24 de marzo 2005 - 00:00

"La vida acuática"

Cate Blanchet entrevistando a Bill Murray en «La vida acuática», de Wes Anderson.
Cate Blanchet entrevistando a Bill Murray en «La vida acuática», de Wes Anderson.
«La vida acuática» («The Life Aquatic with Steve Zissou», EE.UU., 2004; habl. en inglés). Dir.: W. Anderson. Int.: B. Murray, C. Blanchet, O. Wilson, W. Dafoe, A. Huston.

Esta es la comedia más indicada para aquellos a quienes les encanta que los oigan reír en un cine donde la mayoría se aburre y se pregunta de qué se ríen esos que se ríen. Preciso es saber, entonces, que cierta moda reciente ordena reír con el anodino cine de Wes Anderson, pero como no hay un manual que indique en qué momentos hacerlo, no es extraño que las risas se produzcan en momentos diferentes, a criterio de cada uno de los avisados.

«La vida acuática»,
el nuevo film de Anderson, es un poco más tedioso aun que su opus anterior, «Los excéntricos Tenenbaum» -en principio dura dos horas, es decir, casi 10 minutos más que el otro. También, como aquél, se apoya en un presupuesto generoso, posee un diseño de producción detallista en extremo (animaciones incluídas), un elenco repleto de buenos actores y un libro de meditada vacuidad, que se sostiene en una acumulación de situaciones nimias a las que sus seguidores suelen llaman «humor sutil y distanciado».

Bill Murray interpreta al cineasta y oceanógrafo Steve Zissou, mezcla de Jacques Cousteau con Ed Wood, cuya misión en la vida es perseguir al temible tiburón jaguar; es decir, su personaje también parodia, displicentemente por supuesto, al Capitán Ahab y su búsqueda de Moby Dick (¡cuán ridículos le sonarían a Anderson el heroísmo y la grandeza que ponía Vittorio Gassman en su recreación de la obra de Melville!).

Esta indiferencia es la clave del cine de Anderson, quien desde el lenguaje de la comedia refleja la misma moral dominante en ciertas corrientes culturales de hoy: la apatía como resultado del descreimiento en cualquier tipo de trascendencia. O de valores.

El problema, en términos artísticos, es que esa moral no produce obras cuestionadoras sino pura uniformidad y monotonía. A Zissou lo persigue la mala suerte y lo rodea una corte de personajes pintorescos, y todos reaccionan con desgano o ironía, como si el humor fuera únicamente el efecto de reaccionar ante una tragedia, o una situación dramática, no con pasión sino con puro aburrimiento (la muerte de uno de los tripulantes, la aparición en escena del posible hijo del protagonista, etc.)

Finalmente, queda el deseo de ver a actores como el citado
Murray, Cate Blanchet, Anjelica Huston, Willem Dafoe y el hoy muy activo Michael Gambon (también presente en otro de los estrenos de hoy, «Descubriendo a Julia») poniendo su arte al servicio de otra cosa que esta ultrasofisticada puerilidad submarina.

M.Z.

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