29 de marzo 2019 - 00:01

Kirchnerismo y Templeton: cita impensada en Buenos Aires

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Foto: FT

El encuentro fue cordial. Y hasta hubo algunas bromas. No parecían lo que en realidad son: interlocutores que, al menos hasta ese momento, se tenían mutua desconfianza, pero que en las actuales circunstancias, se merecían una conversación sincera. La reunión fue durante la primera semana de marzo, en una oficina que un importante brocker argentino habilitó para la ocasión. De un lado estaban dos de los más representantivos hombres de contacto político y económico que acompañan a la expresidentea Cristina Fernández de Kirchner. Del otro, tres de los fondos de inversión más importantes del mundo, que desembarcaron en el país desde que Mauricio Macri está en el poder y que, como el resto de los operadores locales y extranjeros, están preocupados por el futuro de sus inversiones locales. Especialmente si hay un cambio de gobierno y el kirchnerismo vuelve al poder. Uno de los fondos era el Templeton: la casa de inversiones estrella que llegó al país en el peor momento de la crisis durante 2018 y que, hasta ayer, calcula pérdidas que superan los u$s1.000 millones.

Templeton y los otros interlocutores fueron los que pidieron la reunión; suplicando para que el meting se mantenga en secreto y en la más absoluta discreción. Se comprometieron además a no divulgar lo que se dijera en esa oficina del microcentro porteño. Iniciado el cónclave, y sin mayores vueltas, los financistas fueron a la única pregunta que les quita el sueño: que pasará con sus tenencias de títulos públicos en el caso que Cristina Fernández de Kirchner vuelva a la presidencia. Más concretamente, si está en los planes de un eventual nuevo gobierno kirchnerista declarar unilateralmente un nuevo default. De la respuesta que obtuvieran, dependería si la decisión final de la aventura de estos fondos en el país terminaba en estas semanas, con pérdidas millonarias; o si cabría la posibilidad de esperar a ver si la inversión, en el largo plazo, terminaría siendo un negocio.

La respuesta recibida fue algo tranquilizadora. Los dos interlocutores kirchneristas, ambos de llegada directa y absoluta confianza con la expresidenta, afirmaron que la intención es reconocer todas las deudas contraídas durante el gobierno de Mauricio Macri, incluyendo tanto las derivadas con el stand by con el Fondo Monetario Internacional (FMI) como las colocaciones voluntarias de deuda privada en los mercados locales y mundiales. Hubo una argumentación clave. Ambos embajadores de la exjefa de Estado reconocieron que la situación actual de la deuda externa no puede ser relacionada con la de diciembre de 2001. Se mencionó que en aquel tiempo, la declaración del default unilateral en la presidencia de Adolfo Rodríguez Saá incluía un conjunto de bonos que en un gran porcentaje habían sido contraídos durante la última dictadura militar; con lo que se justificaba políticamente una negociación amplia y dura. Como contrapartida, la nueva deuda fue contraída por un gobierno democrático asumido con el voto popular y luego del canje de deuda más grande de la historia mundial, protagonizado además en dos etapas del kirchnerismo. Este pasivo tiene entonces, a los ojos del kirchnerismo, una legitimidad que diferente con la del anterior default. En definitiva, los dos interlocutores le dejaron claro a los visitantes una máxima que se cumpliría en un eventual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner: la deuda privada se respetará y bajo ningún punto de vista, se negará. Lo que no quiere decir que en la deuda de corto y mediano plazo, no pueda haber algún llamado a renegociación de vencimientos; pero de manera voluntaria y de “buena fe” entre las partes. Obviamente no hubo mayores precisiones sobre la profundidad y velocidad de esas eventuales negociaciones, pero hubo insistencia en la frase “buena fe”.

Se habló luego de si habría restricciones al acceso y flexibilidad en el manejo de divisas. O, más directamente, si se piensa en un nuevo cepo. No hubo precisiones; pero el mensaje que quedó para los interlocutores, es que el esquema en que se están pensando no es el cepo inaugurado en 2011; pero si un perfeccionamiento de la idea original de la medida. Esto es, volver al proyecto original del cepo (copyright de Mercedes Marcó del Pont) por el cual sólo se podrían comprar dólares según el nivel de ingreso registrado de las personas y empresas. En el caso de la rentabilidad de las empresas y la posibilidad de remitir remesas al exterior (el aspecto más criticado del cepo), se prometió no volver al esquema con que terminó el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y trabajar sobre beneficios en el caso que esa rentabilidad sea reinvertida. Si bien no hubo precisiones mayores, lo que quedó en claro a los visitantes es que la demanda libre de dólares sin controles, es uno de los capítulos sobre los que el kirchnerismo está trabajando y donde se ubica uno de los mayores errores del macrismo en el poder.

Gran parte del tiempo de la tertulia, para sorpresa de los locales, se concentró en críticas de los fondos de inversión al actual Gobierno. No es sorpresivo. El fondo Franklin Templeton, manejado por Michael Hasenstab, desembarcó como el séptimo de caballería durante las últimas semanas de Luis Caputo como ministro de Finanzas antes de su efímero desembarco en el Banco Central, quién los convenció de comprar unos u$s2.250 millones de dólares (el 70% den la emisión total) de un bono que sirvió para descomprimir uno de los llamados en esos tiempos “Supermartes de Lebac”. Fue el lunes 14 de mayo de 2018, un día antes de uno de los megavencimientos de Lebac que jaqueaban al Gobierno, cuando el fondo norteamericano trajo dólares frescos al país para convertirlos en la primera emisión de Botes nominados en pesos, y abastecer así la demanda de divisas que ese día aparecería por la tendencia de los fondos internacionales de salir de las Lebac y zambullirse en los dólares abastecidos por el Banco Central. El Bote, junto con otras colocaciones estrellas del actual gobierno, provocaron pérdidas megamillonarias en sus apostadores. Y, lo peor, su liquidación excederá el gobierno de Mauricio Macri y dependerá de quién lo suceda.

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