Este artículo examina el experimento económico argentino encabezado por traders profesionales ocupando cargos clave en el Ministerio de Economía y el BCRA. A través del análisis de instrumentos como las Lecaps, Boncap y operaciones de repo, se estudia la lógica del “carry trade” como táctica de política económica y su impacto en la banca local e internacional. Se plantea una pregunta clara: ¿esta semana los bancos deberían haber decidido tomar ganancias y preservar capital? Ahora es tarde, ante una posible dislocación financiera, están jugados.
Wall Street en el Palacio de Hacienda: el "carry trade" como acto final
Este artículo examina el experimento económico argentino encabezado por traders profesionales. Por primera vez en la historia reciente, la política económica está en manos de profesionales formados en Wall Street.
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Por primera vez en la historia reciente, la política económica está en manos de traders profesionales formados en Wall Street.
En la Argentina actual, los malabaristas ya no actúan en el circo: operan desde el Ministerio de Economía, el BCRA y la city. Pero en lugar de pelotas, precio del dólar, tasas y expectativas. Por primera vez en la historia reciente, la política económica está en manos de traders profesionales formados en Wall Street, expertos en arbitrajes de corto plazo, pero ajenos al largo plazo macroeconómico de un país.
Desde su desembarco, el “modelo Caputo” ha reemplazado toda estrategia de desarrollo por un show financiero de alta precisión, donde las tasas, los futuros y los instrumentos BOPREAL constituyen el nuevo decorado. Los bancos -locales e internacionales- hasta ahora, han sido beneficiarios: sus balances exhiben ganancias devengadas traducidas en dólares que, sin embargo, aún no han sido percibidas. El truco de la rentabilidad funciona mientras el público (el mercado) no mire detrás del telón: deuda a cortísimo plazo, represión de precios, atraso cambiario y una base monetaria absorbida por mecanismos tan frágiles como provisorios.
¿Pero qué sucede cuando el acto final se acerca? ¿Qué pasa cuando los malabaristas pierden el ritmo y una pelota -el dólar, la inflación, la deuda, o la paciencia social- cae al suelo? El dilema se volvía urgente: ¿seguir apostando por el rendimiento de corto plazo o salir a tiempo, renunciando a una última porción de ganancia para evitar una pérdida catastrófica?
El experimento Milei-Caputo: deuda como política económica
El gobierno argentino ha desplegado una política financiera de manual especulativo. El Tesoro y el BCRA han sostenido un esquema de financiamiento basado en instrumentos a muy corto plazo: Lecaps, Boncap, pases pasivos y operaciones de mercado abierto con tasas que superan el 3,3% efectivo mensual (pagaron más del doble de la inflación de junio). La señal al mercado es clara; se busca contener la expansión monetaria no por disciplina fiscal, sino por absorción financiera a cualquier costo (Ámbito, 2025).
Mientras tanto, el mercado de futuros y la sobredemanda por instrumentos en pesos a tasas imbatibles dibujan un escenario artificialmente atractivo. No se trata de confianza estructural, sino de una coreografía para sostener la ilusión de estabilidad.
La banca frente al dilema de la avaricia
Los bancos han devengado ganancias contables extraordinarias medidas en dólares. Pero como bien señala el análisis económico-financiero, devengar no es lo mismo que percibir. La realización de esas ganancias depende de la estabilidad del tipo de cambio, del rol de los reguladores, de la salud física de los actores y de la posibilidad de desarmar posiciones sin alterar la dinámica del mercado.
Según Reschini (2025), el “carry trade” actual solo es recomendable para perfiles agresivos. El diferencial entre tasa en pesos y expectativa de devaluación se ha reducido. Incluso con el dólar controlado, la presión estructural -menor liquidación del agro, baja oferta futura de divisas, brecha contenida artificialmente- presiona sobre la sostenibilidad del arbitraje.
El precedente histórico: crisis por salida desordenada
Como señalaron Reinhart y Rogoff (2009), los episodios de crisis financiera no suelen deberse al ingreso de capitales, sino a su salida intempestiva. La arquitectura actual recuerda a otras experiencias de “éxito” financiero sostenidas por deuda de corto plazo: Rusia 1998, Argentina 2001 y 2018, Turquía 2018. El denominador común; la pérdida de confianza repentina, que convierte ganancias en pérdidas irreversibles.
Stiglitz (2002) advierte que los mercados no corrigen por sí mismos las asimetrías de información, y que los agentes toman decisiones basadas en señales falsas de sostenibilidad. En este caso, los bancos deberían preguntarse si la tasa actual compensa el riesgo real o si están atrapados en una ilusión de control generada desde el Palacio de Hacienda.
Entre la codicia y la cordura
En los pasillos del poder económico argentino no se discute un plan de estabilización: se ejecuta una táctica de supervivencia que maximiza el corto plazo sin internalizar sus externalidades. Bancos, fondos y traders -locales y extranjeros- han sido seducidos por tasas efectivas mensuales de hasta 3,3%, tipos de cambio controlados y un “mercado financiero de oportunidades” que, hasta ahora, parece hecho a su medida. Pero esa arquitectura se sostiene, como advirtió Stiglitz (2002), sobre asimetrías de información y una fe ciega en que la mano que mueve los hilos sabe lo que hace.
Sin embargo, la historia de los “carry trades” en economías emergentes muestra que el momento más riesgoso no es el ingreso, sino la salida. Cuando el diferencial de tasas ya no compensa el riesgo devaluatorio o político, la puerta de salida puede tornarse angosta. En ese instante, la diferencia entre un banquero prudente y uno avaro puede traducirse en miles de millones de dólares.
¿Los actores financieros enfrentaron un “cepo al peso”? No lo sabemos. Si a los banqueros no los obligo nadie, esta semana se volvió a dar una disyuntiva clásica pero inevitable: ¿maximizar retornos inmediatos o preservar capital frente a un giro abrupto del régimen económico? El desenlace dependerá menos del Excel que de la lectura política del momento o un cisne negro. El desafío mayor de un apostador, no es probar para ganar un poco más, sino saber cuándo hay que dejar de jugar.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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