El artista rosarino Luis Ouvrard (1899-1988) tenía siete años cuando descubrió que el dibujo era su vocación, pero ya había cumplido 70 cuando presentó su primera muestra individual. Hoy, si bien nunca abandonó el arte, la obra de Ouvrard se exhibe por primera vez en Buenos Aires. La galería Calvaressi inauguró la temporada con la muestra “En el camino”, curada por Mónica Castagnotto y Carlos Herrera.
Luis Ouvrard: paisajes argentinos pero con sensibilidad francesa
La galería Calvaressi dedica una primera muestra porteña a un notorio artista rosarino del siglo pasado.
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Una serie de 30 obras perteneciente a las décadas del 60, 70 y 80, permiten acceder al universo casi secreto del pintor, escultor, restaurador y profesor de la cátedra de Color de la Escuela Provincial de Artes Plásticas que, recién cuando se jubiló como docente, en 1955, se consideró libre para pintar de sol a sol. “Allí aparecen mis primeros paisajes y mis obras van sufriendo una evolución bastante acentuada. Eran todas pinturas donde estaba latente cierta serenidad y cierta magia”, observó Ouvrard. La magia es genuina, se percibe en unas mariposas incorpóreas, en el tratamiento de la pintura, el brillo y el luminoso color azul de un caballo o, en el fenómeno de escala. Los campos están siempre poblados por vaquitas de pequeñas dimensiones, semejantes a los soldaditos de las batallas de Cándido López. Mientras, por el contrario, las inmensas naturalezas muertas o floreros, descansan sobre las vistas del campo que ofician de pedestal.
La trayectoria completa del artista se puede analizar en el libro “Ouvrard Pinturas y dibujos (1916- 1986)” publicado por Calvaressi, escrito por Castagnotto y editado por la Editorial Municipal de Rosario e Iván Rosado. Allí aparece el carácter enigmático de las personas y las cosas, como “Las muñecas” de 1931,”Ariadna” y “Mujer sentada”, unas tintas de 1944. Es evidente, la exposición Novecento Italiano que el rosarino visitó en Buenos Aires, con obras de Sironi y De Chirico, dejó una intensa huella. El teórico Guillermo Fantoni rescata en el ensayo que le dedica, los estudios sobre Cézanne, la “fuerte afinidad con las visiones contemplativas de Morandi” y agrega que “tanto Casorati como Carrá deben haber actuado como potentes sugestiones visuales”.
Los estudios de Ouvrard fueron breves. El Ateneo Popular no podía pagar un modelo vivo y sus hermanos posaban para él. Sin embargo, tenía 19 años cuando participó del VIII Salón Nacional y le pareció “grandioso” encontrarse junto a los consagrados Fader y Quirós. Desde entonces se presentó en los salones nacionales y municipales, valoraba el beneficio de exhibir sus pinturas, aspirar a algún premio y figurar en los catálogos con los precios de venta de las obras. Así entabló relación con los artistas del momento. “Yo gozaba mucho con estos encuentros, discutíamos y luchábamos por la expresión artística. (…) La prueba está en que nunca claudiqué y mi trabajo artístico no tenía nada que ver con lo que hacía en el taller (obras religiosas) para ganarme la vida”.
Lo cierto es que Ouvrard fue durante años un pintor dominguero. El “Retrato de mi padre” había ingresado a la colección del Museo Municipal Bellas Artes de Rosario, cuando el propio artista cuenta: “En la madrugada ya estábamos en la barranca esperando que el sol saliera y tiñera de oro los árboles y se levantara esa bruma tan cara a los maestros impresionistas”. En 1925, con Manuel Musto y Augusto Schiavoni, sus compañeros de pintura al aire libre, además de Ángel Guido, Lucio Fontana, entre otros, fundaron el grupo Nexus. Ese mismo año murió su padre y le otorgan una medalla por “Retrato de mi madre”, que hoy figura en el Museo Castagnino. Las publicaciones de época mencionan a Ouvrard junto a Antonio Berni, Daniel Palau, Demetrio Antoniadis, José Beltramino y Enrique Borla. También en 1925 le otorgan junto a Berni la Beca del Jockey Club de Rosario para estudiar en Europa. Ouvrard no viaja y Berni le escribe sus impresiones, le dice que debe ir allá “aunque llegue viejo”. Y agrega tajante: “Esas pampas son unas drogas de anestesia para el espíritu”.
Después de la conferencia del mexicano David Alfaro Siqueiros y sus polémicas declaraciones, se creó en Rosario la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas plásticos bajo la influencia de Berni. En la década del 30, los artistas comienzan a interactuar con la sociedad y a promocionar sus exposiciones, aunque las ventas eran por demás escasas. De hecho, Ouvrard contaba que en uno de los salones se vendió un solo cuadro, el suyo. Y esa noche, en una fiesta, sus colegas artistas lo coronaron con el adorno floral de la mesa.
En 1944, el crítico José León Pagano le concedió otra corona. En su célebre ensayo sobre la pintura argentina, dijo: “Puede y debe ser clasificado entre los intimistas. Lo es inclusive cuando menos lo parece, cuando sitúa un modelo en plein air o cuando lo coloca en pose y lo inmoviliza dentro de esa misma pintura (…) El arte en silencio es en Ouvrard otro modo de intimidad”. Hijo de inmigrantes franceses, amaba el paisaje rural, lo recreaba con la misma dedicación de los europeos y utilizaba modelos frecuentes en Francia, como las trufas, castañas, hongos y camotes. El aprecio por el campo se advierte desde el comienzo hasta el fin de su extensa trayectoria.
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