26 de enero 2007 - 00:00

Una mirada al estilo que Peralta Ramos soñó

La Villa Victoria Ocampo, importada desde Noruega, es sede permanente de muestras y exposiciones.
La Villa Victoria Ocampo, importada desde Noruega, es sede permanente de muestras y exposiciones.
Escribe Luis. J. Gervais desde Mar del Plata

Con casi veinte kilómetros de playa ininterrumpida, ya a principios del 1900 Mar del Plata se convertía en el espacio preferido por las familias aristocráticas del país para pasar los días de verano, dada la cercanía con la ciudad de Buenos Aires que permitía disfrutar del mar sin necesidad de viajar a Europa. Las construcciones que encargaron las primeras familias son las que definieron el estilo arquitectónico de la ciudad. Los materiales y diseños eran traídos en barco desde toda Europa, especialmente de Francia, Inglaterra e Italia. Las suntuosas mansiones y las grandes villas eran habitadas por sus dueños, quienes arribaban al lugar con un nutrido personal de servicio. A mediados de siglo y con muchos inmigrantes llegados de Europa durante la guerra, estas mansiones comienzan a entremezclarse con construcciones de la población estable. Así nace el típico chalet marplatense, construido con técnicas locales utilizando principalmente tejas, madera y piedra Mar del Plata (piedra cuarcita, predominante en las canteras de la zona).
Con el avance de los edificios en altura durante las décadas de la modernidad, muchas de estas típicas construcciones fueron demolidas. Fue recién en los 80 cuando los marplatenses tuvieron noción de que el «progreso» estaba acabando con «el registro de su historia» y compraron las propiedades para convertirlas en museos, centros culturales o simplemente en bares y restoranes, protegiéndolos de la arremetida de los «gigantes» de hormigón. Hoy son alrededor de 300 las construcciones que Mar del Plata declaró como Bienes Patrimoniales, mediante las cuales muestra orgullosa su historia.
Para observar y visitar
Si se dispone de vehículo, es interesante recorrer, cámara en mano, cada uno de estos lugares. En sí, ver una construcción por el solo hecho de observar su estilo o los detalles, no genera gran expectativa. Para cualquier nativo de la ciudad que ha crecido oyendo historias y anécdotas sobre Alfonsina Storni, Emilio Mitre o Silvina y Victoria Ocampo, pasar frente a sus casas tiene su encanto, porque sentimos que su historia está fresca, entendemos por qué eligieron este lugar para quedarse, sabemos de sus gustos y sus preferencias, conocemos sus vivencias. Pero bien vale que los turistas intenten despertar todos los sentidos preguntándose qué sentían esas personalidades al estar en esas casas, qué los motivó a pasar gran parte de sus vidas aquí. Ese debe ser el motivo para recorrer estas casonas. Descubrir en el eco de sus paredes secretos dichos en voz muy baja, susurros a la luz de las velas que iluminaban sus poemas. Tal vez pensamientos nunca dichos. Ese es el verdadero placer al observar cada rincón de sus habitaciones durante las visitas guiadas. En cada árbol, en cada sombra, en cada tapiz, en cada rechinar de los vetustos tablados de pinotea hay rastros de los instantes ya vividos por sus exquisitos moradores.
Son varios los recorridos aconsejables. Sobre la loma Stella Maris, en la avenida Colón se encuentra el Museo Castagnino. Esta casa fue construida por la familia Ortiz Basualdo en 1909 y decorada por el diseñador belga Gustave Serruier-Boy en el estilo art nouveau (especialistas del mundo concuerdan en considerar al mobiliario como una de las mejores colecciones del mundo de esta corriente).
También en las cercanías, se encuentra la Torre Tanque (1943), con 40,75 metros de altura (88,4 m sobre el nivel del mar) de estilo Tudor y algunas «pinceladas» nórdicas (es hermosa la vista desde su mirador); la Villa Blaquier y la capilla Stella Maris (impacta la virgen labrada en mármol blanco por el escultor francés Weigele); en el barrio Divino Rostro, la Villa Victoria Ocampo, importada desde Noruega (prefabricada al estilo «art and krafts»), es sede permanente de muestras, exposiciones y conciertos. Allí se encuentran Villa Silvina y Villa Mitre (museo y archivo histórico) y la capilla Divino Rostro, con su altar totalmente tallado a mano y laminado en oro.
Quien esté dispuesto a conocer todos los lugares que guardan algo de la historia de Mar del Plata, que comenzó cuando Coelho de Meyrelles instaló en 1857 un saladero en el lugar denominado Puerto Laguna de los Padres (hoy diagonal Alberdi y Bulevar Marítimo) y sobre el que Patricio Peralta Ramos fundó la ciudad, sólo tiene que acercarse hasta el Emtur (Ente Municipal de Turismo) y solicitar un mapa y el listado de edificaciones para organizar el recorrido, sin olvidar hacerse el tiempo, en cada parada, para escuchar a los guías, que asombrarán con sus secretos.

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