Faltan apenas cuatro meses para las elecciones presidenciales de octubre, pero en términos financieros ese intervalo es una eternidad. El Ministerio de Economía enfrenta vencimientos por casi $10 billones sólo en junio, una cifra que por sí sola pondría nervioso a cualquier tesorero emergente. Sin embargo, el gobierno de Javier Milei -con Luis Caputo al mando del timón financiero- continúa improvisando un esquema de refinanciación de corto plazo, recurriendo a tasas reales positivas y a instrumentos cada vez más complejos y exigentes para los inversores institucionales.
Mecánica de lo insostenible: Luis Caputo, deuda y el abismo financiero que acecha a la Argentina preelectoral
Las señales de alarma no son menores. El riesgo país sigue en niveles prohibitivos. A esto se suma un mercado que, aunque por ahora compra la narrativa de “desinflación ordenada”, podría volverse contra el plan si los flujos de dólares se disipan o si el resultado electoral no acompaña.
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La apuesta oficial es que la desinflación continúe hasta octubre y permita estirar la estrategia sin sobresaltos.
Las señales de alarma no son menores; el riesgo país sigue en niveles prohibitivos, el MSCI ratificó a la Argentina como “standalone” y las reservas netas no logran recomponerse de forma genuina. A esto se suma un mercado que, aunque por ahora compra la narrativa de “desinflación ordenada”, podría volverse contra el plan si los flujos de dólares se disipan o si el resultado electoral no acompaña. En este escenario, se multiplican las dudas sobre la sostenibilidad del actual andamiaje financiero.
"Roll-over" con red de pescar: vencimientos y colocaciones exprés
En junio, el Tesoro enfrenta vencimientos en pesos por más de $10 billones, repartidos entre Lecaps ($6 billones), Bonte ($2,3 billones) y Boncer ($1,7 billones). A esto se suma una emisión adicional del Bonte 2030 por U$S 500 millones, en un intento de sostener las expectativas a mediano plazo.
La pauta de roll-over, que fue del 168% en el último test de mercado, fue una buena noticia, pero no es una solución estructural. Se trata más bien de una prolongación temporal del problema; nuevos vencimientos, mayores tasas, creciente presión sobre el tipo de cambio y una base monetaria que sigue siendo vulnerable.
Ilusión de estabilidad: el dólar planchado y la inflación que desacelera
La aparente calma en el mercado de cambios -con el dólar oficial estable- ha favorecido la colocación de deuda en pesos a tasa fija. La apuesta oficial es que la desinflación continúe hasta octubre y permita estirar la estrategia sin sobresaltos. Sin embargo, como alguien dijo, este escenario tiene fecha de vencimiento; la oferta de dólares es transitoria y las señales de alerta se multiplican. En julio, por ejemplo, vencen compromisos en moneda extranjera por U$S 5.000 millones, que sólo podrán cubrirse con nueva deuda externa. En este contexto, cada dólar adquirido para sostener las reservas implica inyectar pesos, erosionando el aparente éxito monetario.
La paradoja del equilibrio endeble: utilidades del BCRA y presión sobre las RIN
El Tesoro tiene actualmente $12,1 billones depositados en el BCRA, producto de utilidades transferidas por $11,7 billones. Si estos fondos se canalizan a la compra de dólares, se incrementa la base monetaria. Si no se usan, quedan como contabilidad pasiva, sin impacto real. ¿Hasta dónde puede llegar esta ilusión de equilibrio? Todo depende de la demanda de dinero, que es notoriamente frágil en contextos de alta incertidumbre política y social.
Riesgo país y aversión al retorno: el efecto MSCI y el techo de la deuda
La decisión de MSCI de mantener a la Argentina en la categoría de “standalone” ha sido un golpe directo a la credibilidad del gobierno ante los inversores internacionales. Los ADRs cayeron hasta un 5% y los flujos de fondos globales se replegaron de la plaza local. Con tasas internas del 30-35% en pesos, y retornos esperados del 42% en bonos Dollar Linked, la deuda argentina parece pagar bien. El problema es que paga “demasiado”, lo que revela una percepción de riesgo creciente. Como enseña la teoría de bonos, altos rendimientos implícitos no significan oportunidad, sino peligro (Graham; Klarman; Rodríguez Cacio, 2022).
Si el gobierno logra llegar a octubre sin sobresaltos, lo habrá hecho a costa de una ingeniería financiera cada vez más precaria. Pero si el resultado electoral no acompaña, o si los dólares de corto plazo dejan de llegar, el andamiaje puede colapsar con velocidad. Ya en 2025 comenzarán los vencimientos relevantes de deuda externa, y en 2026 la exigencia de refinanciación se volverá insostenible si el riesgo país no cae sustancialmente. La historia argentina no es ajena a este tipo de procesos; lo vivido en los finales de De la Rúa (2001) y de Macri (2018-2019) está fresquísimo en la memoria de los mercados. La pregunta no es si habrá crisis, sino si la estamos anticipando o incubando. En el actual contexto de fragilidad institucional, conflictividad social creciente y dependencia externa estructural, las condiciones están dadas para una tormenta perfecta.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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