21 de junio 2007 - 00:00

La idische mame según la ingeniosa Acher

En «Algo sobre mi madre (Todo sería demasiado)», Gabriela Acher vuelve a mostrar su humor inteligente y sin concesiones.
En «Algo sobre mi madre (Todo sería demasiado)», Gabriela Acher vuelve a mostrar su humor inteligente y sin concesiones.
«Algo sobre mi madre (Todo sería demasiado)». Libro, Dir.Gral. e Int.: G. Acher. Mús.Orig.: A.Pinnejas. (La Casona del Teatro.)

"No hace falta ser judía para ser una madre judía", asegura Gabriela Acher, y brinda un rico anecdotario al respecto. Como hija y como madre tiene mucho para decir porque, como ella misma dice, es una digna representante de la generación intermedia, educada en base a normas muy estrictas e inapelables, carente de una buena información sexual e incapaz de imponer a sus hijos algún límite restrictivo o de inculcarles, al menos, cierto respeto por sus mayores.

La autora de intérprete de «El amor en los tiempos del colesterol» y «Memorias de una princesa judía» apela a un humor inteligente y sin concesiones. Sus críticas y comentarios son hilarantes, pero requieren de cierta capacidad de reflexión y autocrítica para ser aprovechados a pleno. Las que más se ríen son las mujeres, pero como la actriz también ironiza sobre los conflictos de pareja, los choques intergeneracionales, la «revolución sexual» de los últimos años, el impacto de Internet, los adelantos en genética y otros temas de interés general, ningún sector del público queda excluido. Los mejores momentos del show son cuando Acher recuerda anécdotas de su madre o se pelea con ella por teléfono. El público tiene ocasión de escuchar la voz en off de una insoportable idishe mame que atosiga a su hija con todo tipo de críticas. También resultan muy simpáticas las proyecciones con datos estadísticos que la actriz se ocupa de analizar, así como la selección de figuras célebres que cierra el espectáculo. En cambio, la lectura de emails escritos por algunas madres cincuentonas se extiende demasiado y puede resultar fatigosa.

Acher es una excelente actriz cómica que llena el escenario con su sola presencia. Su manera de transmitir cada anécdota es siempre apasionada, vital e irreverente. En este caso, sus padecimientos de hija judía la acercan un poco más al humor de Woody Allen. Ambos comparten anécdotas de infancia y adolescencia igualmente «aterradoras» y viven su herencia judía con igual resignación y espíritu crítico. Cuenta la actriz que, cuando se enteró que los judíos no tenían infierno, le preguntó a su madre: «¿y a dónde van los judíos malos?» y ésta le contestó después de dudar una milésima de segundo: «¡A Miami!».

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