro. El Colón no tiene sólo un lifting sino una transfusión de sangre. Y en estos casos el médico no se debe cambiar. En 2010, con mucho gusto vendría a cantar «Peter Grimes» de Britten. Haría mi debut en ese papel.
P.: ¿Y qué le representa el personaje de Sansón?
J.C.: Es un ser muy primitivo, casi un animal, y su actitud es vengarse. Por eso elige matar a todo el pueblo e inmolarse. Sus actitudes siempre son de ese rango: come como un animal, hace el amor como un animal, reacciona como un animal. Sansón no es una figura «crística» (sic, por Cristo), esto es equivocado. Interpretarlo como un profeta, como un hippie de los '60, algo así como «peace and love», no está bien. Sansón estimula a que el pueblo se levanta en armas. Se transforma en un revolucionario, es un violento. Los judíos son sojuzgados por los filisteos. La ópera nos habla de sensaciones animales, de un vengador que se levanta para matar y vengarse. Eso es Sansón; en última instancia, es un débil. Cae atrapado por su exceso de vanidad. Cae y no sólo porque le cortan el pelo sino, según una interpretación psicoanalítica, porque lo castran.
P.: ¿Un fundamentalista?
J. C.: Sí, aunque en ese entonces no había aviones para arrojarse sobre las torres, ni había misiles. Los fundamentalistas siempre existieron. De Oriente o de Occidente la violencia siempre es la misma. En ese sentido, Sansón es un personaje tremendamente moderno. No ha cambiado nada, lamentablemente. Sansón mata en nombre de Dios, tal como ahora. Tiene poca espiritualidad, tal como la espiritualidad del siglo XXI.
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