En el libro “Conocer a Perón” de Juan Manuel Abal Medina, el autor relata una conversación con el general Perón donde el primer mandatario explica: “(…) las diferencias tienen que quedar en el terreno político y que si se ponen esos calificativos (haciendo alusión a que la juventud llamaba “traidores” a la rama sindical y, estos últimos, “infiltrados” a los más jóvenes) entramos en diferencias morales que son insalvables”
La revolución ideológica del peronismo: actualizar la doctrina
Al analizar la estructuración del justicialismo post elecciones, vemos que la historia demuestra que las derrotas son pasajeras (1983,1999,2015), pero por otro lado, comprobamos que ha caído la idea de invencibilidad.
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El Justicialismo deberá forjar una actualización de su doctrina.
Esta anécdota que parece de un tiempo y una situación política-económica diferente trae dos puntos para comenzar a analizar la estructuración del partido justicialista post elecciones: 1) Existen diferencias de índole moral entre dirigentes del justicialismo. Si estas no confluyen en discusiones y actualizaciones doctrinarias fracasará cualquier intento de reorganización. 2) A pesar de las acaloradas tensiones entre la resistencia y la juventud a inicios de la década de los 70´, las fórmulas Cámpora-Solano Lima y Perón-Perón tuvieron el apoyo de todos los sectores del movimiento. Podría arriesgar que existía un activo para tomar esa decisión individual (de costo bajo) que hoy el justicialismo ya no lo presenta: la idea de invencibilidad. En otras palabras, la sumatoria entre diferencias “personales” y la sensación de no tener los medios, instrumentos ni apoyos para ganar elecciones puede desencadenar en una fractura del peronismo permanente. Esta vorágine -hasta hace semanas inevitable- demandará a la juventud encarnar un rol clave en el armado y actualización de las bases del movimiento nacional justicialista.
Luego de la derrota del 19 de noviembre, muchos militantes políticos hicieron eco de sus análisis para desprestigiar al candidato, al movimiento y a la doctrina. Aseguraron que la derrota era “evitable” y que la verticalidad del movimiento opacaba el estrellato de figuras hoy desconocidas por los medios nacionales. Por otra parte, llamaron a la desorganización del peronismo y a romper con la dinámica -quizás la más aceitada- del “militante orgánico con su dirigente”. Quizás pecaré de conservador peronista o de políticamente correcto, sin embargo, creo que las afirmaciones anteriores son incorrectas. Aunque la dinámica de la campaña sumo apoyos “micro -militantes” (los que luego confluyeron en libre-pensadores), la historia del justicialismo a partir de la vuelta a la democracia demuestra que las derrotas son pasajeras (1983,1999,2015) y que la militancia joven debe ser revolucionaria pero estructurada. ¿Contra qué es la revolución entonces? ¿Cómo puede existir una revolución que se apoye en una estructura preexistente? Aquí el punto clave: la revolución no es contra el partido sino, por el contrario, contra su doctrina.
Revolucionar la doctrina no está relacionado con desecharla, por el contrario, es dotarla de actualidad y sentido común. Este trabajo que convoca a todos los sectores y tiene una actualidad inaudita luego de los últimos acontecimientos, ya había sido pronosticada por Juan Perón. El líder del justicialismo vaticinó estos escenarios y aseguró, en primera instancia, que la doctrina debía ser actualizada. Pero, a su vez, sentenció que “todos los días no se puede tirar un viejo por la ventana”. En esa idea expuesta en el manual de conducción política, él buscaba resguardar a un partido político de los cambios sociales -inevitables- en un mundo tan complejo. El sentido común de la modernización, valorando la experiencia y empujando al liderazgo joven, es el tesoro a explotar en el nuevo peronismo.
A modo de conclusión, quisiera proponer algunos puentes para que no solo el justicialismo, sino por el contrario, todos los partidos políticos puedan trabajar las actualizaciones doctrinarias tan necesarias en momentos donde ideas prehistóricas son vendidas como la salvación de la Patria.
- Todas las discusiones doctrinarias deben presenciarse bajo el velo del sentido común: menos dogmatismo y más pragmatismo. El claro ejemplo de esas ideas son los cambios sustantivos entre el primer y el segundo plan quinquenal. La diferencia entre ambos no refleja una debilidad de la doctrina justicialista a mediados de la década del 50, por el contrario, intima a la idea de que el cambio económico conlleva modificaciones doctrinarias: todo esta en movimiento, nuestras ideas también.
- Una doctrina duradera debe basarse en axiomas inamovibles, ya que, en vez de una doctrina sería un lema pasajero y electoralista. En el caso del partido justicialista, la estructura presenta herramientas que constituyen bases para cimentar. No cambian los objetivos, sino el método pragmático para conseguirlos (independencia económica, justicia social y soberanía nacional).
- En tercer, y último lugar, creería que la revolución ideológica no deja a nadie afuera. Ni a la experiencia ni al cambio, ni al revolucionario ni al conservador. La experiencia de la actualización doctrinaria es de una democracia deliberativa, esto quiere decir que, a través del conjunto de los debates se genera una nueva voluntad en el partido: la voluntad general. Dicha voluntad general, si parte de la congregación de la mayor cantidad de actores posibles, será la más cercana al conjunto de la sociedad. Si el peronismo quiere volver a tener rango de invisibilidad, debemos congregar la mayor de las voluntades posibles, dejando de lado las diferencias morales y poniendo sobre la mesa las diferencias políticas y quizás cerrar la ventana para que no tiremos a tantos viejos, como así también, cerrar las puertas para que no nos vayamos los más chicos. Las llaves están en el partido. Solamente hay que ir a buscarlas.
Licenciado en Ciencia Política y Gobierno (Di Tella)
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