14 de mayo 2010 - 00:00

“Samarra”: el problema es la forma, no el mensaje

Brian De Palma reconstruye atroces crímenes reales de soldados norteamericanos en Irak. Sus buenas intenciones no redimen una película que oscila entre el reality y el terror estilo «REC».
Brian De Palma reconstruye atroces crímenes reales de soldados norteamericanos en Irak. Sus buenas intenciones no redimen una película que oscila entre el reality y el terror estilo «REC».
«Samarra» (Redacted, EE.UU.-Canadá, 2007, habl. en inglés) Dir.: B. De Palma. Int.: I. Diaz, D. Stewart Sherman, P. Carroll, M. Figueroa, T. Jones.

A través de la grabación amateur de la cámara de un soldado en Irak, sumada a imágenes de la web, noticieros, y hasta chats on line, Brian De Palma cuenta una historia cruenta de torturas y violaciones perpetradas por soldados estadounidenses, todo inspirado en hechos reales.

Lo que De Palma tiene para decir en «Samarra», ya lo había dicho en «Pecados de guerra», su brillante y subestimada película sobre Vietnam. Pero el problema es la forma, no el mensaje. En un cineasta que siempre puso el énfasis en el estilo, éste es un pecado casi imperdonable.

El formato tipo documental es lo que limita su potencial dramático y lo que lo vuelve un producto híbrido y artificial, especialmente cuando los soldados que aparecen en esas grabaciones seudo amateur, obviamente son actores profesionales, aunque no tanto como para poder ocultar esa condición.

En este contexto, la historia más terrible se enfría, las ironías resultan obvias, y las partes más crudas parecen salidas de una película de terror tipo «REC».

Como se trata de una película de un realizador tan talentoso como Brian De Palma, toda esta mezcla de falso reality no se sostiene del todo mal. En su transcurso, incluso se pueden percibir ciertos homenajes cinéfilos típicos del director de «Los Intocables», empezando por «La batalla de Argelia» de Pontecorvo. Para alguien que ha dedicado toda su carrera a homenajear a Hitchcock o a Hawks, esto podría ser toda una declaración de principios. No se puede discutir la honestidad de De Palma al contar esta historia terrible, pero lo genuino de estas buenas intenciones pueden redimir al director más que a su película.

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