La incertidumbre, ¿avanza o retrocede? A la semana no le faltó nada: desde un atentado al ex presidente y candidato republicano Donald Trump hasta un gigantesco apagón informático. Y Wall Street se movió con vigor en todas las direcciones. ¿Nada se pierde, acaso, y todo se transforma? Los índices principales retrocedieron. El S&P 500 cayó 2% y el Nasdaq, 4%. Son los resbalones más punzantes desde la paliza de abril. La volatilidad accionaria – medida por el índice VIX – se disparó 32%. ¿Es otro conato de corrección después de una suba de vértigo? No. Es una reprogramación. Las “small caps”, las acciones de compañías pequeñas, que no tendrían chances en un mercado temeroso, salieron victoriosas del trance. El S&P 600 mejoró 2,2% y el Russell 2000, 1,7%. Y viajan raudos, camino a su mejor mes del año.
Wall Street mira las elecciones en EEUU, mientras espera por la decisión clave de la Fed
La baja de tasas a punto caramelo. La FED la quiere estrenar en septiembre (pero Trump advierte que debería quedar para después de la elección).
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Wall Street: en una jornada volátil, las acciones cayeron y persisten las dudas políticas
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CrowdStrike y Microsoft provocaron un apagón informático global: sus acciones se hundieron casi 40% en Wall Street

La gran rotación es el nombre del juego. Los últimos son esta vez los primeros. La inflación se desplomó y la fe en una pronta baja de tasas los impulsa con bríos. La economía no quita el sueño. Las compañías de transporte (el Dow Jones Transportation) escalaron 1,7%. Los bancos – según el pulso del índice KBW – treparon 3,2%. Los sectores rezagados, los más vulnerables a los malos tiempos, disfrutan su cuarto de hora al sol. Las small caps y los bonos basura reciben, desde la semana pasada, flujos crecientes de nuevas inversiones. En paralelo, sufren las estrellas del mercado bull. Las 7 Magníficas –que hasta hace muy poco monopolizaban el auge – cayeron 4,8% en las últimas cinco ruedas. Y voló el costo de su cobertura defensiva. El mercado alcista no se discute. Se engrosa la participación, su cauce se hace más amplio (la objeción favorita de los escépticos). A costa, eso sí, de destruir en la rotación más valor en la cima que el que se crea en la periferia. El último mes, el Rusell 2000 se apreció casi 8%. El S&P 500, 1%. Como quien poda para crecer después más saludable.
La incertidumbre, ¿avanza o retrocede? El enigma principal de los últimos dos años se disuelve con rapidez. El banco central ya no tiene objeciones sobre la inflación. Podría estrenar la baja de tasas este miércoles, aunque prefiere que sea en septiembre. Dos gobernadores – Waller y Kugler – y quien maneja la mesa del banco central – John Williams, titular de la FED de Nueva York – coincidieron en el diagnóstico. Los progresos son categóricos. Los precios retomaron la senda desinflacionaria, dijo Powell antes de saber que habían caído 0,1% en julio. No obstante, resta certificar una última milla de indicadores para que la FED proceda con plena confianza. “Si el mercado laboral se enfriase mucho”, señaló la gobernadora Kugler, deberían apurar el paso. En otras palabras, el aumento ya registrado de la tasa de desocupación, y el salto reciente en los pedidos de subsidios por desempleo, no son suficientes para adelantar las expectativas de una primera reducción en septiembre.
La política talla cada vez más fuerte. Trump salvó su vida de milagro en el atentado. Y lejos de amedrentarse aceleró la campaña. Su figura lesionada es una fuerza de la naturaleza. La convención partidaria lo ungió como candidato en un marco de gran algarabía y sin pases de factura. El joven senador J.D. Vance, un converso, lo acompañará en una fórmula presidencial de discurso pujante. El presidente Biden, entre tanto, se enreda en una espiral penosa e interminable de fallas de memoria y errores no forzados. Conservó la intención de aferrarse a su candidatura. Pero, ante la insistencia de sus partidarios, cada vez en mayor número, renunció el fin de semana. Y promueve a su vice, Kamala Harris. Wall Street no se asusta. No le ha ido mal con la actual administración. Y las decisiones que más le interesan son responsabilidad de una FED independiente.
No hay tema que Trump no considere de su incumbencia. Y la baja de tasas le importó siempre. Se sabe que el ex presidente es un fanático de recortarlas. Pero, tampoco él considera que sea ahora el mejor momento. Ni lo será en septiembre. Ya avisó: la FED debe abstenerse hasta después de la elección. Y Trump comenzó a presionar a Wall Street como parte de su campaña. Taiwan deberá resarcir a EEUU por el costo de su defensa (amén de que se quedó con el negocio de los semiconductores), dijo. El índice SOX se hundió después del crudo mensaje. Lo mismo pasó con Tesla, tras apuntar que terminará de un plumazo la política de Biden que estimula la producción de vehículos eléctricos. ¿Podrá frenar la baja de tasas con su palabra? La FED es data dependiente (y no un dependiente de Trump). Y es la data la que dicta la conveniencia de iniciar la rebaja. El avance de las small caps refleja la convicción de que así será. En un mar de incertidumbre es casi la única certeza. La FED desensillará por prudencia, para evitar que algo se rompa. Que después Trump haga lo que mejor le parezca. Paradójicamente, un Trump cargado de promesas inflacionarias podrá obligar a pisar el freno más adelante si las urnas le conceden la victoria.
Economista
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