13 de mayo 2021 - 17:14

Desmitificando la dolarización

El autor busca "desguazar" los mitos que se dan en torno a un plan de dolarización y sus consecuencias en la economía real.

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Siempre digo que en nuestro país hay una disociación fenomenal entre la “realidad y lo ideal”. A quién queremos convencer cuando escuchamos voces que claman por la soberanía argentina pero en el país de cada dos habitantes, uno no tiene recursos mínimos para vivir. A quién queremos convencer de que el peso nos representa como soberanía popular, cuando lo único que nos ha traído en las últimas décadas son dolores de cabeza y sensación constante de inestabilidad. Por ello, quiero desguazar los mitos que se dan en torno a un plan de dolarización y sus consecuencias en la economía real.

“Con soberanía cambiaria, es decir con el peso, ante un shock externo o interno, tenés espacio para hacer política monetaria y suavizar el efecto recesivo”

La historia y los datos duros nos demuestran que emitir y tomar decisiones expansivas en materia monetaria han sido como darle cianuro a un enfermo de cáncer, es decir, siempre salió mal porque emitiendo se espiralizo la inflación y genero mayor pobreza en el país. El mejor ejemplo es el del 2020, donde Argentina tuvo que emitir descontroladamente para hacer frente a la pandemia pero dicha política no suavizó el shock económico. La economía cayó 10% y en el 2021 la inflación se proyecta en 50%. En síntesis, fuimos de las economías más golpeadas del planeta y nuestro Banco Central nada pudo hacer al respecto.

Por otro lado, hemos visto en reiteradas oportunidades los limitados efectos que tiene la herramienta de la tasa de interés para hacer política monetaria y está ligado a la poca profundidad que tienen el crédito, el sector financiero en la economía y la informalidad del país (50% del pbi). Es decir, utilizar la tasa de interés como canal de transmisión para hacer política monetaria es muy difícil y los resultados no suelen ser lo que nuestros banqueros centrales proyectan en sus Excels. Hemos visto un ejemplo también hace pocos años cuando en el 2018 se redujo notablemente la masa monetaria para contener la inflación. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos monetarios, la suba del dólar fue el principal ancla para proyectar expectativas inflacionarias. Los resultados son conocidos ya que sin emitir durante 14 meses y llevando la masa monetaria a mínimos históricos respecto al PBI, la inflación del 2019 fue de 53,8%.

Finalmente, las devaluaciones no solo no tienen los efectos previstos en la economía real de Argentina sino también en varios países de Latinoamérica (On dollationzacion, Calvo, 1999). Al contrario, las devaluaciones en mercados emergentes han venido acompañadas de suba de tasa de interés y por ende una caída en la actividad, las exportaciones y el producto bruto interno. En el caso de Argentina, que históricamente ha contraído deuda en dólares en mercados internacionales para financiar déficit fiscales, las devaluaciones sólo han generado mayor presión cambiaria, mayor inestabilidad económica, mayor volatilidad y salida de capitales e inversiones de manera sustancial.

“Dolarizando se cede en el control sobre la política cambiaria y Argentina necesita un peso competitivo para exportar”

Los datos duros muestran que hace una década con un tipo de cambio en términos reales competitivo, Argentina solo sigue vendiendo menos al mundo. En diciembre de 2011 exportamos por más de u$s80 mil millones mientras que a diciembre 2020 esa variable fue menor a u$s55 mil millones. Es decir, hemos perdido terreno notablemente en el aspecto comercial. A pesar de contar con una moneda propia, Argentina solo ha perdido terreno en el comercio exterior. Si consideramos el período post convertibilidad, -2002 a 2015-, las exportaciones a precios constantes avanzaron a un magro 0,5% promedio anual, no solo muy por debajo de Asia emergente (que avanzó al 9,7% anual), sino también por debajo del promedio de las economías emergentes (6,6%), del total mundial (4,7%) e incluso del promedio de América Latina y el Caribe tomados en su conjunto (3,7%) (datos IMF, CAC).

“Si dolarizás, no podés atenuar los shocks externos”

La realidad es que contando con una moneda propia y con un Banco Central capaz de brindar herramientas para amortiguar o evitar crisis económicas, en los últimos 10 años hemos tenido 6 períodos recesivos, lo que resulta en una de las peores performances a nivel global. Argentina tiene una década de estanflación, es decir nulo crecimiento con altos índices inflacionarios (Datos: INDEC, Mecon). Entre 2011 y 2019, el PBI argentino cayó más del 2%. Si le agregamos el 2020, el deterioro llega a 11.9%.

“Las diferencias de productividad entre EEUU y Argentina hacen inviable pensar en dolarizar nuestra economía”

Hoy la productividad argentina es de las más bajas del mundo aunque tenemos un nivel de pobreza del 50% y un tipo de cambio real multilateral en máximos históricos. Es decir, estamos muy baratos respecto al mundo pero venimos de crisis en crisis. A pesar de contar con el mejor tipo de cambio de la historia, en el 2021 la economía Argentina no podrá ni compensar el golpazo de la pandemia. La productividad no se resuelve devaluando sino realizando mejoras profundas en el frente impositivo y laboral que brinden un espacio fértil para potenciar la productividad en el país y salir de décadas improductivas. Nuestro país, a pesar de contar con un tipo de cambio flexible, no tiene las herramientas impositivas y laborales para fortalecer la competitividad económica.

“Se pierden la soberanía y la identidad argentina dolarizando el país y entregándolo a los yanquis”

Ahora me pregunto, entonces Alemania, Italia, España, Portugal, Lituania, Estonia, Grecia, Francia, Holanda, República Checa, Dinamarca, Croacia y el resto de los 27 países miembros que renunciaron a sus monedas locales, ¿perdieron su soberanía? Es un error pensar que porque utilizamos una moneda externa como herramienta para lograr estabilidad macroeconómica se pierde la soberanía popular. La verdadera soberanía se pierde a diario cuando nuevos argentinos/as ingresan al índice de pobreza y más niños/as carecen de la oportunidad de tener la posibilidad de educarse para construir y soñar su propio futuro.

(*) Director de la Diplomatura en Mercado de Capitales y profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.

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