12 de septiembre 2008 - 00:00

Exhiben al talentoso Zimmermann

Las fotohistorietas de Marcos Zimmermann desafían la miradadel espectador y lo ponen en el trance de decodificarlo que él ensambla, yuxtapone y relaciona en una sucesiónque puede ser infinita.
Las fotohistorietas de Marcos Zimmermann desafían la mirada del espectador y lo ponen en el trance de decodificar lo que él ensambla, yuxtapone y relaciona en una sucesión que puede ser infinita.
Marcos Zimmermann trabajó como fotógrafo en películas argentinas y extranjeras, entre ellas, «Quebracho», «La Raulito», «Camila», «Miss Mary», «Le long Manteaux».

Vivió en Roma, expuso en París junto a Henri Cartier Bresson, Robert Frank, Robert Doisneau. Sus fotografías integran las colecciones de importantes museos neoyorquinos, el de Houston, nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, de Tokio y colecciones privadas en Argentina, Perú, Japón, Francia, Suiza e Italia.

Desde 1989 ha publicado varios libros fotográficos de autor, por ejemplo,»Patagonia, un lugar en el viento», «Río de la Plata, río de los sueños», «Norte Argentino, la tierra y la sangre», «Plantas autóctonas de Argentina». Con textos de Tomás Eloy Martínez publicó «Patagonia, el último confín de la naturaleza» y con prólogo de Héctor Tizón, «Bajo las estrellas-Imágenes del interior de la Argentina».

Estos títulos revelan cómo Zimmermann ha transitado nuestro país para dar una visión de lugares y personajes que lo ubican dentro de una fotografía tradicional, de tipo documental, dando datos precisos de su interpretación de la realidad que a su vez la transforman en obra de arte y que tiene el poder de familiarizarnos con temas que su sensibilidad ha captado. Ya cerca del cierre del Festival de la Luz, que tuvo alrededor de 80 muestras, de las que pudimos acceder, quizás, a 20%, algunas comentadas en esta columna, no se puede omitir la de este artista en Galería Vasari (Esmeralda 1357; hasta el 13 de septiembre).

Presenta 20 imágenes, collages fotográficos digitales realizados entre 2002 y 2005 basadas en un relato de su autoría y del artista Julio Salinas. Crea, en esta ocasión, un nuevo género fotográfico, la fotohistorieta que relata las peripecias de Isabel Roser, una despótica catalana, financista de la orden de Ignacio de Loyola, que en 1540, atraviesa los Esteros del Iberá rumbo al Paraíso de Mahoma, tal como se llamaba entonces Asunción del Paraguay. El objetivo del viaje: buscar un animal poseedor de la eterna juventud al que llegará gracias a su despótico poder y a extensas orgías seguidas de matanzas de aborígenesempujada por sus ataques de lujuria extrema.

Una vuelta de tuerca en el quehacer de este artista que a partir de «Un Perro en el Paraíso» -historia de drogas, sexo y muerte, ambientada en el siglo XVI-, que por su desmesura y además contada por un perro, entra dentro de la categoría del realismo mágico.

Las fotografías, blanco y negro, de 105X105cm., repiten por acumulación, fragmentos de pies, labios, rostros, narices, torsos, paisajes, armas, monjas, un collage ilimitado de gran barroquismo donde no queda un solo intersticio. Es por esta razón que la anécdota por la que deambulan conquistadores que poseen más de 70 indias cada uno, pasa a segundo plano para admirar cómo Zimmermann, desafiando la mirada del espectador, lo pone en el trance de decodificar, a su manera, lo que él yuxtapone, ensambla, fragmenta, relaciona un elemento con otro en una sucesión que puede ser infinita como su imaginación y creatividad.

  • Susana Casanovas

    La inclusión de flores en la pintura tiene antecedentes remotos,en la Roma Imperial, en frescos del Giotto, en los libros de Horas medievales y a partir del siglo XVII en los famosos bodegones y floreros.

    Francisco Pacheco que trató este tema en un libro «Arte de la Pintura», en 1649, decía: «Es muy entretenida la pintura de las flores imitadas del natural en tiempo de primavera.»

    Los místicos ven en las flores testimonio de la omnipresencia de Dios y, así, podría hacerse un inventario que va desde las guirnaldas en torno a una representación sacra, barrocas, hasta las de jarrones de carácter rococó y los ramilletes con pinceladas a la manera de piedras preciosas.

    Mucho más cercano en el tiempo están las de Fantin Latour, emblema de la belleza, los lirios y girasoles de Van Gogh, en términos de mercado, los más caros del mundo, los de Georgia O' Keefe en las que hay contenidos simbólicos de carácter erótico y las que hablan de la caducidad de la belleza y la irremediable muerte.

    En este último contexto puede situarse la instalación « Florería El Corte», de Susana Casanovas (Argentina, 1964), graduada de las escuelas Belgranoy Pueyrredón además de concurrir a los talleres de pintura de Carlos y Héctor Tessarolo, al laboratorio de técnicas escultóricas no tradicionales de Claudia Aranovich y que realiza su primera muestra individual en Decastelli (Chile 354).

    Flores dispuestas como en una florería, realizadas con materiales encontrados, reciclados, de plástico, desechables, una realización que no ahorra agresividad y tampoco imaginación. Casanovas las muestra al borde de la muerte, porque eso es lo que sucede cuando se las pone con fines decorativos, instantes después de ser cortadas.

    «Gravitalis extraviarius» (báratro), «Polifilus trafficae» (no te olvides), «Semperdirens imbroni» (girasoles), «Imperiales vacue» (estrella real), «Triplinarvis spectavile» (de la vigilia), Casanovas ha elegido con ironía el término botánico y eludido todo paradigma de belleza y poesía con el que se las asocia.

    Clausura el 28 de setiembre.
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