La inflación volvió a acelerarse sin correlato en los ingresos sociales. Septiembre dio 2,1% mensual y dejó el acumulado del año en 22,0% y la interanual en 31,8% (INDEC, IPC sep-25). La composición importa más que el número: vivienda/servicios públicos y educación corrieron al 3,1% y empujaron el nivel general, mientras alimentos quedó en 1,9%.
La inflación en la Argentina: revisión de su impacto productivo y social
Mientras los servicios empujan el nivel general y los bienes se enfrían por falta de demanda, el pass-through del dólar sigue contenido a costa de menores ventas y cierres de empresas.
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La inflación volvió a acelerarse, empujada por los servicios, mientras los bienes se enfrían ante el freno del consumo.
El cuadro que traemos desde noviembre de 2023 es consistente: servicios (tarifas, educación, comunicación, transporte) son los que más subieron desde el cambio de gestión; bienes vienen por debajo del IPC —pierden en términos reales—, con caídas visibles en vestimenta, equipamiento del hogar y alimentos. ¿Por qué? Porque la gente no convalida esos precios: el consumo de varios básicos está más bajo que en 2024; por ejemplo, lácteos –6,3% i.a. en agosto (IAG en base a INDEC).
El frente mayorista marca otra película: en septiembre, la inflación mayorista fue 3,7%, con importados +9,0% y nacionales +3,3%. Dentro de los nacionales, incidieron agropecuarios, refinados del petróleo, autos y repuestos, petróleo y gas, y alimentos y bebidas (INDEC, SIPM sep-25). Más claro: el costo sube… pero el mostrador no traslada en la misma magnitud. El famoso pass-through no se aceleró. ¿La razón? No es la magia de una competencia perfecta sino la baja demanda. El comercio absorbe parte del shock de costos/dólar para no espantar a los clientes en el contexto de una continua caída del consumo. En septiembre, las ventas minoristas cayeron 2% desest. m/m y –4,2% i.a., con golpes en indumentaria, bazar/muebles y calzado (IAG en base a CAME). Este aspecto micro explica por qué el salto del dólar y la mayorista no está rebotando de pleno en la góndola.
Del dólar nervioso al mostrador frío: el pass-through que no llega
El mercado cambiario está ruidoso —volatilidad preelectoral, importados más caros, mayoristas entrados en calor e intervenciones inéditas desde EEUU—, sin aceleración del traslado a precios minoristas, aunque los aumentos de septiembre fueron mayores que los de junio, julio y agosto. El minorista soporta parte de los aumentos para no vender menos mañana. El resultado es un desacople: mientras la mayorista y el dólar avanzan, el minorista se mueve después y menos. Mientras no repunte la demanda, ese desacople puede sostenerse; si el dólar pega otro salto o se encadena una serie de shocks, la contención se rompe rápido (INDEC, SIPM sep-25; IAG).
Ahora, el contrapunto histórico ayuda. El quiebre de septiembre de 2023 fue de otra naturaleza: 12,7% mensual (con Alimentos +14,3%) y precios “desanclados” por la inercia, el salto de expectativas y dólar preelectoral. Desde esa escalada, la economía convivió con oleadas cambiarias y mucha dispersión. El tramo reciente es más “tibio” en el índice porque los bienes vienen contenidos por la demanda. No son “buenas noticias”; es otra forma de malas: se vende menos y el comercio amortigua el shock a costa de un margen de subsistencia (INDEC, IPC sep-2023).
Desde noviembre de 2023 hasta hoy, el aumento nominal acumulado del IPC es 233%, y con ponderadores actualizados da 247%. El sesgo es claro: los servicios le ganan por goleada a los bienes desde el comienzo del mandato (IAG en base a INDEC). Del lado de los ingresos, el salario real del privado registrado cayó 1,5% m/m en julio, y desde noviembre de 2023 la destrucción de empleos y el endeudamiento familiar empeoraron la foto. En paralelo, los salarios públicos subieron 115% contra una inflación de 233%, una caída real de 32% del poder de compra (IAG en base a SIPA, BCRA e INDEC).
Más inflación, menos ventas y salarios por debajo: si el dólar vuelve a moverse fuerte, la contención minorista no aguanta. Con este nivel de demanda, el riesgo es obvio: se vende menos y cierran empresas.
Cuando el dólar y la mayorista suben pero el minorista no puede convalidar (ventas en baja, crédito caro, rotación lenta), lo que se comprime es el markup: el comercio licúa margen y la industria financia mal el capital de trabajo (insumos reetiquetados a tipo de cambio nuevo, stock que rota a precios viejos, y costos regulados que no aflojan).
Ese “tapón” no es gratis: desde noviembre de 2023 cerraron 18.083 unidades productivas a nivel país, de las cuales 1.795 son manufactureras. El empleo privado formal cayó 126.950 puestos, con pérdidas fuertes en Buenos Aires (–38.057), Córdoba (–10.091) y Santa Fe (–8.578). Si luego de las elecciones hay una devaluación relevante, el desacople que hoy contiene el pass-through puede romperse: el margen ya exprimido no tiene resto y la única válvula que queda es subir precios o cerrar. Con demanda fría y el Estado ausente, más shock cambiario no se transforma en más ventas: se transforma en más caída de empresas y empleo.
Investigadores del Instituto Argentina Grande.




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