No habrá recreo en la Fed. La exuberancia laboral entierra la noción de una tregua. EE.UU. creó 528 mil empleos netos en julio. Se esperaban 250 mil, pero podía asomar una cifra anémica, a tono con las vicisitudes crecientes que castigan a las señales de actividad. Así, el producto bruto cae desde principios de año. Las ventas finales (a los compradores del país), desde el segundo trimestre. Al igual que, presumiblemente, la renta nacional. Sin embargo, el empleo responde boyante, en rotundo mentís a los pronósticos de recesión (incluyendo el nuestro; la llamada “recesión técnica”; y sobre todo la predicción tácita de la curva de bonos, de credenciales impecables).
La Fed avisa que una nueva suba (grande) de tasas va en camino
Los datos de empleo contradicen los pronósticos de recesión y entierran la posibilidad de una tregua en la política de la Reserva Federal.
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El dólar global cerró su primera semana con ganancias en un mes
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Wall Street cerró sin un rumbo fijo, antes de la decisión clave de la Fed sobre tasas
Nobleza obliga, la Fed gastó toda la semana, antes de ver los números, negando una recesión. No es sencillo explicar la contradicción de los indicadores -típica de un punto de inflexión del ciclo- pero es fácil deducir sus efectos. La Fed estará al pie del cañón en la reunión de septiembre. Y aunque falta tiempo, se perfila otra suba de tasas “inusualmente grande” (Jerome Powell dixit). Una tercera estocada de 75 puntos base (pbs) cotiza con 65% de probabilidades de ocurrencia en Chicago. Wall Street lo sabe, pero no se perturba. La Fed elevó las tasas 150 bps en junio y julio. Alcanzó así el nivel –2,50 % que considera neutral. A partir de aquí, las decisiones de política monetaria, dijo Powell, se tomarán en función de la data, reunión a reunión.
La comunicación -la “forward guidance”- debería pasar a cuarteles de invierno. Sin embargo, la promesa de silencio no duró nada. “Yo veo muy pocos signos, si alguno, de que la inflación haya tocado un techo”, señaló Michelle Bowman, gobernadora de la Fed. Una legión de oradores oficiales se ocupó de rebatir la lectura implícita en la bonanza de las cotizaciones de bonos y acciones. Mary Daly y Loretta Mester llevaron la voz cantante. El mensaje: “No estamos en recesión”. James Bullard, el halcón principal, dio la nota resucitando otra tesis -la de Thomas Sargent en “Métodos de Poincaré y Thatcher” (1981)- que postula la posibilidad de una desinflación creíble, que sea rápida y poco dañina. “No va a haber una recesión en EE.UU.”, arriesga Bullard. Pero nadie fue al grano como Neele Kashkari, una paloma consuetudinaria. “¿Hay recesión? No me importa. Estoy focalizado en la data de inflación y salarios. Y la inflación nos continúa sorprendiendo por sus aumentos. Los salarios siguen creciendo”. La “guidance” es intensa. “La inflación no bajó para nada”, Mester dixit. “La lucha antiinflacionaria no está ni por asomo cerca de su conclusión”, dijo Daly. Thomas Barkin detalló que la inflación menguará, pero “no inmediatamente, no de golpe y no de una forma predecible”. Después de los sermones, se supo la noticia de la lluvia de empleos. Y se reveló la caída de la tasa de desocupación al 3,5% (ayudada por una baja de la participación laboral, y con una suba salarial promedio de 5,2%). El mercado laboral recuperó sus niveles prepandemia a pleno. Cartón lleno.
No hay que pelearse con la Fed. Wall Street conoce el mantra y no lo desafía. A diferencia del pasado, no precisa que la caballería de Powell venga a su rescate sino que no se distraiga y aniquile la inflación. No obstante, prefiere una interpretación distinta de la realidad. Si no hay contracción, tanto mejor para la Bolsa. Pero el mercado bear se estrenó en enero, la recesión ya está internalizada. ¿Cómo explicar el rally del S&P 500 (13% desde los mínimos) dada la poda sostenida de las proyecciones de ganancias? Si la recesión es suave también será de provecho. Son los bonos los que de veras discrepan con la tesitura oficial. ¿Que no habrá recesión? La curva invertida asevera lo contrario. Y tras el informe de empleo se invirtió todavía más. ¿Que la inflación no bajó, que no hizo techo? La tasa de diez años, sí. Y reculó a cuenta. En junio había coronado 3,50%. Cerró el viernes en 2,80% (aumentó 10 bps con los números de empleo). ¿Qué tan grave es este contrapunto? Menos de lo que parece. La Fed subió 150 bps sus tasas en junio y julio, y las tasas largas recortaron 70 bps. Eso es credibilidad a la Sargent. Un matrimonio revulsivo sería el de una inflación recalcitrante con mercados en ruinas. Es verdad: la Fed no quería que las tasas (reales) de los bonos del Tesoro indexados (TIPS) se hundieran bajo cero pero lo revirtió rápido. De momento, no necesita mucho más. Y cuando sea el caso lo hará saber.
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