26 de octubre 2025 - 00:00

Liderar equipos, del conocimiento al coraje de la conducción

Para liderar equipos no alcanza solo con el conocimiento, se necesita también coraje. La experiencia de Diego Placente en el Mundial Sub 20.

El liderazgo del entrenador debe ser inspirador de conductas y comportamientos en los equipos que gestiona. 

El liderazgo del entrenador debe ser inspirador de conductas y comportamientos en los equipos que gestiona. 

Liderar en el siglo XXI requerirá no solo de conocimientos específicos en cuanto a quehacer profesional, dado que no será suficiente, ni garantizará resultados. En esta era virtual, más que nunca, hay que rescatar la singularidad de cada uno, siendo ético y responsable, haciendo una gestión del sí mismo en primer lugar para, desde ese trabajo personal, poder gestionar las capacidades, emociones y potencialidades de otros.

Siempre el estar al frente de personas es un gran desafío, especialmente porque cada integrante de un equipo es único. Historia familiar, crianza, cultura, valores, oportunidades o limitaciones, educación, contexto, necesidades mayores de afecto o reconocimiento, objetivos personales….

Trabajar con deportistas es un proceso complejo, no se trata solo de meter goles: se quiere que el jugador piense, comprenda el juego, se comunique, maneje las adversidades, regule sus emociones y funcione dentro de un equipo, es decir, que sepa competir. Esto no depende solo de lo que se entrena en el campo, se necesita de un entrenador con una filosofía coherente entre lo que piensa, dice y hace, que tenga la capacidad de crear un ambiente resonante, un ambiente positivo y seguro, en el que todos los jugadores puedan dar lo mejor de sí, que genere confianza y respeto mutuos durante el proceso a través de mostrar un genuino interés por el bienestar y el futuro del deportista, proceso que se construye con el propósito de alcanzar objetivos, pero con dignidad, esfuerzo y valores, en un ámbito de crecimiento no solo deportivo sino también personal y la Sub 20 ha demostrado durante todo el campeonato que va por ese camino.

Finalizado el campeonato mundial de fútbol Sub 20 me he detenido a pensar en los desafíos que plantea el liderazgo de un equipo, en este caso, de jóvenes que están haciendo una transición a la Selección mayor.

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Un entrenador que le entrega a cada jugador un cuaderno para que escriba lo que le pasa, qué emociones lo atraviesan y pueda reflexionar sobre ello es un entrenador empático y presente, que le demuestra a los deportistas que está comprometido con ellos y su crecimiento integral, que trasmite que las emociones pueden ser enemigas o aliadas pero que tenemos que aprender a lidiar con ellas, que la autoconfianza puede desarrollarse y que los problemas plantean oportunidades, siendo primero él mismo el que demuestra confianza al trabajar con emociones fuertes, manejando las propias sin ser sobrepasado por las de los demás pero con el coraje de expresarlas en la rueda de prensa post final, mencionando el orgullo por el equipo formado, un grupo de chicos unidos dentro y fuera de la cancha, que trató que la pasaran bien organizando juegos durante las previas, reconociendo que aún son chicos, que los va a extrañar como camada porque él los vio crecer, levantándose rápido para evitar las lágrimas y ese nudo en la garganta que producen las despedidas.

Los equipos aprenden y crecen no solo por lo que el entrenador hace sino por cómo es. Las habilidades propias de la presencia del entrenador son: empatía, calidez, afirmación, entusiasmo, alegría, calma, coraje, autenticidad. Cuando se desea optimizar el rendimiento se hace necesario considerar otras áreas además de la exclusivamente deportiva, para ello se requiere la presencia atenta del entrenador, que reuna sensibilidad, apertura y flexibilidad. Varias son las preguntas a formularse con el fin de saber en qué estado están los deportistas: qué sueñan, cuáles son sus mayores temores, cómo se ven a sí mismos y si pensarse jugadores de fútbol les genera una presión inmanejable que intentan negar… Hay que escuchar bien para hacer preguntas significativas que conlleven acciones transformadoras.

En este sentido, preguntar, es en un primer approach en que el entrenador puede evaluar la condición general del deportista, pero que tendrá que saber derivar según el caso, a los especialistas o asesores que correspondan si fuera necesario. De ahí también la necesidad cada vez mayor del trabajo de equipos interdisciplinarios.

Es necesario pensar en una maduración tanto de las habilidades físico técnicas como psicológicas dado que si se dan oportunidades de lograr niveles superiores de actuación, la maduración y preparación psicológica tiene que estar al servicio para que ese pasaje sea exitoso, en la dirección de poder aprovecharlo, contar con recursos de afrontamiento y disfrutarlo.

El desarrollo del talento es algo inacabado. No se puede trabajar desde los aprendizajes pasados sino de las posibilidades futuras que pueden ir apareciendo en el jugador. Desarrollar talento es una tarea colectiva, abarca a toda la organización. Crear contextos de confianza donde uno mismo y el otro no supongan una amenaza, esto es lo que libera talento y alegría.

El entrenador tiene la misión de crear contextos y diálogos que lleven a hacer al deportista más conciente su mundo externo e interno, la comprensión de sí mismo y lo que lo rodea, a la vez de ser conciente del impacto que produce él como entrenador en el jugador, dado que desde su rol puede potenciar y limitar su desarrollo. Tiene que haber respeto y seguridad, seguridad que se relaciona con ese amor incondicional que tiene que dar el entrenador, superando rendimiento y resultados. Es el reconocimiento del jugador como persona más allá si consigue los objetivos, que lo ayuda a conocerse a sí mismo, a ser conciente de su experiencia, emociones, resistencias, logros, necesidades y dificultades.

Conversar con los jugadores para desafiarles no solo sobre las acciones sino sobre lo que piensan; las creencias mantienen los comportamientos y si queremos cambiarlos hay que ver que limita al jugador a través de ellas. En el cuaderno entregado por Diego Placente se lee en la tapa: “Primero lo crees. Después lo creas”…

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El marcador por sí mismo no es indicador para realizar una valoración apropiada, necesitamos un análisis cualitativo integral que contemple más variables. Crear un ambiente resonante es el primer desafío al que se enfrenta un entrenador. Entrenar bien equivale a enseñar bien. Esto incluye una filosofía idónea, buenas técnicas de comunicación, comprender la motivación de los jugadores y un entrenador motivado, receptivo, disponible. Un entrenador que sabe mucho del juego pero además necesita contemplar, aplicar, adaptar, integrar y evaluar técnica y táctica críticamente para cada deportista.

El liderazgo del entrenador debe ser inspirador de conductas y comportamientos en los equipos que gestiona, y en el liderazgo se ponen en juego aspectos esenciales de su propia personalidad; se observa un aire fresco en la conducción del entrenador de la Sub 20, con proyección y futuro, trasmitiendo que los obstáculos o caídas forman parte del proceso de avanzar y que los aprendizajes son aquellos que van desde dentro de la persona hacia afuera. Aprendizajes reflexivos y concientes, donde el aprender a conocerse a sí mismos y construir interacciones de calidad, crea ventaja.

Lic. Laura Spaccarotella. Magíster en Psicología del deporte. Health Coach. Postgraduada en AF y Salud. Presidenta del Cap de Bienestar Psicofísico: Juego, AF y Deporte de la AASM. Integrante del Cap de SM, AF y Deporte (APSA). Co-directora de la Diplomatura universitaria en SM, AF y Deporte desde un enfoque interdisciplinario, AASM. Docente universitaria y de centros de entrenadores. JJOO2016 JJOO de la Juventud 2018 Odesur 2022. Asesora psicodeportológica a entrenadores y equipos de alto rendimiento. Psicoeducación a futbolistas en transición al profesionalismo. Academista olímpica.

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