Se imagina populosa y emocionante la marcha que, hoy, protagonizada por los padres del secuestrado, torturado y asesinado Axel Blumberg, reclamará del Estado una atención más relevante sobre las fallas en la seguridad. Si bien todo se encamina para objetar la gestión de Felipe Solá (la marcha concluirá en la Casa de la Provincia), la demanda popular apunta más al Congreso de la Nación y al propio gobierno nacional. Los padres del joven asesinado llevarán, con el gentío, un petitorio con leyes más fuertes contra los delincuentes.
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Lo que podría compararse al último «España llora» (tras los atentados) también supone una lectura diferente a la que, hasta ahora, han hecho el propio Solá y Néstor Kirchner sobre seguridad. Los que van a la marcha protestan contra la política permisiva instalada, ya en tiempos de Eduardo Duhalde por León Arslanian y «Juampi» Cafiero, quienes ahondaron males de la Policía Bonaerense al crear y reformar departamentos y suprimir comisarios provocando la estadística más numerosa de bajas policiales en la provincia en toda su historia.
Se equivocará el gobierno nacional si no observa que la protesta de hoy, más allá del dolor, no se limita al ámbito bonaerense. La queja también se dirige a esa liberalidad presunta que enarbolan el nuevo miembro de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, o la candi-data a incorporarse, Carmen Argibay, tan propensos a «desencarcelar» como si el PBI de la Argentina fuera igual al de Alemania y tuviéramos similares condiciones para no incitar al delito. No va a faltar entre los integrantes de la marcha el ministro de Justicia, Gustavo Béliz, quien parece ignorar ahora que alguna vez exaltó la «tolerancia cero» de Rudolph Giuliani. El caso Blumberg no sólo testea a la sociedad, es un pronunciamiento contra la desidia oficial sobre la muerte en estos días si se obsesionan sólo sobre las del pasado.
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