22 de junio 2025 - 21:27

Inflación, poder adquisitivo e inversiones: los tres desafíos del Gobierno

El desafío no es solo económico, sino también político e institucional. La inflación, el poder adquisitivo y las inversiones son las tres aristas imprescindibles para que el gobierno de Milei pueda tener éxito. Cada una de ellas requiere tiempo, consistencia y voluntad de cambio.

La inflación, el poder adquisitivo y las inversiones no son compartimentos estancos. Se retroalimentan y, en muchos casos, los avances en una de estas dimensiones pueden potenciar o dificultar el progreso en las otras. 

La inflación, el poder adquisitivo y las inversiones no son compartimentos estancos. Se retroalimentan y, en muchos casos, los avances en una de estas dimensiones pueden potenciar o dificultar el progreso en las otras. 

La Argentina atraviesa un proceso de cambios económicos de gran profundidad. El gobierno de Javier Milei ha encarado un programa de estabilización con un enfoque de fuerte disciplina fiscal y monetaria, acompañado por decisiones orientadas a recuperar la confianza del mercado y atraer inversiones. En este contexto, tres dimensiones clave aparecen como determinantes para el éxito de la gestión: la lucha contra la inflación, la recuperación del poder adquisitivo y la promoción de inversiones sostenibles. Sin avances claros y simultáneos en estas tres aristas, cualquier programa económico corre el riesgo de resultar insuficiente para revertir los desafíos estructurales que atraviesa el país.

La inflación es, sin lugar a dudas, uno de los problema más urgente y visible. Por eso, se ha convertido en el principal objetivo del presidente. De lograr que la inflación anual vuelva a girar en torno a un digito. Recordemos que en 2023 con niveles mensuales promedio por encima del 8%, los primeros meses de 2024 continuaron mostrando una inercia inflacionaria que socavó el poder adquisitivo y profundizó la incertidumbre.

El gobierno ha adoptado una estrategia agresiva de ancla fiscal y monetaria, con un Banco Central que busca reducir la base monetaria, desactivar instrumentos de financiación inflacionarios como los pasivos remunerados y sanear progresivamente su hoja de balance. Además, el Ministerio de Economía ha estado implementando canjes de deuda de corto plazo cada dos semanas, lo que ha permitido alargar vencimientos y descomprimir las presiones financieras inmediatas.

Sin embargo, la inflación no cede tan rápidamente como lo desea el ejecutivo nacional. La desindexación de contratos y tarifas, sumada al sinceramiento de precios relativos, ha generado una corrección de precios reprimidos que, aunque necesaria, mantiene elevada la variación mensual del índice de precios. A esto se agrega que las expectativas inflacionarias aún se mantienen altas, con empresarios y consumidores que ajustan sus decisiones a la percepción de que la inflación seguirá siendo un problema al menos durante gran parte del 2025. La inflación, además, es un fenómeno que erosiona directamente el poder adquisitivo, especialmente en un país con alta informalidad laboral y escasa cobertura de los ingresos frente a la suba de precios.

El deterioro del poder adquisitivo es la segunda gran arista a considerar. La combinación de inflación elevada, ajuste fiscal y liberalización de precios impactó de lleno sobre los salarios reales. Según datos recientes del INDEC, la desocupación trepó al 7,9% en el primer trimestre de 2025, reflejando la dificultad de la economía para absorber la transición hacia un nuevo esquema de precios y reglas de juego. La contracción de la actividad en algunos sectores de la economía y la caída del consumo han golpeado fuertemente al mercado laboral, especialmente en sectores vinculados a la demanda interna.

Para recuperar el poder adquisitivo, el gobierno necesita avanzar en la consolidación del proceso desinflacionario, sin contemplar expectativas devaluatorias bruscas que en el mediano plazo pongan en jaque nuevamente el esquema de reducción de tasas de interés, la estabilidad económica y la confianza del mercado y los inversores en el plan aplicado. La estabilización permitiría que los salarios nominales comiencen a ganar terreno sobre los precios, mientras que la eliminación de distorsiones y trabas al comercio podría generar una baja en los costos de muchos bienes y servicios. No obstante, esto requiere tiempo, consistencia y la generación de expectativas positivas.

La tercera arista es la atracción de inversiones. La visión del gobierno es que la apertura de la economía y la eliminación de restricciones cambiarias sentarán las bases para una mayor llegada de inversiones extranjeras directas (IED). En este sentido, organismos multilaterales de crédito y bancos internacionales han comenzado a mostrar señales de respaldo al proceso de transformación. Recientemente, el JP Morgan recomendó a sus clientes la compra de LECAP (Letras del Tesoro Capitalizables) como una opción atractiva para invertir en Argentina, destacando la mejora de las condiciones financieras locales y la corrección de algunas vulnerabilidades macroeconómicas.

Las inversiones son fundamentales para dinamizar la economía, generar empleo y aumentar la productividad. Sin embargo, los capitales exigen reglas claras, seguridad jurídica y estabilidad. La reciente política de canjes de deuda periódicos que viene impulsando el Ministerio de Economía es valorada positivamente, ya que permite ordenar el perfil de vencimientos y reducir el riesgo de crisis de liquidez. No obstante, el desafío será sostener esta dinámica en el tiempo y avanzar hacia un mercado de deuda pública cada vez más previsible y menos dependiente de las emisiones de corto plazo.

El rol de las inversiones extranjeras directas, además, es particularmente relevante en sectores como energía, minería y tecnología, donde Argentina presenta ventajas comparativas. La posibilidad de desarrollar Vaca Muerta, ampliar la producción de litio y fortalecer la infraestructura logística puede ser un motor de crecimiento sostenible si el clima de negocios acompaña.

En paralelo, la inflación también se entrelaza con los esfuerzos globales por transitar hacia una economía más sustentable. El concepto de eco-inflación, entendido como el aumento transitorio de precios por la incorporación de estándares ambientales más estrictos, empieza a tener mayor relevancia. La Argentina no está exenta de este fenómeno y deberá encontrar un equilibrio entre la necesidad de competitividad y la demanda de sostenibilidad que exigen los mercados internacionales.

El gobierno enfrenta, entonces, un sendero desafiante. El éxito de su gestión dependerá de su capacidad para reducir la inflación de manera consistente, recuperar el poder adquisitivo de la población sin recurrir a atajos populistas, y construir un clima propicio para las inversiones, tanto locales como extranjeras. No se trata de elegir una sola prioridad, sino de avanzar de manera simultánea en estas tres dimensiones.

La inflación, como problema histórico argentino, no cederá sin un cambio profundo en las expectativas. En este sentido, la credibilidad es el activo más valioso que el gobierno puede construir. Cada medida, cada anuncio y cada resultado deberán apuntar a consolidar la idea de que la Argentina puede volver a ser un país estable. El orden fiscal es una condición necesaria pero no suficiente: la coordinación entre la política monetaria, fiscal, cambiaria y de ingresos será clave para evitar desajustes que puedan desandar lo logrado.

El poder adquisitivo no se recuperará por decreto ni mediante controles de precios que, en el pasado, demostraron ser ineficaces. La mejora de los salarios reales requiere una inflación bajando y una economía que crezca y genere empleo de calidad. En este sentido, las reformas laborales y la formalización de la economía deberán estar en la agenda para permitir que el crecimiento sea inclusivo y sostenible.

En cuanto a las inversiones, la señal de JP Morgan de recomendar LECAP y la predisposición de los organismos multilaterales son pasos alentadores. Pero los capitales internacionales son muy sensibles a la inestabilidad política, la volatilidad normativa y la posibilidad de cambios abruptos en las reglas de juego. Por eso, la consolidación institucional y la transparencia serán condiciones indispensables para atraer flujos de inversión de largo plazo.

El gobierno ha logrado algunos avances iniciales en la acumulación de reservas y en la normalización de algunos mercados, pero el camino es largo y está lleno de riesgos. Los canjes de deuda son herramientas valiosas para gestionar la transición, pero no sustituyen la necesidad de resolver las causas estructurales del endeudamiento recurrente.

En definitiva, la inflación, el poder adquisitivo y las inversiones no son compartimentos estancos. Se retroalimentan y, en muchos casos, los avances en una de estas dimensiones pueden potenciar o dificultar el progreso en las otras. Una inflación alta desalienta la inversión y deteriora el poder adquisitivo. Un poder adquisitivo en caída afecta la demanda y limita la capacidad de crecimiento. La falta de inversiones impide aumentar la productividad y sostener la desinflación sin afectar la actividad.

El gobierno deberá gestionar con inteligencia estas tensiones. No es fácil coordinar un programa de estabilización en un contexto de alta volatilidad social y política. Pero es posible si se construyen consensos básicos y se logra alinear las expectativas hacia un sendero de mediano plazo.

El futuro de la Argentina dependerá, en gran medida, de la capacidad de sostener este esfuerzo. El desafío no es solo económico, sino también político e institucional. La inflación, el poder adquisitivo y las inversiones son las tres aristas imprescindibles para que el gobierno de Milei pueda tener éxito. Cada una de ellas requiere tiempo, consistencia y voluntad de cambio. La oportunidad está sobre la mesa, pero también lo está el riesgo de no lograrlo.

(*) Analista Financiero

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