1 de febrero 2024 - 00:00

Una derrota... pero con amigos

Aunque Javier Milei le dará el tono de una victoria a la aprobación en general, todo es relativo, como en un picado barrial. Los modos virtuales y de campaña que llevaron a cortar casi media proyecto.

Javier Milei.

Javier Milei.

“Más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”. Una vieja y conocida frase de Alejando Dolina cierra un texto que explica los procedimientos del pan-queso, método habitual para la selección de equipos en un picado barrial. Pero también podría aplicarse a las tácticas libertarias para buscar acuerdos para aprobar su ley.

En primer lugar, porque relativiza algo que, al menos en el plano deportivo, pareciera ser cosa juzgada. Una derrota puede no ser tal cosa. E, incluso, barnizarse con los laureles de la victoria. En ese picado, por compartir el momento con amigos. En la ley ómnibus, porque Javier Milei inflará el pecho por la aprobación en general, situación que se consumará cuando pasado el inesperado cuarto intermedio, tras más debates, los diputados se pinten de verde o de rojo en un tablero. Pero… ¿es en verdad una victoria? El lugar común, el chascarrillo fácil, muestra que el ómnibus ya es una combi. Si la raíz “omni” hace referencia al Todo, el texto final es menos pretencioso. El todo por la parte, la definición de sinécdoque. Figura retórica que aplica mejor a lo que quedó de la ley luego de la motosierra a la que obligó a pasar la oposición.

En segundo lugar, Milei, con sus modos, jugó como en un picadito. Prefirió compartir la derrota con los amigos a conseguir la victoria (total, omni) con los extraños. O, peor, con los indeseables. La soberbia y los gritos de campaña llevados a la gestión le impiden ahondar en el arte de la política, que es ante todo una negociación. Quizás, le daría mejores réditos. Optó por amenazar a los gobernadores, mostrarle la guadaña con la que arrasará sus cuentas, antes que buscar una salida racional a la baja de la coparticipación y comprometerlos con apoyos a artículos que se terminaron eliminando.

La reunión de esta semana en el CFI es el mejor ejemplo. Cuarenta dirigentes de la primera línea de distintos espacios creyeron encontrar una voluntad en el Gobierno para coparticipar el Impuesto PAIS (una bolsa que engordó con la devaluación). La Casa Rosada, encarnada durante ese cónclave en Guillermo Francos -el funcionario al que más le creen y único interlocutor en muchos casos-, pasó al modo virtual en cuestión de minutos. Y en ese modo, el que más le gusta al Presidente, dinamitó los puentes con los extraños. Un tuit y un retuit bastaron para destruir. Prepotencia que acaso sería más lógica para un oficialismo que contara con mayorías parlamentarias robustas y aceitadas.

Para La Libertad Avanza, los indeseables están lejos. Son, a sus ojos, el peronismo y la izquierda. Rechazos seguros. ¿Seguros? El peronismo tiene instancias de diálogo. Lo demuestra el caso Jaldo, quien blindó a los sectores productivos más importantes de la provincia (los ingenios azucareros y los citrícolas) y generó un terremoto con su bloque separatista. El acuerdo tucumano es la excepción que confirma la regla.

Así, el oficialismo prefirió capitular en sus intenciones iniciales, achurar casi media ley, pero terminar el partido abrazado a sus amigos: el PRO que aporta cuadros al gobierno, al igual que el cordobesismo, otros sellos provinciales y parte de la UCR.

Tras la aprobación en general, se vendrá otro partido. El de los artículos en conflictos, que se votarán en particular. Y los libertarios tendrán que realizar un nuevo pan-queso.

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