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Irlanda transforma al visitante en peregrino

La lectora Gabriela Asensio fue a Dublín en busca de lugares místicos, de ritos ancestrales, como los círculos de piedras paradas, y se vio sumergida en el hechizo de paisajes inolvidables, como el de las montañas de Beare.
Fue así como aterricé en Dublín (Baile Atha Cliath), la capital de la República de Irlanda, una gran ciudad de edificios bajos con intenso movimiento de tránsito y gente. Un autobús me dejó en pleno centro, en la puerta del hostel Ashfield House, ubicado en Temple Bar, zona de pubs que concentra la vida nocturna. Dublín se puede recorrer a pie o en ómnibus, porque todo queda cerca. Por ejemplo, una visita obligada es la de ir a conocer el Trinity College (entrada 8 euros, pero por 10 se tiene un tour caminando, en inglés, que du-ra 30 minutos), colegio y universidad funda-dos en 1592 por la reina Elizabeth I. Posee una de las bibliotecas más grandes del mundo gracias a que desde 1801 tiene derecho a reclamar una copia gratuita de todas las publicaciones inglesas e irlandesas, lo que la ha llevado a albergar más de 3 millones de libros en 8 edificios.
Allí se puede ver el famoso «Book of Kells» o Gran Evangelio de San Columba, manuscrito ilustrado por monjes celtas hacia el año 800, pieza principal del cristianismo irlandés y del arte medieval irlando-sajón. En el «Long room», que está tapiado por infinitas bibliotecas, está el Arpa de Brian Boru, el primer rey de Irlanda unida, realizada en el siglo XIV, que es el emblema nacional y señala el origen céltico de ese pueblo.
Y si hay algo igualmente emblemático es la cerveza negra. El almacén donde antes se realizaba el proceso de fermentación de la cerveza Guinness es hoy un museo de 7 pisos dedicado a la historia y elaboración de la cerveza más famosa del mundo. Recorriéndolo se conocen los distintos aspectos de esa cerveza y, al final, en el bar del séptimo piso, obsequian una pinta de esa celebrada stout que acompaña a los visitantes mientras disfrutan de la asombrosa panorámica de la ciudad que ofrece el mirador de 360 grados.
Deseosa de seguir conociendo tomé el Aerlingus 133 con destino a Shannon, ciudad del lado Oeste, donde me encontré con el grupo con el cual pasaría los siguientes 15 días recorriendo el país en un viaje místico donde participamos de cursos de historia, meditaciones, rituales, mediciones de aura... Pasaron con una Van a buscarnos y partimos con destino a Killarney parando a almorzar en Adare, considerado el pueblo más bonito por sus caminos adoquinados y casas con techos de paja y una iglesia y convento construidos en el 1200. Se puede visitar el castillo Desmond, del siglo XIII, y sobre el río Maigue se encuentra el hotel Adare Manor con su cancha de golf, que tiene dos ruinas históricas en el campo. Nos alojamos una semana en Killarney, ciudad turística del siglo XVII. Desde esa ciudad se tiene rápido acceso a toda la región suroeste del país.
En un día se pueden visitar Jardines de Muckross con bosques entre montañas, tres lagos, la cascada Torc Waterfall y una casa victoriana con 96 cuartos, que se puede recorrer en visita guiada por 8 euros.
Desde allí conviene ir a Gap of Dunloe, brecha glacial entre las montañas que se recorre en carruaje o a caballo y termina en el lago Upper, donde se toma un barco que navega los tres lagos y nos deja en el castillo Ross.
A 25 minutos de Killarney está el santuario de San Gobnait, diosa pagana de las abejas que la Iglesia convirtió en santa. Al costado hay un círculo de piedras para rituales.
Otra visita imperdible es la que lleva a la península Dingle. El recorrido incluye Inch Beach, una playa camino a Dingle Town, pequeño pueblo de pescadores con un amarre para yachts y un acuario. Desde allí se sigue bordeando la península hasta Dunbeg Promontory Fort, donde se encuentran cientos de clochans, pequeñas edificaciones con forma de colmenas. Se cree que eran usadas para meditar o descansar durante los peregrinajes. Desde la costa se ven las islas Blaskets. La más grande fue habitada hasta finales de 1900. Actualmente muchos poetas y pintores se instalan durante meses en esas islas para inspirarse. Pasamos por Dunmore Head y seguimos hacia Gallarus Oratory, un oratorio del siglo VIII en forma de colmena y con una acústica única, donde se escuchan los cantos con tono celestial, no importa si uno canta bien.
En ningún lugar de Irlanda se observa el panorama de estar junto al mar y rodeado de vegetación como en Península Beare. Recorrimos la ciudad de Kenmare y seguimos por la derecha de la península hasta su mitad, y allí cruzamos por el paso Healy.
Hay dos círculos de piedras erguidas importantes: Derreentaggart West y Ardgroom. Se cree que esos círculos eran usados para rituales, festejos importantes, para meditar, hacer estudios astronómicos y como puntos de acupuntura de energía de la tierra. Vimos la silla de piedra donde dice la leyenda que Caitleach Bears, esposa de Manaman, rey del mar, se sentó a esperar que él regresara. La diosa Caitleagh se dice que es la que da forma a la Tierra.
Después de esos siete días partimos en Van con destino a Doolin (noroeste de Irlanda), donde estaríamos 3 días. Es un pueblo hermoso, cuyas actividades principales son la música y la ganadería. Desde el hotel Atlantic View se veían los Cliffs of Moher (los acantilados de Moher), que muestran capas de rocas de distintos colores y cientos de pájaros volando a su alrededor, el mar abierto y bravo pegando contra su pared y en el fondo el sol bajando. Inolvidable. Además, desde Doolin se puede ir a la zona de Burren (lugar de rocas), donde se formó un plateau austero de piedra caliza que es un paisaje extraño, lunar, que en primave-
ra revive con una variedad extraordinaria de flores.
Vale visitar la perfumería de Burren para ver el proceso de fabricación de perfumes y jabones con hierbas del lugar. Desde esa ciudad salen ferries que cruzan a las tres islas Aran, islas de acantilados que salen del mar de repente: Inishmore, Inishmann, Inishere, con muchísimos sitios sagrados para visitar (40 euros el cruce en ferry). Al tercer día cruzamos Irlanda de Oeste al Este y llegamos a la ciudad de Trim, a unos 30 km de Dublín, y visitamos Knowth y Newgrange, dos túmulos que datan de 3000 aC. En el solsticio de invierno, 2 o 3 días antes y después, los rayos del sol penetran por la entrada principal al túmulo por unos 19 minutos. Se cree que ahí depositaban las cenizas de sus muertos y al darles el sol entraban al otro mundo. Las piedras están todas talladas con constelaciones. He viajado por todo el mundo, pero este país me ha maravillado tanto por su belleza natural como por su gente.
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