Es apacible la tarde en un recodo de las Barrancas de Belgrano, donde me encuentro con Juan Manuel Haddad (44), Gerente de Legales de Telefónica Argentina. En los últimos días de noviembre el clima aporta lo suyo para configurar el escenario de esta entrevista: algunas nubes sueltas y viento suave que sopla del río, como para no preocuparnos más que por la conversación.
Juan Manuel Haddad: cómo liderar el management legal sin perder la pelota
Es abogado, tiene 44 años y ocupa la gerencia de Legales de una compañía de telecomunicaciones. Acaba de publicar su primer libro Abogar, Liderar, Atajar. "Soy un arquero devenido abogado, pero sigo mirando la vida desde los tres palos", afirmó.
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Haddad luce satisfecho, lo que no es poco, considerando que la publicación de su primer libro Abogar, Liderar, Atajar (Thomson Reuters) no estuvo exenta de las idas y vueltas que sólo un argentino es capaz de imaginar. El texto fue escrito entre enero y mayo, pero la obra vio la luz en noviembre. En el medio, para usar una expresión de moda, pasaron cosas.
Lo cierto es que este fin de año lo encuentra, al nobel autor, cumpliendo el sueño de haber plasmado en papel “que soy un arquero devenido abogado, pero sigo mirando la vida desde los tres palos” y, además, preparando un experimento tecnológico en el que la inteligencia artificial (IA) se combina con el registro de contratos en Blockchain.
Entonces: un abogado que se siente arquero escribe un libro distinto “para los curiosos, para los inquietos” mientras desarrolla tecnologías junto con el equipo que lidera, buscando correr los límites de su propio quehacer, como si quisiera salir del área (legal) y jugar con los pies, como los arqueros de ahora. Okey, charlemos.
Periodista: El equipo legal de Telefónica es referente de la innovación en el sector. ¿En Abogar, Liderar, Atajar hay indicios sobre hacia dónde va el management legal?
Juan Manuel Haddad: Sí, porque en eso tengo puestos los ojos todos los días. Digamos que el público al que está dirigido son abogados y abogadas que estén pensando cómo transformarse. Y la transformación de uno mismo puede darse en diferentes momentos de la vida. De hecho, mi papá tiene 70 años y lo está leyendo, porque, más allá de que lo escribí yo -se ríe- entendió que las tecnologías permiten trabajar mejor. En el caso de él, simplemente con ver expedientes desde su casa, se le facilita todo.
Por otro lado, yo me transformé varias veces en mi vida; primero fui arquero en Platense y Argentinos Juniors, después me convertí en abogado, después en gerente de Legales de una corporativa, y hoy, que me toca liderar la transformación digital del área, me estoy convirtiendo en algo que no sé bien qué es, porque incubamos un negocio de Legaltech en mi equipo, y está escalando en la región.
Por eso, en la segunda parte del libro repaso todas las cualidades que el management legal hoy les demanda a los profesionales del Derecho, y que a mí me desvelan: agilidad, capacidad de liderazgo, gestión de proyectos, técnicas de innovación, saber comunicarnos, trabajar integrados al resto de las áreas de la empresa, y, sobre todo, identificar oportunidades en las que verdaderamente agregamos valor, para poder dejar las tareas repetitivas en manos de los sistemas informáticos.
P.: El libro no es para nada convencional, tomando en cuenta la literatura jurídica. Al principio sostenés que el abogado es el arquero, y encontrás similitudes en la evolución de los dos oficios, abogar y atajar. Sobre el final, hay entrevistas a ídolos del fútbol, entre otros, David Trezeguet y Gabriela Garton, la arquera de la selección argentina ¿Cómo se te ocurrió hacerlo así?
J.M.H.: Es que yo creo que lo que se viene, para quienes ejercemos la abogacía, es un cambio tan fuerte que no pasa por lo intelectual o cognitivo, sino por la actitud. De hecho, lo planteo así: “la transformación digital es una cuestión de actitud”, parafraseando a Fito Páez.
Y la comunicación es fundamental para ayudar a los abogados a transformarse. Entonces, haber incluido gráficos, conversaciones con deportistas, y convocar expertos de diversas disciplinas mientras, paralelamente, cuento un poco de mi historia, es una forma de no aburrir, de romper con los moldes. Fijate que el libro tiene 160 páginas porque, en los conceptos, va a lo concreto, sin ese barroquismo que los abogados suelen ponerle a lo que quieren decir.
¡No tenía sentido escribir un libro convencional si lo que estoy diciendo es que tenemos que cambiar, y que hay que entender el Derecho y, especialmente, la abogacía, desde otro punto de vista!
Pensá que muchas de las habilidades que explico en el libro son las que el mercado les pide a los abogados, pero no están en la oferta académica de las carreras de Derecho de ninguna universidad…
Haddad es casi inclasificable, y se jacta de ello. Más aún, admite que “cuando me di cuenta de que en ciertos círculos yo no iba a ser el mejor, me propuse ser distinto”. Su mirada tangencial sobre algunos fenómenos lo ayuda en la tarea de esquivar las etiquetas.
No obstante, en el capítulo 1 de su ópera prima, narra con lujo de detalles que lo que terminó de convencerlo de que debía aventurarse a la escritura fue haber leído en este mismo medio -y de la misma pluma- que él, después de un par de décadas sin atajar, seguía mirando la vida desde abajo de los tres palos.
Se vio retratado (por no decir que le habían sacado la ficha) y reafirmarse en la identidad de ‘abogado no convencional’ lo animó a plasmar en un libro cómo es posible ejercer una profesión tradicional sin abandonar las pasiones. De hecho, ese capítulo culmina con una de sus frases de cabecera: “los botines no se cuelgan”.
Ahora, sentado delante de mí, cuando quiere redondear una idea usa las manos, pero su pasión por el arco lo asalta en el momento menos pensado, y entonces, para él, la redondez de su argumento es la de una pelota, que descansa segura, atenazada entre sus manos. Ojalá salga jugando y no la revolee.
P.: ¿Cómo ves hoy la innovación en el mundo jurídico corporativo?
J.M.H.: Mirá, nosotros estamos haciendo dos cosas. La primera es que entendimos la importancia de la comunicación de cada avance, así que, por ejemplo, le damos más impulso al Movistar Legaltech Forum que hoy es un evento de trascendencia mundial, en cuanto a disrupción en el Derecho empresarial.
En esos encuentros intentamos contar nuestra experiencia, por ejemplo con Maite -N de R: el sistema de IA que responde consultas jurídicas creado por su propio equipo- para que en otros países de habla hispana los abogados se animen a transformarse. De hecho, lo mismo intento desde la Universidad Austral, donde académicamente proponemos posgrados con los que se tiene que crear un movimiento en América Latina.
Y la segunda gran apuesta es algo que estamos desarrollando junto con Telefónica de España. Es un caso de uso en el que intervienen varias tecnologías: la IA de Maite, el almacenamiento descentralizado y seguro de la Blockchain, la firma digital y la automatización de un RPA -del inglés Robotic Process Automation-.
P.: ¿Cómo funciona ese proceso?
J.M.H.: Por ejemplo, alguien interno pide un contrato sencillo, y lo genera con Maite, o sea, trabajando con un asistente legal virtual. Hecho el documento, Telefónica y su contraparte firman digitalmente el contrato, y luego nuestro sistema informático lo registra en Blockchain. Con esto, anudamos tecnologías y brindamos certeza en cuanto a que la certificación de firmas ya no es al modo tradicional, sino con tecnología; en definitiva, más eficiente.
Y como muchas veces los procesos jurídicos son engorrosos por el intercambio de información entre partes, esto permite ser rápidos y confiables a la hora de juntar toda la comunicación de, imaginate, una licitación pública con antenas por todo el país. Lo que estamos desarrollando hace que cada intercambio de datos quede registrado en un sistema inviolable, y un RPA ayuda a resolver alguna consulta simple.
Pero lo apasionante de este proceso es que hace más de diez años que los profesionales del área legal de la empresa transformándonos, al punto de que hoy día podemos desarrollar nuestras propias soluciones y salir a ofrecerlas porque programamos nosotros mismos. Liderar ese camino me llena de orgullo.
Por estos días Haddad está obsesionado con el diseño de futuros como metodología de innovación. “Me parece que los abogados no estamos pensando en eso, y es contradictorio porque hablamos del abogado del futuro pero no sabemos cómo se proyecta lo que viene, para luego concretarlo” reflexiona.
Me acuerdo de los equipos de Menotti. En su época dorada, los arqueros jugaban tan adelantados y tirando ‘el achique’ que, cada tanto, les hacían goles reprochables.
Desde luego, el campeón del ‘78 era un adelantado, y sus arqueros también. ¿Pero cuál es la medida justa de los visionarios? ¿Cuáles son sus legítimas razones, y qué nobles motivaciones los llevan a querer anticiparse a las circunstancias? Más allá de la elucubración, Haddad es un competidor nato y ante cada desafío redobla la apuesta.
Por mi parte, como en la vez anterior, hoy tampoco escuché a un abogado. Sin embargo, algo cambió. En aquella primera charla, descubrí un guardametas camuflado en el ropaje de un ejecutivo; de este café me voy con la certeza de que, con su libro, se presentó en sociedad un innovador de nivel internacional.
Ahora bien. Cuánto podrán mutar las profesiones tradicionales, y a qué ritmo nos hará bailar la tecnología en los próximos años (si es que podemos soportarlo) son solo dos inquietudes en un mar de incógnitas vinculadas con nuestro quehacer cotidiano.
Algunos dejan sus preocupaciones en manos de Dios. Haddad confía en su equipo y su capacidad de liderazgo. Ojalá el vértigo de la transformación digital no sea otro sálvese quien pueda.
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