24 de enero 2003 - 00:00

Un huerfanito menos simpático que Annie

Escena del film
Escena del film
«Minicampeones» (Like Mike, EEUU, 2002, dobl. al esp.) Dir.: J.Schultz; Guión: M.Elliot & J.Moffet; Int.: L. Bow Bow, M.Chestnut, J.Lipnicki, B.Song, C.Glover,
R.Forster.


Antes de empezar la película hay una sorpresa: ¡un corto con una nueva aventura de la ardilla de «La edad del hielo»! Otra vez, pobre, en su eterno conflicto, que ya empieza a ser toda una reflexión sobre la naturaleza -y la resignación- del sufrido acopiador. Lo hizo, con sencilla habilidad, uno de los dos directores del largo, el brasileño Carlos Saldanha. Lástima que después viene la película propiamente dicha...
 
En ella, un pobre huerfanito sufre la prepotencia de los más grandes, la indiferencia de los candidatos a padres adoptivos, y el abuso del director del asilo, que manda a todos a trabajar a la calle, encima de noche. Hasta que una monja trae unas zapatillas mágicas, con las que el chico se vuelve un astro del basquebol, se gana la amistad de un jugador solitario, etc. El asunto tiene sus cosas simpáticas -por ejemplo, un gato maternal-, pero se hace largo, previsible, reiterativo, de técnica bastante inhábil (aunque lo coproduce la NBA, las escenas de juego son anodinas, y ni siquiera queda el consuelo de ver de cerca a las cheerleaders), y encima hasta el doblaje mexicano con que se presenta es medio insípido, y algo chillón.

En suma, como entretenimiento, aburre. Y para quienes lo ven desde un punto de vista educativo, es hasta peligroso, porque las zapatillas se vuelven mágicas cuando el chico las baja de un cable de la luz durante una tormenta, y justo cae un rayo... Igual, lo más gracioso es el título original, «Like Mike», que alude a Jordan, pero en verdad pasa el chivo de una marca deportiva famosa por emplear mano de obra infantil malaya, algo que en este caso suena bastante irónico.

De todos modos, se agradece haber despertado en viejos padres el recuerdo de otro título: el sueco «Puchito campeón», de Bo Widerberg, sobre un pibe naturalmente hábil, que jugaba con los grandes con unos timbos cualunques -y a veces sus compañeros debían interrumpir la jugada para ayudarle a atarse los cordones.

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