Surinam no es un país que suela llamar la atención usualmente, a pesar de que su economía depende de manera abrumadora del oro, al punto de que alrededor del 60% de su PBI proviene de este metal.
Este territorio sudamericano, con una población de apenas 600 mil habitantes y una economía basada en la minería, está a tan sólo un partido de poder ingresar al máximo certamen de fútbol.
Mientras la Selección de Surinam se llena de estrellas, el país sigue avanzando en la minería.
Surinam no es un país que suela llamar la atención usualmente, a pesar de que su economía depende de manera abrumadora del oro, al punto de que alrededor del 60% de su PBI proviene de este metal.
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Pero hoy ha vuelto generar atención internacional, gracias a su Selección de fútbol. Es que Los Natio, están a un paso de pelear por un boleto al Mundial 2026, un escenario completamente impensado hace apenas una década. Un logro que se ha dado gracias a su conexión histórica con Países Bajos.
La historia reciente de Surinam no puede entenderse sin la mina Rosebel, ubicada a unos 100 kilómetros de Paramaribo. Operada durante casi dos décadas por IAMGOLD y adquirida en 2023 por la gigante china Zijin Mining, Rosebel se convirtió en el engranaje clave que disparó el perfil minero del país. En algunos años llegó a aportar más de 2 mil millones de dólares en exportaciones, una cifra enorme para una economía cuyo PBI ronda los 4 mil millones.
A eso se sumó Merian, la mina controlada por Newmont desde 2016, que expandió el mapa aurífero hacia el este. Con métodos de extracción que requieren grandes volúmenes de agua y químicos, la operación generó empleo y divisas, pero también inquietudes entre comunidades indígenas. Surinam convive con estas tensiones desde hace décadas, especialmente porque el “garimpo” –la minería artesanal e informal– creció mucho y hoy representa una porción relevante de la producción.
El gobierno busca equilibrar esa realidad: intenta atraer inversión extranjera, pero también promueve leyes para aumentar la participación estatal. La volatilidad del precio del oro obliga a una estrategia prudente.
El sorteo del 20 de noviembre dejó a Surinam frente a un desafío enorme: enfrentar a Bolivia en una semifinal de repechaje intercontinental. El ganador jugará contra Irak por un cupo mundialista. Para los Natio, es la chance más cercana de meterse por primera vez en una Copa del Mundo.
Bolivia llega con altibajos, pero con experiencia en partidos decisivos. Surinam, en cambio, apuesta por la velocidad y por un plantel repleto de jugadores que crecieron en Europa, como Sheraldo Becker o Etienne Vaessen.
Clasificar sería un antes y después para el país, sobre todo porque la liga doméstica es semiprofesional. El proyecto depende, en gran parte, del aporte de futbolistas con raíces surinamesas que eligen representar al país de sus padres o abuelos.
Aunque está en Sudamérica, Surinam compite en CONCACAF desde mediados del siglo XX. Su vínculo histórico con el Caribe, reforzado por la colonización holandesa y las migraciones hacia y desde las Antillas, hizo que el país se integrara a ese espacio deportivo. Cambiar ahora implicaría un salto complicado: jugar contra Brasil, Argentina o Uruguay demandaría recursos que su federación no tiene.
Además, su calendario actual facilita viajes cortos y participación en torneos como la Liga de Naciones, donde obtuvo resultados interesantes en los últimos años. La afiliación a CONCACAF también influye en la identidad futbolera: el estilo, la música, el ambiente y hasta el público tienen un perfil más caribeño que sudamericano.
Por otra parte, a nivel reglamentario, modificar la afiliación es complejo y requeriría aval de FIFA y consenso político dentro de ambas confederaciones.
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