22 de septiembre 2025 - 09:44

Democracia en jaque: erosión institucional, legitimidad en crisis y la encrucijada argentina bajo el gobierno de Javier Milei (Parte VI)

El gobierno libertario enfrenta una paradoja: su programa económico exige consensos amplios, pero su estilo confrontativo erosiona la legitimidad. Entre la presión de los mercados y la protesta social, la represión emerge como herramienta central de control.

Javier Milei, Patricia Bullrich, y Luis Caputo.

Javier Milei, Patricia Bullrich, y Luis Caputo.

La gobernabilidad en la Argentina de Javier Milei enfrenta un dilema estructural; la radicalidad de su programa económico y político requiere un nivel de consenso y de estabilidad institucional que, paradójicamente, su propio estilo de gobierno se encarga de socavar. En este contexto, la represión emerge como recurso privilegiado para mantener el control frente a crecientes resistencias sociales.

Para comprender esta dinámica, resulta útil el enfoque de Michel Callon (1998) sobre las redes sociotécnicas. Lejos de concebir el poder como algo concentrado en un actor único, Callon propone entenderlo como el resultado de entramados que articulan personas, instituciones, tecnologías y discursos. La estabilidad de un gobierno depende, entonces, de su capacidad para construir y sostener una red sociotécnica robusta. Cuando esta red se fragmenta o se desborda, la gobernabilidad entra en crisis.

La red sociotécnica del mileísmo

El gobierno de Milei se sostiene en una red que combina:

  • Actores políticos: un reducido círculo de confianza, con escasa inserción territorial y legislativa.
  • Actores financieros: bancos locales y fondos internacionales que condicionan la política económica.
  • Aparato coercitivo: la figura de Patricia Bullrich como ministra de Seguridad, encargada de aplicar la “doctrina del orden”.
  • Tecnologías digitales: redes sociales utilizadas para comunicar directamente con la ciudadanía y deslegitimar a las instituciones intermedias.
  • Discursos legitimadores: la narrativa de la “casta” como enemigo común y la exaltación de la libertad individual frente al Estado.

Este entramado le ha permitido al gobierno operar sin una coalición política amplia (solo el PRO) ni una base parlamentaria sólida (solo el PRO). Por esa razón, su fragilidad es evidente, depende de la lealtad de pocos actores, de la paciencia de los mercados y de la efectividad de la represión frente a la protesta.

Gobernabilidad en tensión

La gobernabilidad democrática supone la capacidad de un gobierno de implementar políticas respetando reglas institucionales y preservando la legitimidad. En el caso de Milei, esa gobernabilidad se tensiona por tres factores:

  • Debilidad institucional: sin mayoría en el Congreso y con relaciones conflictivas con gobernadores, el Ejecutivo carece de respaldo político para sostener reformas estructurales.
  • Costos sociales del ajuste: el aumento de la pobreza y la desigualdad alimenta protestas callejeras y huelgas que desafían la continuidad del programa.
  • Estilo confrontativo: la descalificación permanente hacia opositores y periodistas refuerza la polarización y limita la construcción de consensos.

Frente a estos obstáculos, el gobierno recurrió a la represión como herramienta para mantener el orden, trasladando el problema de la gobernabilidad desde el plano institucional al plano coercitivo.

La represión como política de Estado

Patricia Bullrich ha construido su identidad política en torno a la defensa del orden frente a la protesta social. Bajo el gobierno de Milei, su rol se potencia, las fuerzas de seguridad son desplegadas para desalentar piquetes, marchas y huelgas, bajo protocolos que limitan la libertad de expresión y asociación.

La represión cumple una doble función, disciplinar a los sectores movilizados y enviar una señal de firmeza a los mercados internacionales. Sin embargo, esta estrategia tiene costos elevados: debilita la legitimidad democrática, genera denuncias por violaciones a derechos humanos y alimenta un clima de conflictividad que erosiona aún más la gobernabilidad.

El laberinto sociotécnico

El concepto de “laberinto sociotécnico” puede aplicarse para describir la situación actual. Callon (1998) advierte que las redes de poder no son estáticas ni controlables en su totalidad. Cuando múltiples actores con intereses divergentes interactúan en un entramado inestable, las decisiones pueden generar efectos imprevistos y retroalimentaciones negativas.

En Argentina, el gobierno intenta articular una red en la que confluyen intereses financieros, coercitivos y comunicacionales. Sin embargo, esa red produce efectos no deseados:

  • Las medidas económicas beneficiaron a los mercados, pero alimentaron la protesta social.
  • La represión reforzó la imagen de autoridad, pero erosionó la legitimidad internacional.
  • El discurso de odio movilizó adhesiones en redes, pero hoy dificulta la gobernabilidad institucional.

Así, el gobierno se encuentra atrapado en un laberinto donde cada salida aparente conduce a nuevos bloqueos. El ajuste necesita represión, la represión necesita legitimidad y la legitimidad se erosiona con el ajuste.

La fragilidad del control

La aparente fortaleza del gobierno, basada en un discurso radical y en el apoyo inicial de los mercados, ocultó una fragilidad estructural que emerge ahora. La gobernabilidad no puede sostenerse indefinidamente en la coerción ni en la comunicación digital. La experiencia comparada muestra que los gobiernos que basan su legitimidad en la represión tienden a enfrentar crecientes niveles de resistencia, aislamiento internacional y, en última instancia, crisis de continuidad.

En este sentido, la red sociotécnica del mileísmo corrió el riesgo de volverse incontrolable. Los actores financieros pueden retirarse si perciben inestabilidad; las fuerzas de seguridad pueden enfrentar límites legales y sociales a su accionar, y la ciudadanía, movilizada en las calles y en las redes, puede alterar el equilibrio de poder.

Conclusión

El gobierno de Javier Milei ejemplifica cómo la gobernabilidad puede convertirse en un laberinto sociotécnico. Al carecer de una base política amplia y depender de la represión y del apoyo financiero externo, su estabilidad se vuelve precaria.

El recurso sistemático a la represión revela la imposibilidad de construir consensos y evidencia la crisis de legitimidad democrática. Más que garantizar la gobernabilidad, esta estrategia profundiza la fragilidad institucional y coloca al país en un escenario de riesgo permanente.

La perspectiva de Callon nos permite comprender que el poder no reside exclusivamente en Milei o en su círculo íntimo, sino en una red inestable de actores que pueden desertar en cualquier momento. La conclusión es clara; sin reconstrucción de legitimidad política y sin apertura al pluralismo, el experimento libertario está condenado a permanecer atrapado en su propio laberinto.

Doctor en Ciencia Política, Master en Política Económica Internacional, director de Hacer.com.ar, Canal YouTube: @DrPabloTigani

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