6 de julio 2021 - 12:42

Migraciones en pandemia: ¿se cumplió la profecía que el futurista Alvin Toffler hizo en 1970?

Migrar puede cambiar las condiciones de vida y ser eventualmente más favorables, pero no cambia la fecha de nacimiento.

Alvin Toffler define en su lirbo de 1970 el término shock futuro como un estado psicológico concreto que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras. La definición más corta del término es la percepción personal de demasiado cambio en un período de tiempo demasiado corto.

Alvin Toffler define en su lirbo de 1970 el término shock futuro como un estado psicológico concreto que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras. La definición más corta del término es la percepción personal de "demasiado cambio en un período de tiempo demasiado corto".

Gentileza: Crisolhoy

Las migraciones existen desde la aparición del ser humano en el planeta, el espíritu nómade prevaleció al inicio, el sedentarismo surgió con el cambio de los sistemas de producción ligados a la tierra. Con ello se fundan las ciudades, surge la vida urbana, la aparición de fronteras, y la noción de Estado.

Las migraciones no dejaron de existir, tanto las internas como las transnacionales. Respecto a las primeras, ya el futurólogo Alvin Toffler, destacaba a mediados del siglo pasado, en “Shock del futuro”, que por ejemplo en Estados Unidos, la mayoría de sus habitantes, no permanecía más de cinco años en el mismo lugar, fundamentalmente por cambios laborales.

Actualmente, desde la aparición de internet, el centro está en todas partes, la pandemia puso en relieve lo que ya se venía gestando, que el trabajo y la educación a distancia han hecho relativos el lugar donde se habita. En este mundo multicéntrico, es factible residir en un país y trabajar, para empresas o comanditarios que residen en otros países... o ¡en la nube! Las llaves ya no las tiene San Pedro sino la red, a condición de tener los recursos de formación y acceso a la tecnología, algo al que no todos poseen.

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Empujados por guerras, por hambrunas o desesperanza, las migraciones han redoblado su presión interior y social. En busca de El Dorado, vivimos olas migratorias que se lanzan a cruzar el mediterráneo en embarcaciones precarias que conducen, en algunos casos, a muertes dramáticas. Las guerras empujan a poblaciones enteras a desplazarse. La esperanza de una vida mejor, ha sido siempre el motor de toda migración, ya sea como fenómeno grupal o como proyecto individual. Todo camino por explorar en la medida que sea enfocado con una actitud constructiva puede ser una opción. El apóstol Santiago afirmaba que el ser humano “es en el camino”. Se refería en particular al camino interior, pero muchas veces ese camino se nutre de un camino literal, hacia un otro lugar que se anuncie como prometedor, que renueve esperanzas, algo legítimo para todo ser viviente.

El ser humano depende de dos variables que son el espacio y el tiempo. No hay interrogación que tenga en cuenta tan sólo el lugar geográfico de vida, sino, y simultáneamente, el momento etario que nos confronta a la finitud de la existencia. En muchos migrantes existe la fantasía de renacimiento, como si al cambiar el espacio de vida, lograran cambiar la variable tiempo, algo que obviamente es imposible. Migrar puede cambiar las condiciones de vida y ser eventualmente más favorables, pero no cambia la fecha de nacimiento. Puede variar el modo en el cual se quiere vivir, más allá de las motivaciones y expectativas de cada uno. Pero conviene no idealizar el lugar elegido para migrar, ningún lugar equivale al paraíso. Como para Dante, cada paraíso tiene su purgatorio y su infierno, este puede ser mayor o menor, pero uno se confronta a los círculos de su paraíso y de su infierno en este planeta... ¡simultáneamente!

Integrarse en una nueva cultura requiere plasticidad psíquica y esfuerzo de integración. La misma es siempre dialéctica entre el migrante y la sociedad que lo recibe. El cambio de idioma, de estilo de concebir lo grupal y las lógicas que los sustentan requiere a veces más de una generación afincada en la nueva cultura.

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En el mundo actual, pueden existir idas y vueltas que no sean necesariamente vividas como un fracaso o una herida narcisística. Puede corresponder a un cambio del deseo inicial y/o a las oportunidades de las circunstancias. En la medida que las circunstancias externas cambien, o que el deseo interno se modifique, se pueden tomar decisiones que no signifiquen una vivencia de fracaso sino simplemente un cambio de planes. En ese sentido pienso que el camino de ida, aunque sea el mismo trayecto, nunca es el mismo al camino de vuelta. En realidad siempre se va a otro lado. Ya Heráclito decía que uno no se baña dos veces en el mismo río, dado que el mismo va cambiando, pero Milosz tenía una propuesta que me parece aún más interesante: uno no se baña dos veces en el mismo lago (dado que las aguas pueden ser las mismas, pero uno no es más el mismo). Asistimos en nuestra época al surgimiento del ser humano multicultural, donde la noción de fronteras a la vez se rigidifica y se vuelve porosa. Cruzar fronteras puede ser esperanzador y disruptivo, no se hace sin sufrimiento. Sin embargo, mientras permanezcan vitales la ilusión y la expectativa de un cambio revitalizante, el ser humano seguirá en el camino.

Médico UBA- Psiquiatra de la Universidad de París XII. Dr. en Psicología de la Universidad de París-Nanterre. Prof. asociado de la Universidad de París-Nanterre. Prof. titular y emérito de la USAL- Doctorado sobre " Lo disruptivo y el psicoanálisis". Miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

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